domingo, 25 de agosto de 2013

Relaciones (I): Yo, Mi, Me, Conmigo...

Todo hombre es tonto de remate al menos durante cinco minutos al día.
La sabiduría consiste en no rebasar el límite.
Elbert Hubbard (ensayista estadounidense)



Facebook ha decidido que este verano tengo una relación sentimental complicada. Y no le falta razón...

Anteayer leí en mi Facebook que varias amigas mías, sin novio conocido durane años, tienen pareja. Este verano han encontrado su media naranja; o, al menos, tienen la suficiente fe en haberlo hecho como para iniciar una relación y reflejarlo en su perfil de Facebook: María C. tiene una relación con Joaquín P; Elisa V. tiene una relación con Paco M.; Susana F-C tiene una relación con Maricarmen B. (¡¡¡sorpresa!!!); una querida amiga puertorriqueña se ha comprometido a la antigua usanza: brillantazo en el dedo anular; será su segunda boda... Todos estos anuncios en los perfiles vienen seguidos de un corazón rojo vivo. Incluso mi amiga de la infancia, Rosamari M., nos ha anunciado al grupo su boda para septiembre (no en Facebook; también será su segunda boda. Y mi amiga Mayte de Altea, cantante de ópera, ¡¡¡se ha casado again!!! Bueno, eso no ha sido taaaaan sorpresa, porque se ha casado con el que llevaba siendo su marido de hecho ¿veinte, veinticinco años? Hasta mi amiga Edi le dió el sí quiero a su churri el invierno pasado, después de cientos de años intentando convencerla, entre todos los que la queremos, de que lo hiciera (somos muchos).

O sea, que todos éstos últimos no son ligues de verano, parece que tienen la intención de seguir juntos por toda la eternidad (dure ésta lo que dure). Así sea amén Jesús.

Un poco envidiosa ante tanta buena noticia romancil -y algo preocupada por no tener reflejado en mi biografía mi status sentimental- , decido no ser menos y especificar mi realidad en Facebook (si no estás en las redes no existes; lo sabes, ¿verdad?). Aunque esa mi realidad pueda parecer triste a muchas mujeres deseosas de pareja estable, no lo es. Es... diferente.

Me meto en el apartijo Información y me voy a la casilla de "Situación sentimental..." (te dan a elegir varios modelos incluidos el de viuda y soltera) y luego a la de "con...." (y aquí rellenas con el nombre del amado/a). El corazón rojo sangre no aparece por ningún lado, se ve que la máquina lo añade luego a su discreción para darle más ínfulas de felicidad a tu estado, dependiendo del que sea tu estado.

Veamos, ¿tengo una relación importante, sí o no? Sí, la tengo. Así que pincho en "tiene una relación", y cuando estoy pinchando eso, veo que tengo la opción de poner la verdad ("tiene una relación abierta"). Me siento inclinada a la sinceridad en la red y pincho ésa, que se acerca mucho más a mi realidad verdadera :-D. Y llego al "con...". Oooops, ¿y cómo pongo "conmigo misma"? Pues así mismo, "conmigo misma". No me la acepta, y todo rebota automáticamente a EN BLANCO. Repito los pasos del 1 al 3. Mismo resultado. En blanco.

Pienso un poco y caigo: ¡claro! hay que ponerlo con mayúsculas. Repito el paso 3 y pongo "Migo Misma" y le doy a guardar. La máquina se lo piensa también un poco y toma una decisión. Vuelve a dejar la casilla EN BLANCO. ¿Jelóuuuuu?

Le doy al asunto otro par de vueltas, y vuelvo a caer: ¡tengo que poner nombre y apellidos reales! ¡Qué boba! (¿y cómo sabe la máquina que Migo Misma no es mi nombre y apellido real? I wonder. Decido no preocuparme por ese asunto). Muy contenta por mi perspicacia, relleno la casilla con el nombre de mi amado, Rosa H. Mula, y le doy a guardar. Posiblemente, al especificar el nombre de mi amado, me casque un corazón rojo pasión detrás de mi propio nombre :-D; me pongo tan contenta.

