jueves, 25 de julio de 2013

La estructura molecular de nuestra felicidad

Nacida en Notting Hill, Londres, en 1920, Rosalind Elsie Franklin fue famosa por sus trabajos de investigación, que ayudaron al mejor entendimiento de la estructura del ADN, ARN, los virus, el carbón y el grafito. Aparentemente, estos asuntos no parecen tener nada que ver unos con otros, como tantas otras ecuaciones, pero lo tienen.

En el ADN es donde se encuentra la clave de la transmisión genética (Getty Images/Archivo).
Desde temprana edad, Rosalind (tuteo a los científicos famosos; me gusta) mostró un interés poco habitual para una chica, en su época, por la ciencia obteniendo notabilísimos resultados en sus estudios previos a la universidad en matemáticas, ciencias y lenguas extranjeras. Cuando terminó su carrera de Ciencias en la Universidad de Cambridge hablaba alemán, italiano y francés y, ya especializada en Cristalografía de Rayos-X, fue premiada con una beca de investigación con el (en su época) famoso científico R.G. Norrish del Instituto Nacional del Cáncer. Después de este período, siguió con Norrish, como asistente de investigación, en la Asociación Británica para el Estudio de la Utilización del Carbón (¡toma ya!). Y ahí es donde puedes ver lo que tienen en común el carbón y el ADN: y es que ambos (así como los virus y el grafito) tienen estructura helicoidal (con forma de hélice, or casi), ¿qué te parece? Pues Rosalind estudiaba eso.

En 1951, con 31 añitos, entró como investigadora en el londinense -y famoso- King´s College, trabajando para John Randall con fibra de ADN y difracción experimental (la difracción es la dispersión de un rayo de luz cuando colisiona con un obstáculo como por ejemplo otro rayo, un cuerpo opaco o una abertura estrecha).

Rosalind compartía el interés en el estudio del ADN con otro joven investigador del laboratorio, Maurice Wilkins (futuro Premio Nobel), aunque cada uno lideraba su propio equipo y proyectos. Aunque el mundillo universitario británico por aquella época no daba la bienvenida a las mujeres, Randall insistió en el proyecto del ADN y en utilizar los conocimientos de Rosalind Franklin como cristalógrafa de rayos-X para poder ver diferentes imágenes de la estructura del ADN.

Y, efectivamente, sus imágenes de la difracción de rayos-X de la molécula del ADN llevó al mundo científico a un mejor entendimiento de su estructura.

Fue su trabajo el que confirmó que el ADN tiene estructura helicoidal (hipótesis que ella ya había propuesto hacía dos años y que nunca le reconocieron), fue ella quien localizó los grupos del fosfato en el ADN y la que demostró que su columna vertebral (la del ADN, no la de ella) era exterior (si la nuestra fuera así, tendríamos el esqueleto por fuera y las carnes por dentro, ¡qué sexy!).

Cuando le quedaba solo una pieza final del jeroglífico de la estructura completa del ADN, dos frescos competidores, un tal James Watson y un tal Francis Crick, lo resolvieron en el último instante. ¿Y cómo pudo ser, dios míoooooo?

Cinco años después de que estos caraduras se adjudicasen la autoría del descubrimiento total de la estructura de la molécula del ADN y se llevasen el Premio Nobel en 1953, Rosalind Franklin murió de un cáncer de ovarios mientras lideraba la investigación sobre el virus de la polio.

Pero el tiempo todo lo desvela y lo pone en su sitio, nadie se va sin cobrar lo que le deben ni pagar sus deudas, y ahora se sabe que esos tres asquerosos se llevaron el Premio Nobel, sí, pero gracias a que Maurice Wilkins les pasó las imágenes de rayos-X de mi  Rosalind (ellos ni siquiera eran cristalógrafos, vaya nenazas) a cambio de aparecer como co-autor del descubrimiento, compartiendo el Nobel de 1953 con Watson y Crick. ¡Menudo trío!

 *     *     *     *

No sé si la estructura del ADN de nuestra felicidad es helicoidal o no, y no sé si tiene fosfatos como el jamón de York o grafito como los lápices; pero que tiene esqueleto y que podemos construirlo fuerte y mantener su columna vertebral imbatible, sí es cierto.

Al principio de mi proyecto, cuando tímidamente tanteaba a la gente para ver si estaba o no dispuesta a hablar de un tema tan personal y tan extravagante como la felicidad, me sorprendía cuando, de inmediato, las personas se abrían y me daban su opinión sobre el tema. Y si les daba un poco más de cuartelillo incluso me contaban experiencias y revelaciones personales que atesoraban como oro en paño. Ahora ya no soy tímida abordando el tema, pues he descubierto que todos, absolutamente todos, estamos apasionados por él, y cuando compartes con alguien tus teorías e inquietudes es cuando más frecuentemente descubres nuevas maneras y nuevas fortalezas que a lo mejor no habías descubierto en ti.

Ayer, desayunando con mi amiga Matilde, salió ¡cómo no!, el tema de la felicidad y descubrimos su columna vertebral y la forma de mantenerla recta y ejercitada. ¡Eso sí que fue una revelación!

La doctora Matilde Tricarico es médico pediatra y escritora también, y nos conocimos hace años por nuestro común amor a los libros. Nacida en Nápoles (pero ella no es de la Camorra, que conste), esta italiana se enamoró de un español y aquí la tenemos viviendo desde hace la tira de años. Está tan españolizada que me decía que ya no le sale escribir en italiano, que solo le sale escribir en español.

Matilde tenía tantas ganas de hablar y de escuchar como yo. Curiosamente, no nos interrumpimos en ningún momento. Cuando estás tan interesado en el tema que quieres saber todo lo que sabe el otro, no intentas imponer tus teorías (una de mis actividades favoritas) sino que te abres a otras. Ninguna sobre este tema puede ser desdeñada y, fuera de las drogas de diseño y el asesinato, todo lo que puedas probar buscando que tu felicidad sea consistente es digno de ello. E incluso esas dos teorías extremas tienen sus partidarios, todos lo sabemos…

Me contaba Matilde que su gran revelación había sido que ponerse en el primer lugar de su vida, antes que todo y todos los demás, era su fundamento de felicidad. Y que había sido hacía poco, en una situación casi límite.

Después de un terrible período de sufrimiento imposible y de llegar a increíbles niveles de infelicidad, en un momento dado, vió que “no pasaba nada”. Y eso, dice, ha cambiado su vida y la ha vuelto del revés… para bien y para siempre. Ha entendido que no es responsable emocionalmente –ni de ningún otro modo- de nadie más que de ella misma, y eso le ha encendido todas las bombillas. ¡Que está como iluminada, vaya!