Pero la máquina no reacciona; está pensando. El simbolito de "Please wait", esa espiral azulita que da vueltas y vueltas cuando más prisa tienes, tarda más de lo esperado. ¿Y qué demonios pasa ahora? No exagero nada si digo que tardó en tomar su decisión unos dos minutos (lo que tardo en fumarme, impaciente, un cigarrillo). Bueno, ¡por fin! Le doy a guardar y cierro el ordenador. (Que lata, oye. Ya me acuerdo por qué no relleno la información de los perfiles que tengo en las redes). Me voy a dormir, que ya es hora.

No han pasado tres minutos y veo un aviso wasap en el móvil. Me pueden la curiosidad y el miedo, y lo miro. Desde que mi hija mayor vive fuera, hace ya seis años, tengo el móvil encendido día y noche. Por si acaso. 

¡Felicidades, pillina!, reza el mensaje de una amiga. Bueno, bueno, ya empiezan las felicitaciones de Santa Rosa de Lima. Además del clásico 31 de agosto de toda la vida, ahora la santa está en el 23 del mismo mes, después de haber pasado por el 28 más caluroso del año. Cierro el móvil y me voy a la cama, ya veré las felicitaciones dentro de un rato, cuando me levante al amanecer. Hoy ya lo he dado todo por Dios, por la patria y San José.

*     *     *

Con el primer café suena en mi móvil Duncan Dhu cantando Jardín de Rosas. Joeeeee, ¡no sé para qué me pongo alarmas si me levanto antes que ellas!

Al ir a apagar la dichosa alarma, que amenaza con despertar a todo El Sotillo, veo que tengo más mensajes de los habituales para esa hora (7.30 a.m.) en el móvil. En concreto, siete. ¿Les habrá pasado algo a las mis niñas? Enseguida lo descarto. Les tengo dicho que si es urgente o importante llamen por teléfono, no mensajes... ¡Ah, que es Santa Rosa y me felicitan!

Efectivamente, me felicitan. Pero, ¿por qué me llaman pillina, me dicen que ¡por fin! y pone "cacho perra" en uno de los mensajes? (¡Quelle élégance!, como diría mi nuero francés). No entiendo nada. Miro la hora de los mensajes y están todos entre las 2 y las 3 de la madrugáh. Incrédibol. ¿La gente emparejada está mirando Facebook a esa hora? ¿Y qué hace el novio? Sentado en la cama a su lado, ¿mira también su perfil? ¡Qué desperdicio de tiempo!

A las 11:05h me entra un wasap de mi hija mayor. Con mucha delicadeza y emoticonos de besos, risas y sorpresa me dice: "Uy, Mamu, qué es eso que te has puesto en Facebook de que estás en una relación complicada?"

¿¿Eeeehhhh??? Me voy corriendo al ordenador y abro Facebook. Y se desvela el misterio, esplendoroso...

ES COMPLICADO aparece en mi casilla de "Situación sentimental" como estado definitivo de mi relación amorosa conmigo misma. No aparecen mi nombre  ni apellido, y tampoco se me ha adjudicado un corazón rojo pasión al lado. Pero, ¿la puta máquina tampoco me hizo caso con mi nombre y apellido reales?

Desde luego el Facebook será sensible, incluso inteligente e intuitivo, pero sentido del humor tiene cero. También mi relación con él es algo complicada... Suspiro pensando en mi ovejero sueco (ex): esa sí que era una relación complicada. De las que te obligan a depilarte entera cuando ya no recuerdas cómo se hace. Pero, ¡taaaaan divertida! Sniff, sniff, trabajos de amor perdidos.

Me rindo y cierro asqueada el ordenador. Me preocupa que la máquina tenga sensibilidad humana, que intuya que mi relación conmigo misma es complicada, cosa que no le he confiado...

Hombre, a la máquina no le falta razón. Mi relación sentimental conmigo misma es complicada casi siempre. Desde que nací. Ni conmigo ni sin mí tienen mis males remedio.

Y creo que, por definición, es así para todo el mundo, al menos hasta que te hartas del asunto y dejas de pelear. Ejerce mucha presión saber -aunque no estemos conscientes de ello cada segundo- que ésa es la única relación que, para bien o para mal, durará todas las vidas (ésta y las del más allá). Es la única relación que, tarde o temprano, tienes que enfrentar y resolver de forma pacífica porque tú eres la única mujer, o el único marido, de los que nunca te podrás divorciar (¡qué agobio!). Es la única relación con la que, te guste o no, estás comprometido hasta las trancas y hasta la muerte, por toda la eternidad...  En fin, un dolor de cabeza cansino por lo persistente, y mucho más fuerte que un novio aburrido o un marido perverso.

Y lo más aterrador es que todas las demás relaciones que tengas y vayas a tener a lo largo del resto de tus vidas, están basadas en ésta, la básica. Cuando caí en la cuenta, sopesé la posibilidad de dejar de creer en la eternidad; si un matrimonio de veinte años me parece un imposible, un matrimonio eterno... Prefiero no pensar en ello. 

Decía Pablo Neruda que algún día, en cualquier parte, en cualquier lugar te encontrarás a ti mismo, y ésa, y solo ésa, puede ser la más feliz o la más amarga de tus horas. Por lo general, no me gustan las sorpresas, y menos a la vuelta de una desconocida esquina en un momento ignoto.

Así que respecto a esto tomé decisiones importantes hace ya años, y las sigo a rajatabla. Creo que me hice un favor y se lo hice a todos los que me tratan. Te aconsejo que adoptes mi código de Relación Conmigo Misma, o alguno muy parecido; te facilitará la vida.

Mi relación conmigo misma es abierta. Siempre me doy la razón; respeto todo lo que pienso, digo y hago como si fuera realmente respetable; reconozco que he metido la pata cuando lo hago y a otra cosa mariposa (se pierde mucho tiempo buscando excusas para que cuadre una versión irreal de la historia, incluso ante mí misma); si el fallo es muy gordo, pienso que más se perdió en Cuba y me perdono de inmediato; luego, si creo que tiene arreglo, me pongo a ello.  

Si la vida es eterna, tengo muuuuuucho tiempo para hacerlo bien, y si no es eterna el problema quedará cerrado de forma definitiva en cuanto presente suela, como dice mi cuñado Juanjo. Yo creo en Dios, pero si luego no está donde dicen, pues no puedo hacer nada al respecto; pero, mientras tanto, he pensado durante toda mi vida que hubo alguien que me amó tanto que me creó. Nadie jamás me dirá lo que debo hacer, y así nunca podrá penar (o disfrutar) con la idea de que me jodió la vida :-D (esa es la verdadera caridad, aliviar la culpa de otros, juas).

Un buen amigo no tiene precio. Un buen rato tuyo jamás será a costa de un mal rato mío (esto es de mi madre), al menos de forma voluntaria por mi parte, por mucho que te quiera. La bruja que llevo dentro tiene derecho a existir, del mismo modo que lo tiene la bruja que llevas tú. Respeto lo que dices y lo que piensas respecto a cualquier cosa que no tenga que ver conmigo. Lo que tú piensas de mí dice más sobre ti mismo que sobre mi persona; siempre será asunto tuyo. Cada uno pensamos con nuestra cabeza y sentimos con nuestro corazón; saberlo y tenerlo en cuenta facilita mucho el entendimiento con otros. Estoy absolutamente de acuerdo con Ángeles Mastretta en que los maridos son un estado de ánimo, como Nueva York o el rock and roll.