Llegamos a la conclusión importante de que la columna vertebral de la felicidad es, precisamente, ponerte el primero de la cola en tu vida. Siempre he predicado el egoísmo con el ejemplo, y aunque mis hijas no han terminado de aprenderlo al ciento por ciento, tengo grandes esperanzas puestas en ellas.  No cejaré en mi empeño jamás.

Porque si no eres el primero en tu vida, siempre serás el último. En esto de la vida propia no hay lugares intermedios; no existe el segundo ni el quinto lugar, solo el primero y el último.

No entiendo bien esa fórmula de felicidad en forma de instrucción, tan famosa, de “Ámate a ti mismo”. Puede significar cualquier cosa, es tan poco concreta… Es igual que la de ama a tu prójimo como a ti mismo: farfolla pura, paja de relleno, gran frase vacía. Supongo que contiene –o quiere contener- lo que no se sabe verbalizar de otra manera, y es muy confuso. Dicho así, parece que no eres capaz de hacer algo fundamental, cuestión de vida o muerte (las tuyas), clave de tu felicidad.

Yo no sé si me amo a mi misma o no, y tampoco sé si Matilde lo hace (o si tampoco sabe ni lo que es, como yo). Pero sabemos algo con toda seguridad, que nos hace sentirnos profundamente satisfechas:

Sentimos activamente un respeto inquebrantable por nuestra persona, nuestras opiniones, por lo que hacemos, por nuestras intenciones, deseos y decisiones. Y sentimos un respeto profundo por el resto de las personas, opinen o no como nostras. 

Cometeremos errores de cálculo, indudablemente, pero el que no prueba no gana (se queda quieto-paráoh, como dicen en mi tierra, y tampoco pierde, es cierto. ¿O sí?). Y ni uno ni mil fallos desmerecen nuestra vida, en ningún sentido, ni un solo gramo. Aunque no descubramos la bombilla ni la estructura molecular del grafito, nuestra vida, como la de cualquiera, tiene un valor incalculable, se lo veamos o no. Y nada conseguirá que  nos convirtamos en voyeuses de nuestra propia vida o de nuestro entorno para no arriesgarnos a meter la pata.

Esto tiene mucho que ver con lo que descubrimos el otro día Idoia y  yo: a pesar de lo que digan otros, sus consejos y buenas intenciones (de las que no dudo), yo sé mejor que nadie lo que es bueno para mí. No siempre fue así, pero ahora lo es por decisión propia; y de forma irrevocable. Es posible que en muchos casos coincida mi opinión con uno de los consejos que me dan, solicitados o no, pero la decisión final es mía. La autoridad sobre nuestra propia vida la tenemos nosotros, y así es como debe ser. Ejerzámosla.

Por supuesto, es muy agradable que te quieran (aumenta, de hecho, tu índice de felicidad… si ya tienes uno), aprecien tu trabajo, sea remunerado o no, alaben tu gusto en decoración o aprecien lo cómodo que es charlar en tu jardín. Pero como comentábamos ayer Matilde y yo: no podemos gustar a todos. De la misma manera que no todos nos gustan a nosotros, que es la parte de esta ecuación que siempre se nos olvida. Para gustos, los colores. Y, además, los gustos también cambian con el tiempo; y eso también está bien. No hay que ser inflexible… :-D

Esa decisión de ser egoísta, junto con la de que no te puedes volver a permitir ser infeliz, es la columna vertebral de la felicidad. Una vez sostenidos por una buena columna, buscaremos momentos y actividades, personas y pasiones que la mantengan erguida. Para unos será su trabajo, para otros actividades de voluntariado, para los de más allá viajar todo lo que su dinero les de, para los de acullá contemplar a sus nietos o una puesta de sol; y para la mayoría, una mezcla de todo lo anterior y muchas cosas más, incluídos deportes, salidas con amigos, lecturas, baile…

Una vez bien armada la columna que garantizará una perfecta base feliz en nuestra vida, procederemos a armar el resto del esqueleto.

Y luego, haremos todo lo que se nos ocurra para que la felicidad pase a formar parte de nuestro ADN de forma irrevocable, como ahora lo es el miedo o el factor RH.


lunes, 22 de julio de 2013

Felicidad y Psicología Positiva: un buen tándem

La verdadera madurez llega cuando
tu reputación te importa CERO


Y siempre trae con ella una parte de tu felicidad.

Esa es la conclusión a la que llegamos ayer, con los pies encima de la mesa y un cigarro en la mano, mi amiga Idoia y yo después de una opípara comida compuesta básicamente de ensalada y helado de chocolate (este finde decidí que no comería nada que hubiese tenido cara). La frase es nuestra.

La conclusión a la que llegamos ayer tarde Idoia y yo es una conclusión importante; de hecho, es algo que todos sabemos aunque no siempre somos conscientes de saberlo. Caí en la cuenta mientras lo hablábamos, e intenté recordar cuándo supe que en mi caso ya había ocurrido. Me costó tiempo y conversación recordarlo, aunque no lo compartí con ella en ese momento [no debo ser todavía muy madura porque me dio apuro contárselo :) y mi excusa es que la conversación con Idoia estaba en un punto serio y la revelación de mi madurez se dió en una situación en extremo cómica].

A pesar de mi amor por llamar la atención desde que me sentí necesitada de hacerlo día y noche a raíz de mi incorporación a mi vida familiar nuclear a los ocho años, yo no sabía que ya era madura tan joven. Sabía que no tenía vergüenza, y que no me podía permitir tenerla, pero a esas edades no lo llamas madurez...

Por lo general, esos descubrimientos son personales pero no escandalosos ni fácilmente localizables. No parece que tu vida haya cambiado (aunque lo ha hecho, y mucho) porque no eres consciente de ese gran acontecimiento cuando ocurre. Pero un día, en un momento en el que lo que menos esperas es una revelación divina, ¡zas!, de repente actúas sin que te importe una mierda quién está mirando, sea conocido o no.

Esta conclusión es importante porque una de las cosas que con más frecuencia se interponen en nuestro camino a la felicidad es el qué dirán; y vivir de cara al balcón es frustrante y doloroso, pero sobre todo es inútil por lo imposible.

Pender de lo que otros piensan o dicen o esperan de ti es frustrante porque nunca cumples las expectativas ajenas (tú quieres hacerlo para que te tengan en alta estima) y, en caso de que alguna vez las cumplas, no será suficiente y los ajenos te exigirán más para darte el visto bueno. Es doloroso porque cuando no las cumples -casi nunca- te hacen saber implícita o explícitamente (y te quedas con la idea de) que no vales. Y sobre todo es inútil porque nunca cumplirás las expectativas ajenas por mucho que te esfuerces y, para cuando te des cuenta de eso, tampoco te quedarán muchas expectativas propias que cumplir. Y se te queda un vacío por dentro y una cara de tonto… Como diría la Faraona: “¿Y qué hago ahora toóh ese rato con lah manoh?”.