No me preocupa ser o no empática, echo una mano si puedo donde puedo, pero no me mato por nadie; y nunca lo hago si no tengo ganas reales. Sacrificio significa, literalmente, hacer algo sagrado, sacralizar un acto por medio de la alegría; y no me produce ninguna empeñar mi vida -o la mañana- en correr para que otro llegue a tiempo a sus asuntos. Soy fanática en muchas cosas, pero el fanatismo en otros me da miedo; el mío me resulta familiar y lo controlo, el del prójimo no lo hago (ni quiero ni puedo), así que solo tolero mi propio fanatismo.

Ya no me asusta nada de lo que pienso, por muy bestia que pueda parecerme; sé que es algo que pienso, no algo que soy ni siquiera algo que me define. Ya se pasará. Y si no se pasa, peor para él.

Y sí, estoy enganchada al Candy Crush y al Apalabrados. ¿Y?

Hagamos que ésa inevitable (según el poeta) hora de nuestro propio descubrimiento sea una hora feliz... No lo compliquemos; por nuestro bien y por el de toda la Humanidad.

Claro que esto es un resumen, yo siempre atajo; es mi way, como diría mi Elvis... 







martes, 20 de agosto de 2013

Felicidad, musarañas e inspiración

Nada es más nocivo para la creatividad que el furor de la inspiración.
Umberto Ecco


Literalmente, inspirado significa estar habitado por el espíritu. Estar furiosamente inspirado significa estar habitado por el espíritu furiosamente disperso, supongo.

Cada vez que algo nos absorbe tanto que nos sale de un tirón (y no como ahora); cada vez que queremos bailar sin que siquiera suene la música; cada vez que miramos las musarañas y luego el reloj nos dice que hemos estado allí hora y media (y la comida sin hacer); cada vez que establecemos una intención clara acerca de algo o de alguien y suspiramos aliviados (sin necesidad de asesinar); cada vez que damos una clase magistral sin un tropiezo (y sin tener ni idea consciente de lo que estamos hablando); cada vez que nos cuadra una ecuación imposible; cada vez que nos sentamos en el porche de nuestra casa de Barbuda y miramos el mar; cada vez que escuchamos una canción que nos lleva a otro lugar o tiempo,  palante o patrás; cada vez que caemos en la cuenta de que aquella oración fue escuchada; cada vez que escribimos o pintamos algo y no somos capaces de saber de dónde salió eso; cada vez que cambiamos una receta porque nos falta un ingrediente y sale... 

Las cosas no siempre salen tal y como habíamos planeado; de hecho, en pocas ocasiones lo hacen. Por regla general, si nos hemos apartado a un lado después de hacer lo que teníamos que hacer y nos desentendemos del resultado final, éste es mucho mejor de lo que hubiéramos jamás imaginado.

San José, Parque Natural de Cabo de Gata (Almería)
A mí el espíritu me habita en San José, un pequeñísimo y encantador pueblo -que ni siquiera tiene ayuntamiento propio-, enclavado en el Parque Natural de Cabo de Gata (Almería).  Aquí, todos lo veranos, me pasa lo mismo, desde el primer día: cuando creo que tengo miles de horas para escribir por delante, me voy a las musarañas y... me quedo allí el mes de agosto entero. Cocino, leo muchísimo, voy poco a la playa (cada vez tengo menos paciencia con el sol), leo mucho más, escribo poco y miro mucho al vacío. También, cada verano hago, desde hace años, algo que ya se ha convertido en tradición (y cachondeo para mis amigos): escribo una  (o más) nueva versión del capitulo 1 de mi perseguida novela de misterio. No paso de ahí; empiezo a sospechar que será la primera novela en la historia que se compondrá de solo un montón de capitulos 1. El que escriba este año hará el número 19 exactamente... 