*   *   *   *   *

Mi ah-hah! momment, como lo llaman los americanos (nuestro “ajájá”) ocurrió en la esquina de la Gran Vía madrileña con la calle de la Montera, pegando a la barandilla del metro. Si hay un sitio en Madrid poco adecuado para pasar desapercibido es ése...

Un día soleado de otoño, contenta porque hacía ya semanas que no sentía miedo de nada. Tenía pinta de ir a ser un buen día.

Mi amiga Paloma y yo habíamos empezado ese curso la carrera de Teología, tema que nos atraía a ambas en igual medida pero por diferentes motivos. Como ya no éramos niñas, decidimos que teníamos derecho a hacer solo lo que nos apeteciera; así pues nos matriculamos solo en las asignaturas que nos sonaban bien y creíamos nos divertirían (Metafísica, Antropología filosófica y Cristología). ¿Que tardábamos veinte años a ese paso en terminar la carrera? Bueno, no pensábamos ejercer ni de cristólogas ni de metafísicas ni de antropólogas ni de filósofas... Al menos, profesionalmente. :-D

Ese día teníamos la intención honesta de acudir a nuestras clases en la Facultad anexa al Arzobispado, pero decidimos tomar un café antes. Nos encantaban nuestras clases, nuestros compañeros (el 90% seminaristas de 20 años y novicias o jóvenes monjas ya promesas), pero lo que más nos gustaba era escuchar al profesor Carlos Valverde, SJ, a pesar del hecho de que el primer día de clase nos echó abajo el Bachillerato entero (concretamente explicando el concepto real de “infinito”).

Pero ese sol al salir del metro, ese azul esplendoroso del cielo de Madrid (inigualable, digan lo que digan) y nuestra alegría por haber salido del túnel recientemente (ya habíamos entrado en el ataque de felicidad), todo ello junto, nos dejó a la puerta del metro pasmadas mirando hacia arriba, como si no lo hubiésemos visto nunca.

Nos quedamos así un rato que no debió de durar más de un minuto pero que, mientras duró, pareció una eternidad y menos de medio segundo, todo a la vez (otra ecuación de las que no cuadran). Un policía nos miró severamente mientras hacía ademán de que nos moviéramos y, entonces, todo estalló de la forma más tonta…

-¡¡¡Rosaaaaa, qué día es hoyyyy??? –me preguntó Paloma casi gritando

Yo no lo sabía, así que le pregunté al policía.

-28 de octubre, señoras –contestó el poli con cara de ajo.

Y Paloma se puso a reír excitadísima exclamando: “¡Rosa, es mi cumpleaños, es mi cumpleaños hoy!”, mientras corría pataleando sin moverse del sitio.

A la vez que Paloma seguía informando de fecha tan señalada muerta de risa, yo empecé también a pedalear braceando en el aire y gritando “¡¡¡¡Felicidades, Palo, felicidadessssss!!!!”.

El poli acercó la mano a la porra que le colgaba del cinto en un gesto de advertencia y dijo muy serio “Felicidades, señora”. La gente hizo corrillo a nuestro alrededor. En un intento de dar explicaciones, mientras seguíamos saltando y riendo, informamos a nuestro público del evento. Las personas que nos rodeaban empezaron a reír, felicitaron a Paloma y, a la vista del poli, se dispersaron. El poli se relajó.

Nos fuimos de allí la mar de contentas, cosa que celebramos haciendo pellas ese día. Cada equis metros nos parábamos y volvíamos a reír a carcajadas y a saltar en el sitio a la carrerilla. No podíamos parar de reír y nos atragantábamos al intentar ponernos serias. Nada, imposible dejar de reír. Yo no veía de los lagrimones que se acumulaban en el ojo; eran como un caño, nunca he tenido la vista tan nublada. Al final, tuvimos que dejarnos ir; ya se pasaría solo (¿o no?).

Muuuuuucho rato después nos tranquilizamos y nos paramos a tomar el café, en un  barecillo de la puerta del Sol, al lado de la zapatería Nuevos Guerrilleros. Me encantaba desde que era jovencita por sus sandwiches de tomate y huevo duro, bien pringados de mayonesa.

“¡Qué vergüenza!”, dijo Paloma mientras nos traían el café. Yo miré sorprendida su sonrisa de oreja a oreja y le pregunté si realmente le daba vergüenza lo que había pasado. Me dijo, muerta de risa, que ni un poco; es más, que le había puesto como una moto tener a tanta gente alrededor mirando y felicitándola. “Incluso el policía tuvo su gracia, ¿eh?”, me dijo.

-Pero -reflexionó mientras sorbía el café minutos más tarde-, ¿no debería darnos vergüenza?

-¿El quéeeee?

-Ya sabes, ese escándalo, con mi edad, en mitad de la calle, ese corrillo de gente felicitándome...

-¿Debería?

-No, supongo que algo que disfrutas tanto no es motivo de vergüenza -contestó un poco más tarde, aún dudando-... ¿Verdad?.

Temí que sus dudas echaran a perder el rato que estábamos pasando, así que para que no se sintiera sola en su (posible) vergüenza me eché un twist allí mismo en el bar y se le acabaron todas las dudas. Volvimos a atragantarnos de risa, esta vez poniéndonos perdidas las pecheras de café con leche. Por si le faltaba el punto a la i...

Horas más tarde, cuando revivía y re-disfrutaba la mañana, me llamó la atención el hecho de que Paloma dejara de tener dudas acerca de la legitimidad de su explosión en el momento en que se sintió acompañada en su "vergonzosa" felicidad. :-D

Y es que la felicidad debe ser compartida pues tiene alma gemela, como decía el romantiquísimo poeta inglés, Lord Byron (Londres, 1788 – Missolonghi, 1824). Llevaba toda la razón. Cuando la felicidad te desborda no tiene suficiente contigo; no puede evitar expandirse y espurrearse a tu alrededor. Y eso siempre es muy divertido (cuando aceptas el hecho de que no puedes controlarlo).


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Por lo general, los occidentales (y ya muchos orientales) adscriben el éxito a la acumulación de bienes materiales en forma de cuentas bancarias gordísimas, casas que hacen flipar al resto de la especie humana, ropas de marca y joyas que pesan quintales de oro, cuadros de precios ridículamente altos e ir a misa de doce (la más concurrida) con un visón -afeitado- hasta los pies.

En realidad, y bajo ese punto de vista, si no hubiese testigos de ese éxito, no habría tal éxito. Si no te aplaudieran, no serías. Si no te envidiaran, no existirías, no tendrías reputación. Y no tener reputación, buena o mala, es lo que te dejaría sin existencia. Mi madre siempre decía que había que dejar que los demás hablaran de ti, aunque fuera bien. Era bastante lapidaria en su ironía...

Pero está ya comprobado que ese tipo de éxito no da la felicidad. Es cierto que la aumenta momentáneamente en parte (y solo si te importa mucho el qué dirán), pero no la hace duradera ni más real. Del mismo modo que la ruina económica o la pérdida de un ser querido no tiene el poder de robarte la felicidad de forma permanente (aunque a veces pensemos que sí).

Como seres humanos poseemos una cualidad inherente a nuestra especie que psicólogos y economistas de todo el planeta llaman adaptación hedónica, es decir, la capacidad implícita que tenemos de buscar instintivamente el bienestar en todo momento, incluidos aquéllos de crisis ruinosas, loterías millonarias o tremendas pérdidas personales.

Esa capacidad que tenemos de adaptación a los grandes cambios de la vida quizás explicaría, más o menos científicamente, el hecho de que las fuertes emociones que generan la extrema excitación de la victoria o la terrible agonía del siniestro total acaban por aflojar con el tiempo. Somos capaces de superar, en la misma medida, la pérdida del ser más cercano a nosotros como que nos toque el gordo de la lotería… si no hacemos nada contra natura para impedirlo (pensamiento circular, por ejemplo). De hecho, al año de un acontecimiento bestia (bueno o malo), el humano medio vuelve a su estado de felicidad previo, si no hace nada para mejorarlo o empeorarlo.

Aunque es cierto y comprobable que cualquier hecho de este tipo y envergadura te cambia la vida drásticamente y para siempre en un minuto, es nuestra resistencia o aceptación positiva (que no resignación) ante el acontecimiento la que hace que estos cambios sean para bien o para mal.

Ya sé que soy muy pesada con esto, pero no me cansaré de repetirlo… (y por si no has leído los artículos anteriores del blog).

Volvemos al punto de inicio de todo: lo que inclina la balanza hacia un lado u otro es nuestra actitud.

Aunque ahora se sabe que tenemos una ayuda extra y podemos aprovecharla: nuestra tendencia natural hacia el bienestar. Y para los incrédulos y escépticos, que sepan que son conclusiones de estudios importantes llevados a cabo científicamente por psicólogos en universidades de todo el mundo (aunque más en EE.UU., como siempre).

Son estudiosos y practicantes de la llamada Psicología Positiva, y tienen muy poco en común con el Dr. Freud quien, como todos sabemos, basó sus teorías en el pene masculino y la frustración de la mujer por no tener uno. Por no hablar de sus teorías sobre los sueños.

Tengo que preguntarle a mi amiga psicóloga, Encarna Nouvilas, que qué piensa de Freud, que no hemos hablado de eso.

Yo creo que está muy demodé el hombre, aunque tengo la esperanza de que, antes de morir, descubriera que un puro podía ser solo un puro y ya está…

lunes, 15 de julio de 2013

Felicidad práctica en positivo: Resistiré

Me gustaría mucho tener una perfecta comprensión de todas las cosas,
pero no estoy dispuesto a pagar su alto precio.
Mi intención es avanzar con calma, y no con dificultades,
lo que me queda de vida.
Michel de Montaigne

Mirar el lado brillante de las cosas

Yo creo que de las técnicas clásicas de felicidad, esta es la más básica y la primera que tenemos que adoptar. En realidad, el resto, sean tuyas o de autores consagrados, son hijos -legítimos o bastardos- de ésta. Sin ella, ninguna otra sirve. (Lo he probado para atajar; no funciona)

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En la conferencia bianual de la Society for Research in Child Development (sociedad norteamericana para la investigación del desarrollo infantil) celebrada en 2008, se presentó un estudio que habían llevado a cabo de forma conjunta las universidades de Jacksonville  y de California-Davis en niños cuyas edades iban de los 5 a los 10 años.

Estos niños escuchaban seis historias ilustradas en las que dos personajes experimentan, juntos, un mismo acontecimiento positivo (y se sentían bien), un mismo acontecimiento negativo (y se sentían mal) y un acontecimiento neutro -o ambiguo (y se sentían bien).

Después de cada acontecimiento, uno de los personajes de los cuentos piensa un pensamiento positivo y su compañero de aventuras piensa un pensamiento negativo. Los niños objeto de estudio debían comentar luego las historias.

Los niños que colaboraron en el estudio (no lo olvidemos: 5 a 10 años) predijeron y explicaron, razonando sus conclusiones, las emociones de cada uno de los dos personajes protagonistas de estos seis cuentos. Los resultados de este estudio mostraron que, en los niños de entre 5 y 10 años, existe un desarrollo emocional significativo cuando comprenden que pensar en positivo mejora notablemente el estado emocional propio y que aferrarnos al lado negativo de las cosas nos induce a sentirnos peor. El estudio concluía que,  a esas edades, cuando se razona acerca de los acontecimientos neutros o positivos, se da un más temprano y claro desarrollo emocional positivo.

Según el estudio, el nivel de optimismo y esperanza de los padres predicen, en mayor o menor medida, la asociación que hará el niño, ya a temprana edad, acerca de las conexiones pensamiento-emoción; y esto es, junto con la edad, lo que ayudará al niño a percibir y aprehender (osea, a hacer suyos) los beneficios del pensamiento positivo versus la mirada pesimista sobre cualquier experiencia considerada negativa.

Otros estudios basados en investigaciones con grupos familiares variados, cuyas trayectorias fueron seguidas hasta durante treinta años, unos padres optimistas propiciarán que sus hijos sean abiertos, seguros de sí mismos, y confiados en sus propias habilidades y decisiones. Estos niños desarrollarán también un sano sentido del humor, relaciones de amistad importantes y duraderas y una conexión con el mundo que los rodea fluida y apreciativa. Al margen de todo esto, estos niños se centrarán en su propio desarrollo con curiosidad y expectación, sortearán obstáculos con facilidad de perspectiva y, antes o después, tendrán éxito en todo cuanto emprendan (lo que no significa, recordemoslo, que estos futuros adultos elegirán la fama y el dinero como símbolos de su éxito).  