Puerto de San José
Creo que no me animo a escribir en serio la novela porque no me animo a hacer sufrir a mi Eloísa, la prota, peluquera de profesión a la que un golpe de ¿suerte? le brinda más de cien millones de euros con condiciones que pone la donante (uy, como me suenaaaa....). Creo que, finalmente, esa donante será su tía Luci, oficialmente echadora de cartas y vendedora de productos de santería en San José, aunque eso solo es una tapadera de algo mucho más complicado (no sé qué aún). La tía Luci también me cae muy bien, pero ya se ha muerto.

Y no me animo a hacer sufrir a la pelirroja Eloísa porque desde casi niña ha tenido una vida muy perra. Huérfana de un adorado padre, hermana de un bipolar prepotente y engreído, sufre la malquerencia de una madre, ex-bailarina y alcohólica, que suspira -aún enfadada- por su perdida oportunidad de danzar desnuda en el Madison Square Garden de Nueva York a causa de un embarazo no deseado que luego se llamó Eloísa. Y una novela de misterio (o de lo que sea) donde la protagonista no sufra ni pizca está condenada al fracaso más rotundo desde mucho antes de su alumbramiento... Así que sigo con mi capítulo 1 en un montón de versiones.


*     *     *

La playa del pueblo (lo juro) antes de las 6 a.m.
En el siglo XVIII se instala la batería costera San José en el promontorio más saliente de la que se llamaba por entonces Bahía del Sollarete. Su misión: vigilar las bahías de Genoveses (hoy una de las playas más codiciadas por el turismo de altos y bajos vuelos de todo el mundo) y de Cala Higuera,  dos fondeaderos naturales muy amados por los piratas berberiscos, donde se proveían de agua y alimentos.

Con el tiempo, y al abrigo de esta instalación militar, creció una pequeña población de pescadores a la que llamaron también San José y que, hasta hace unos años, tenía censados menos de cien habitantes (¡cómo ha cambiado la cosa!). Actualmente hay censada una población de unos 700 habitantes (lo juro), pero en agosto no se sabe cómo se multiplica esto; incalculable. Este año, además, han debido de venir muchos "nuevos" (San José es de muchos fieles y pocos novatos); le comentaba a mi hermana Paloma mientras desayúnabamos nuestra tostada en el Andrea, que encontraba mucho barullo este año y muy desordenado: guiris con todoterrenos en dirección prohibida por la calle principal; españoles con renolesmegán, también en dirección contraria en una de las vías más estrechas, empinadas y curvadas del pueblo, la que sube en dirección única a la playa de Sebastián (no se llama así, pero no sé su nombre verdadero y la llamamos así por el magnífico restaurante sin pretensiones que tiene encima) donde, además, no puedes dar la vuelta en  ningún sitio hasta que llegas casi a la Guardia Civil (a la izquierda, un picado de muchos metros por el que te caes al mar sin remedio). Hombres, mujeres y niños envueltos en pareos, vaqueros, "tirantas" o bermudas -todos en chanclas y brillantes de aceites de coco y monoî- trotando por mitad de la calzada, a metro y medio de los pasos de peatones y cruzando en diagonal en vez de en línea recta... Nada, muy desordenado todo este año; da miedo, casi, entrar con coche al pueblo (¡intenta aparcar! :-D). Parece que todos queremos ir a la misma hora a desayunar al bar Andrea, donde María del Mar o Yésica nos sirven las mejores tostadas del pueblo, si encuentras mesa. Entiendo que el Andrea necesite más clientes que mis hermanos y yo para sobrevivir, pero me da una rabia... 

San José no tiene ayuntamiento; es una de las pedanías del municipio Níjar-San Isidro, desierto puro con tres matojos verdes donde, inexplicablemente, la gente vive de la agricultura. Bueno, ya no es tan inexplicable, porque hasta el Cabo de Gata han llegado los invernaderos dichosos, y eso hace que los campos de Níjar parezcan otro mar de plástico más... Una pega que no espanta a los turistas, y cada vez tenemos más de variados pelajes y lenguas (aquí el turista clásico hasta hace poco era el francés "bien"). 