Ojo también a este dato importante:  Se ha demostrado que todo niño percibe con claridad quién es feliz y quién mira la vida con tristeza, desesperanza o pesimismo. Y, al igual que con el optimismo, si el pesimista es una autoridad en su vida, el niño copiará el modelo de comportamiento. Es otra de esas pocas ecuaciones que no fallan...

*     *     *

No nacemos pesimistas, a pesar de nuestro pecado original :-D. Tampoco nos sentimos inseguros, y siendo bebés solo tenemos miedo ante los ruidos fuertes o a la pérdida del apoyo físico (una caída, por ejemplo), ambos conectados con la historia humana de la supervivencia. El resto de miedos son adquiridos a lo largo de los años y en un grandísimo porcentaje son debidos a nuestra imaginación y a la intervención directa de padres y/o cuidadores.

¿Ya de pequeños imaginamos lo peor?. Sí y no. El hombre del saco, el tío que asó la manteca (qué idiotez), el lobo y similares son bastones muy cómodos para padres y cuidadores que quieren seguir viendo la tele o leyendo una novela sin que el niño los moleste y se duerma cuanto antes. Pero el niño siempre intenta imaginar aquello que le cuentan y, en su fértil mente, procesa el asunto de aquellas maneras. Su memoria visual hace el resto...

Al final, la ausencia de felicidad o la incapacidad para creer en ella y buscarla con ahínco, tiene mucho que ver con el miedo y la desesperanza que experimentamos a temprana edad cuando perdemos apoyos importantes.

No hace mucho, la comunidad científica tradicional se rindió a la física cuántica que ya ha demostrado un par de cosas que sabíamos pero que olvidamos:

1.- El pensamiento es la actividad principal de la mente, y puede ser de carácter creativo, estratégico, previsor, de futuro, de pasado (recuerdo), etc. Según la Wikipedia (que ya lo consulto todo, por si acaso) se llama pensamiento a todo aquello que es traído a existencia mediante la actividad del intelecto.

Los pensamientos están formados, o mejor dicho son energía (como todo lo demás que existe en el universo) y por ello susceptibles de transformación, libre movimiento interespacial y todas esas cualidades tan cósmicas y misteriosas que nos producen tanta inquietud desde el momento en que empezamos a creer que tienen el poder de asustarnos. O peor, que los pensamientos negativos son más reales y tienen cualidades de videncia y precisión futura de las que adolecen los pensamientos positivos ya que éstos, en el fondo, son tonterías propias de Pollyana. Todo ello inexacto, ya que

2.- Los pensamientos son neutros, por muy mala pinta que tenga el cuadro mental, y solo cambian del género neutro a positivo o negativo cuando decidimos -consciente o inconscientemente- darles bola mediante nuestra reacción a ellos.

Vienen y van, en primera instancia, a su antojo; son los habitantes de un buffet de energías que, coquetas, pasean contoneándose por tu espacio mental. Pero al igual que ni el zumo de naranja -que te encanta- o los arenques ahumados -que te horripilan- saltan a tu boca y pasan a tu estómago directamente sin tu intervención, los pensamientos no tienen la capacidad de aferrarse a nuestras neuronas sin nuestro consentimiento ni luchan con desesperación por su supervivencia allí. No tienen un interés especial en que los elijas de entre los otros millones que vienen y van; solo quieren lucirse, sin más pretensiones. Son como niños :-D.

Al igual que eliges para desayunar zumo y tostadas, o leche y cruasán, o agua y huevos revueltos de entre todas las posibilidades que el buffet de un buen hotel te ofrece, también puedes elegir los pensamientos que te apetezcan y desechar o pasar por alto los que no te gustan. Pero, por regla general, ese factor no lo tenemos en cuenta y nos convencemos de la veracidad indiscutible, sin molestarnos en estudiar el porqué, de aquello que nos provoca  o un gran rechazo o una alta concentración de alegría en nuestro body. Está bien aceptar aquellos pensamientos que te gustan sin razonarlos, pero es peligroso aceptar los que no te gustan sin darles un mínimo repaso.

Toda moneda tiene siempre dos caras (al menos mientras vivamos en esta dimensión, lo siento), y siempre podemos elegir con cuál nos quedamos. Si todo tiene un 50% de posibilidades, ¿por qué no elegir el 50% optimista? Total, en el peor de los casos (que finalmente ocurra ese horror al que das detalles con toda minuciosidad) o en el caso de que no ocurra nada, te habrás ahorrado los malos ratos desde que empiezas a darle forma en tu cabeza hasta que se convierte en realidad. Y en el mejor de los casos, al buen rato que pasas recreándote en los detalles de la posibilidad mejorada, añades luego el alegrón que finalmente te llevas cuando ocurra lo mejor de entre todos los probables. :-D

En cualquier caso, decides tú y no tu pensamiento que, animalico, se limita a cumplir la función que se le asignó: presentarte diversas posibilidades para que elijas la que desees.

Al optimista se lo ha llamado de de muchas maneras: ingenuo, cándido, utópico... hasta el punto de que ya son casi universalmente sinónimos. Al pesimista, en cambio, se lo llama con reverente admiración realista, razonable, sensato... Si te fijas bien, quien acuña esos términos en realidad es el pesimista, el desesperanzado, el que siempre ve el lado oscuro de las cosas porque siempre está en la realidad (que es solo la suya). También es el pesimista el que dice cosas del estilo de "es que soy así", "no lo puedo remediar", "es mi forma de ser, mi cerebro es crítico por naturaleza", etc.

Imagínate qué sería hoy del mundo si los pesimistas llevaran razón. Si entre sus hordas se encontraran Edison (993 fallos hasta que hizo funcionar la bombilla), Newton, Einstein, Bill Gates, mi madre y mi abuela Lola, Abraham Lincoln o Benjamin Franklin, ¿cómo sería hoy nuestro mundo?... Y no todos eran ricos de familia y contaban con medios para llevar a cabo sus proyectos, ni todos contaban con una excelente salud; Margaret Mitchell, por ejemplo, escribió Lo que el viento se llevó (Premio Pulitzer además de superventas de todos los tiempos) mientras se recuperaba en cama de un pie destrozado en un accidente.

Todos estos ingenuos y utópicos seres han demostrado, con su actitud y sus pensamientos, que eso que pensaron o soñaron un día existe y lo trajeron a la realidad con optimismo, perseverancia y pasión. Y, a nivel de calle, tú puedes hacer lo mismo por tu felicidad. No tienes que inventar la bombilla, plagar el universo de ordenadores personales o crear un método nuevo de injerto sustitutivo de tejido humano; solo tienes que cambiar un pensamiento por otro. Nada más. Y nada menos.

Los pensamientos de nostalgia, fracaso y previsión de futuro negrísimo, no te ayudan; de hecho, te desayudan minimizando tu fuerza y tu energía: ya estás vencido antes de empezar. Los proyectos que te ilusionan, los recuerdos queridos, los pensamientos de triunfo, salud, milagros y fiesta total elevan tu vida a la centésima potencia o más.

Solo tienes que elegir ese pensamiento que apoye y mejore tu actitud, el mejor pensamiento de tu más feliz vida probable. Soñar y pensar es gratis pero genera altos rendimientos y otorga unos premios inapreciables... O los peores castigos.


La mala noticia, como ya anticipé tiempo atrás, es que es un trabajo de toda la vida... Pero al igual que un día nos habituamos a ver el lado oscuro, podemos hoy habituarnos a lo contrario. Puede que te cueste algún tiempo y esfuerzo, posiblemente sientas en ocasiones la tentación de volver al camino trillado. No lo hagas. Lo importante es RESISTIR y, en un momento dado, verás que has trillado una nueva vía de tanto pasar por ella. Ese es el objetivo.

Siempre, siempre, eliges tú... ¡Qué buena noticia! ¿Qué vas a hacer con ella?  :-D

martes, 9 de julio de 2013

Felicidad Práctica: Introducción

La felicidad humana generalmente no se logra con
grandes golpes de suerte, que pueden ocurrir
pocas veces, sino con pequeñas cosas
que ocurren todos los días.
Benjamín Franklin


Bueno, no sé qué pensarán aquéllos a los que les haya tocado la lotería, hayan sacado el número uno en la oposición que llevan preparando años o aquél que experimente una remisión espontánea de una enfermedad diagnosticada como terminal....

El caso es que sigo insistiendo en que es cuestión de actitud. Al parecer, cuentan mucho la perseverancia, no perder de vista el alcanzar el objetivo, no perder la esperanza (o recuperarla en cuanto se pierde) en lo perseguido y confiar en uno mismo (sea eso lo que sea).

Os apunto unas cuantas de las recetas clásicas de la felicidad. Tampoco quiero abrumarte con mis conocimientos... Algunas me han dado resultado y otras no, pero cada uno piensa con su cabeza y siente con su corazón, así que resulta que cada uno somos un mundo y, además, llevamos otro dentro. No quiero dejar fuera de concurso ninguna de las clásicas, porque las que no me dieron resultado a mí puede que te sirvan a ti... y viceversa.

En el conjunto de los dos millones trescientos mil libros que en su día me leí sobre la felicidad, se está de acuerdo en varios sine qua nones:

-Piensa siempre, siempre en positivo. Toda moneda tiene dos caras invariablemente (esta ecuación no falla, es de las pocas...)

- Medita. La forma más fácil es contar mientras respiras (nunca lo puedes hacer mal, sea lo que sea que pase por tu cabeza, vuelve a centrarte en tu respiración, todas las veces que sean necesarias).

-Haz una lista de cosas que te guste hacer

-Busca un rato para hacer algo de tu lista a diario, SEA LO QUE SEA (comer chorizo, ver televisión, leer, bailar, jugar con tu gato...)

-Aprende a decir no (esta no es fácil, aviso con tiempo; pero una vez aprendida no se desaprende)

- Dedica más tiempo a la familia y los amigos

-Equilibra tus emociones (si algo te altera cuenta hasta diez antes de reaccionar; imagínate dando un paso atrás; escribe una carta al causante de ello, bien sea el Universo, Dios, tu padre o tu ex... pero no la mandes de inmediato, déjala reposar tres días y luego decide si la rompes o la envías)

-Duerme lo suficiente (descansando, no cuentan las horas que te hacen saltar en la cama :-D)

-Haz algo por ti mismo una vez al día

-Haz algo por tu casa una vez al día (¿ordenar armarios?)

-Haz algo por otro una vez al día

-Antes de dormir, piensa en algo bueno que haya ocurrido; busca, siempre se encuentra... :-D

De momento, te dejo estas instrucciones. Haz la que más te "resuene", o todas si te resuenan todas. Piensa en ellas antes de decidirte, aunque también está bien equivocarse, ya lo sabes; como en todo, el método de la prueba-error es el mejor a la hora de buscar la propia felicidad.

No tomes un error como un fracaso; no lo es nunca. Es otra forma de descubrir lo que no te da resultado a tí. Pruebas, fallas y... A otra cosa mariposa.

Y si alguna te da resultado enseguida, o tienes ya una receta de felicidad que nunca te falla, no dejes de compartirla, por favor; lo haremos saber aquí para que otros tengamos la oportunidad de probarlo.

Ánimo, que todos estamos en lo mismo...

miércoles, 3 de julio de 2013

Lujuria bíblica II: Tus pechos cántaros de miel


Pero el rey Salomón amó, además de a la hija de Faraón, a muchas mujeres extranjeras;
a las de Moab, a las de Amón, a las de Edom, a las de Sidón, y a las heteas.
A éstas, pues, se juntó Salomón con amor. 
Y tuvo setecientas mujeres reinas y trescientas concubinas...
(1 Reyes, 11:1-3) 


Bien es cierto que, a excepción de a su primera esposa, Abisag, y a Bilkis, reina de Saba, parece que Salomón a sus otras mujeres las encandiló con propósitos no amorosos. Cada vez que se casaba con una o se la quedaba de concubina, se anexionaba un paraje protegido por dioses distintos a Yahvé; a Salomón le daba igual desierto que latifundio que oasis,  que católicas que protestantes: no tenía prejuicios. Al final, la finca de Salomón tenía un montón de hectáreas: a desde el Nilo, en Egipto, hasta Mesopotamia, que fué lo que heredó de David, se le unen las mil parcelas (una por casorio) que va conquistando el rey sabio a lo largo de sus bodas y francos concubinatos. Más que un Imperio, de todos modos, aquello era un emporio, pues los reyes que le rendían tributo seguían siendo reyes de sus propias tierras y no le cedían su título de tales. O sea, que para nada tenía tantos títulos como Cayetana de Alba; ni lo sueñe Salomón.

A pesar de que Yahvé lo hizo prosperar y todo lo que tocaba florecía (construcciones, reinos anexados, comercios varios y puestos aduaneros millonarios, etc), Salomón sufría de inquietud, animalico. No sabía qué quería ni qué le faltaba, pero no se sentía completo. Así que habló con Dios y le pidió un deseo: un corazón sabio para saber juzgar a los hombres de forma justa. Dios se sintió muy orgulloso de la petición de Salomón, hijo de su favorito David, y se lo concedió. Y ya todos conocemos la leyenda más morbosa de su sabiduría: tuvo la genial idea de partir por la mitad al niño por el que peleaban dos putas y bla, bla, bla... A mí que me digan que eso es sabiduría. Los cocientes de inteligencia y justicia de los líderes no sé si han subido o han bajado con el paso del tiempo, pero no pueden ser más diferentes dependiendo de la época (¿por fortuna?).

*     *     *

A la muerte de David, Abisag subió de categoría, pues pasó de última concubina del Amado por Dios (David) a primera esposa de Salomón (estas uniones encadenadas eran requisito principalísimo para que se reconociera al hijo como sucesor del rey muerto). Pero murió al dar a luz a su primera y única hija (que para nada significaba que sería la cuarta reina de Israel con mandato, eso no existe). Salomón se quedó muy tristísimo y se dedicó a engrandecer el nombre de Dios. Le construyó un templo que te pasas; vamos que tardaron tres años en poner los cimientos, imagina, vecina el tamaño. Luego, hasta que estuvo rematado el ultimísimo detalle, pasaron otros ocho años; en total once. Terminado el templo, otros once meses solo para preparar el lugar santo, trasladar el Arca de la Alianza y todos sus utensilios desde la bendita Sión y, finalmente, encajarla allí. Que digo yo que mucha sabiduría mucha sabiduría, y se calcula fatal lo que puede tardar un Arca de la Alianza en cruzar el patio.... Quizás el 11 es otro número importante en la tradición divina como el 7, que es el mío, pero creo que no es el del cáculo mental precisamente...

El templo estaba construído en madera de acacia negra pues, a pesar de estar en la edad de los metales y tener acceso directo al Altísimo, aún no les había sido revelada la ecuación fuego + madera = superincendio (y luego pasó lo que pasó). El templo contenía en su interior, además de patios y columnas y fuentes la llamada "casa de adentro", o lugar santísimo, donde Yahvé habitaría con los ojos abiertos día y noche. Suelos, paredes y techos interiores cubiertos de la madera de cedros del Líbano (sigue la ecuación incendiaria). La casa de adentro fué recubierta entera de oro, así como se hicieron también del noble metal toda la vajilla y utensilios necesarios para el culto, incluído el cáliz que luego sería famoso por su nick: Santo Grial. Además, también fabricó en oro el altar, la tabla y los querubines que custodiaban el arca, la mesa de despacho, cinco columnas a la izquierda y cinco a la derecha del tabernáculo, el quicio de la puerta que daba acceso a la Tesorería de Yahvé (lo dice la Biblia, tenía tesorería) donde se guardaban más cuencos y cucharillas; cántaros, despabiladeras, tazas e incensarios, también de oro purísimo, así como los quiciales de las puertas del templo. Vamos, que cualquier novia hubiera envidiado semejante ajuar, y cualquier gitano los oros divinos. Pa cadenas, las de Dios. (Sinceramente, no me extraña que Dios no se animase a reverlárseles físicamente, porque vaya batiburrillo de oros le hubieran colgado de cuello y muñecas, por no hablar de la corona que le hubieran cascado tipo tarta nupcial pero de oro. Si yo hubiera sido Dios tampoco me hubiera revelado a los humanos en aquel momento: me hubiera quedado acojonada en  un rincón el cielo para que ni me vieran. ¿Pa qué querré yo tanta vajilla de oro si no tengo boca pa comer?, me hubiera preguntado sorprendida. Y no quiero pensar en la mesa de despacho).

Pero el rey Salomón era muy feliz, y toda la congregación de Israel que se había reunido con él estaba con él delante del arca, sacrificando ovejas y bueyes, que por la multitud no se podían contar ni numerar. Total, que recién estrenado el templo, en una orgía de matadores y matados pusieron todo aquello perdido de sangre en solo una tarde (que no tardaron más, eh, que luego era sabath [viernes] y no se podían ni mover).

Bueno, vamos a lo nuestro, que es la felicidad que procura la lujuria festiva al rey sabio... antes de las consecuencias. En la persona de Salomón se supera con creces todo lo conocido antes o después de su reinado a este respecto.

Bilkis-Makeda, reina de Saba

6:4 ¡Eres bella, amiga mía, como Tirsá,
hermosa como Jerusalén!
6:5 Aparta de mí tus ojos,
porque me fascinan.
Tus cabellos son un rebaño de cabras
que bajan por las laderas de Galaad.
6:6 Tus dientes, como un rebaño de ovejas
que acaban de bañarse:
todas ellas han tenido mellizos
y no hay ninguna estéril. 

(Cantar de los Cantares, cap. 6, Canto V)


Hombre, no se puede decir que Salomón piropeara con gracia y, desde luego, sus palabras en momentos íntimos no parecen -desde mi humilde punto de vista- las más acertadas... A menos que por aquel entonces las cabras corriendo monte Galaad abajo fuera el no va más del erotismo de la época, cosa que no podemos juzgar por razones evidentes de lejanía en el tiempo y el espacio. 


Yo no sabría cómo tomarme que un hombre atractivo y viril me dijera -aun enajenados ambos de amor y pasión- que mis cabellos son un rebaño de cabras fértiles que bajan por las laderas de Galaad con (¿cabritos?) mellizos a cuestas. O comparara mis dientes con ovejas, recién bañadas eso sí. Pero desde luego esa noche no me lleva a la cama. De pocas cosas estoy segura en esta vida y mucho menos en las otras, pero esa es una de ellas.


Hay maneras muy peculiares de seducir y gustos para todo, pero el Cantar de los Cantares es de lo menos porno que yo he leído en mi vida. Y eso que literariamente es bellísimo, léelo que vale la pena (son solo ocho capítulos con cinco o seis cantos cada uno, veinte minutos en total). Pero, chico, como canto amoroso me pone cero.


Posiblemente a Abisag (última concubina de David y primera esposa de Salomón,  todo está conectado) y a todas sus otras mujeres ese tipo de piropos les encendía el cuerpo y el alma con el fuego abrasador de la lujuria, porque lo que es un hecho irrebatible es que Salomón se las llevaba al huerto a todas. Aunque dicen que, muerta Abisag, nunca volvió a amar de verdad hasta que vió entrar por las puertas de Sión a la Reina de Saba en todo su esplendor. Creo que se quedó loquísimo con ella.

El porte imperial de Bilkis y su mirada altiva se mantuvieron inalterables mientras depositaba con gracia natural toneladas de oro, especias, esencias y piedras preciosas a los pies del rey sabio, y eso lo conmovió profundamente, pues más parecía estar recibiendo un regalo que entregándolo, tal era su donosura.

Claro que también se quedó muy sorprendido porque... ¡oh, sorpresa! Bilkis era de piel oscura y se parecía cero a Gina Lollobrigida (para saber el tono exacto de su piel sólo recordar que, según la tradición abisinia, Haile Selassie -que en paz descanse- era su 2.250 descendiente directo). Por cierto, Makeda era su nombre abisinio y Saba  estaba entre Abisinia (hoy Etiopía) y Yemen (donde la pesca del salmón), que es que nunca sabemos dónde situarla. Ambos países declaran muy seriamente y con tono de advertencia que Bilkis-Makeda nació y fué enterrada en ellos. ¿Is dat pósibol?


Ya hemos visto que la lujuria salomónica era un poco campera, con cabras mellizas y ovejas recién bañadas, todas ellas fértiles.

¿Qué pensaría Bilkis, la esplendorosa reina de Saba, cuando Salomón le hiciera proposiciones? Se quedaría de queso. Con todo su almizcle dulce, su piel canela brillante de aceites de cedro y acacia perfumada de cardamomo y gengibre, sus pies oliendo a nardo y oro en polvo regado por sus cabellos trenzados de esmeraldas, que para nada parecían cabras retozonas, ¿qué pensaría de los piropos acerca de su parecido con la bella Tirsá (sea eso lo que sea) y la hermosa Jerusalén? Pues en la Biblia no hay constancia (o mi paciencia buscando la noche de bodas no ha llegado a término), pero en la maravillosa novela ¿histórica? de India Edghill, Wisdom's Daughter: Solomon and Sheba, queda muy claro que tardaron meses en yacer juntos. Imagino que todo es acostumbrarse...

Supongo que, durante los meses que no se animaron a yacer juntos, se entretuvieron con lo que cuenta la Biblia sobre el acoso intelectual al que Salomón fué sometido por la bella de piel canela y dientes de perlas (pero ¿de dónde me he sacado yo lo de los cántaros de miel que no aparecen por ningún lado en el Cantar de los Cantares?). Inteligentísima también ella, quiso poner a prueba la famosa sabiduría de Salomón. Los profetas habían predicho que un día su igual (en chica) vendría a él y se unirían en matrimonio sagrado. Y así fué: él vio la inteligencia y la belleza de ella y supo que había encontrado a su alma gemela. Ella vió la grandeza y el esplendor de él, y supo lo mismo lo mismo. Profecía cumplida.

Total, que la cosa estaba hecha en los cielos pero tardaron taaaaaanto en llevarla a cabo en la tierra.... Eso sí, que cuando por fin "se conocieron" debió de valer la pena la espera porque "...y se unieron en carne permanecieron en la cámara nupcial durante el ciclo completo de una luna, en un lugar de verdad y conciencia, y no permitieron que nada se interpusiera en su unión, y durante ese tiempo les fueron desvelados los secretos del universo: juntos descubrieron los misterios que Dios compartía con el mundo. Y quien tenga oidos que oiga...". 

Y se quedó embarazada, que tiempo dió, digo yo, del hijo de ambos, el morenillo Manelik, que nunca fué rey de Israel.

Me quedo perpleja con Salomón porque, teniendo en jaque a mil chicas alborotadas y celosas, tener fuerzas también para pasar un mes sin salir de la cámara nupcial, uniéndose en carne  a Bilkis y desvelando misterios divinos de profundidad cósmica, te obliga a mirar a cualquier hombre por encima del hombro, y eso es un problema a la larga... O la Biblia cuenta trolas o de verdad que Dios estaba de parte de Salomón alentándolo y dándole ánimos (tú puedes, tú puedes). En fin, que a partir de ahora pienso proclamar la lujuria salomónica con tanta admiración como su sabiduría. Vamos, que se lo merece el chico.

Finalmente, Bilkis-Makeda cayó en la cuenta de que su reino, que había dejado hacía ya muchas lunas, estaría falto de orden y juicio. Así que, cogiendo al hijo moreno del amor y a todo su séquito y equipaje, se volvió a sus tierras y recuperó las riendas de su vida. En cambio, Salomón perdió las riendas de la suya...

Loco de nostalgia, incapaz de emitir un juicio sabio (seguramente la historia del niño cortado por la mitad será de esta época), empezó a desoír los mandatos de Yahvé y construyó templos para los dioses de sus numerosas mujeres, que querían sus propias divinidades en casa. Y Dios le avisó de que su reino sería repartido y él sería el último rey de Israel, al que no lo liquidaba allí mismo y lo dejaba en la calle porque era hijo de su amado David. Oye, y cumplió todo lo que había prometido: con el tiempo, de latifundio aquello se convirtió en muchas parcelillas de nada, y solo de una fué rey su hijo Jeroboam: la de Judá. Volvemos al principio, todo es alfa y omega. ¡Hala, otra vez todas las tribus desperdigadas!.

Personalmente, aquí me parece que Dios fué poco comprensivo y muy impaciente retirándole el favor de forma tan drástica al hijo de su Amado. ¿Quién no diría a todo que sí a mil mujeres furiosas y pidonas que se desataron de alivio a la marcha de la bella Sheba? Mil mujeres que solo pedían templos para sus propios dioses, al fin y al cabo. ¿Yahvé era celoso por aquel entonces?

Como su padre, Salomón vertió su pena y arrepentimiento en la escitura. No solo escribió los dos libros de Reyes y el Cantar de los Cantares, sino también el Eclesiastés, libro dedicado exclusivamente a advertir y aconsejar al pueblo en contra de seguir sus pasos en pos de la avaricia, los deseos de abarcar reinos infinitos y cobrar impuestos imposibles con el supuesto fin de engrandecer el reino de Yahvé; que no era cierto, porque el que luego disfrutaba de tanto oro, palacios y lujos no era precisamente Yahvé. Pero sus libros no debieron de gustarle al Altísimo tanto como los de su David, porque cumplió todas y cada una de sus amenazas y con Salomón se terminó el emporio que, con tanto trabajo, principió el guerrero Saúl. En total, Salomón reinó cuarenta años (estamos en el siglo X a.C.), pero los últimos, sin Dios y sin Bilkis, no fueron los mejores de su vida... (pero el mes que se tiró en la cámara nupcial no se lo quita nadie, eh?).

De aquella época de grandeza terrenal nos queda hoy, 3.000 años después, el Muro de las Lamentaciones; su nombre lo dice todo.

Pero sobre todo nos queda la idea -y eso es lo preocupante- de que, con un Padre celestial así, ¿quién necesita otro terrenal? (¿o una suegra?)

Llegué hace tiempo a la conclusión de que lo de renovarse o morir es más urgente de lo que parece...