La playa de Sebastián  :-D
San José vive del turismo, y toda su economía baila a ese son: hoteles, hostales, restaurantes, escuela de buceo (ahora snorkle), alquiler de apartamentos en primera línea de playa, un puerto de refugio que el turismo requirió convertir en puerto deportivo, tienditas de ropa -todas carísimas-, el mercadillo de los domingos, tres pequeños supermercados (el cuarto, un Spar en medio del pueblo, lo cerraron yo creo que por marranos), dos panaderías-pastelerías, bares, pizzerías, el insigne Bar de Jo (para moteros), sucursal del más insigne todavía Bar de Jo de Los Escullos (los asientos son camas de dorados cabeceros, de matrimonio o individuales, con colcha y todo :-D; el baño parece una salita de estar y tienes la sensación de que te está viendo todo el mundo sin bragas, etc.), propiedad de un motero vestido de negro con pañuelo rojo al cuello y larga coleta gris al que a veces, y siempre de noche, ves pasear en su Harley D. Tenemos el Maimono, original bar donde ponen las mejores hamburguesas del mundo (con patatas fritas caseras). Tenemos incluso hippies en el Paseo marítimo, que venden collares de cuentas, pantalones de telas a rayas oscurísimos, derivados del aloe vera 99,9%, pulseras de cuero y plata, bikinis  y broches de croché (¿como se escribe eso, por dios?)Y un año incluso regalaron pulgas. Un día me tengo que echar un amigo hippy y preguntarle cómo se lavan la cabeza los rastas, porque recuerdo que a Bob Marley dicen que le localizaron 132 especies distintas de parásitos en la cabeza (no sabía que había tantosssss). 

San José está a 30 km de Almería capital, a 25 km del aeropuerto internacional de Almería y a 19 km del Mercadona (¡por fin!). Por regla general, no coinciden en el tiempo y el espacio las coberturas de móvil, fijo e Internet. A veces, hay que elegir...

En cuanto a sus playas, la principal del pueblo está siempre petada, imposible plantearse un baño después de las 7 de la mañana por hiperpoblación;  pero luego hay algunas calitas donde la gente de aquí de toda la vida sabe recogerse con cierta intimidad. Y que no voy a dar pista sobre sus ubicaciones porque es una putada para los usuarios. Tendréis que venir y buscarlas vosotros mismos. Y luego, claro, están las Playas Mayores, con mayúsculas.

Los principales puntos de interés de San José son, sin duda alguna, la playa de Genoveses, la playa de Monsul, la playa de la Media Luna y la terraza de mi amiga Concha.

*     *     *

Como digo, en San José me habita el espiritu, pero este año parece habitarme un espiritu desordenado, algo agitado, disperso y con pocas horas de sueño. Imposible la inspiración como fuente de creatividad ordenada, sensata, fluida,... al menos de momento. Miraré musarañas, que siempre me da muy buen resultado y una importante cantidad de felicidad. Total, a veces yo también estoy desordenada, agitada y con falta de dormires, ¿por qué el espíritu va a ser menos que yo? También tiene derecho a sus musarañas, a desentenderse del resultado final de este artículo, a apartarse a un lado...

Además, la felicidad también es a veces agitada, desordenada, dispersa... y no deja por ello de ser felicidad.


sábado, 3 de agosto de 2013

Psicología de la felicidad: Optimismo aprendido

Solo existe un principio motriz: el deseo.
Aristóteles

¿Quieres ser feliz? ¡Pues resulta que puedes! Basta con que tengas un deseo fuerte y empeñes tu vida en el objetivo de tu propia felicidad...

Ahora, además, sabemos más cosas: que la felicidad existe, que es una buena cosa y, lo mejor, ¡nos dicen los científicos del campo de la psicología formal que ya es un hecho probado que podemos aprender a tenerla! 

Pues, sí... Resulta que los nervios y la expectación que me producía la espera de la charla con  la psicóloga española Encarna Nouvilas estaban más que justificados. El encuentro valió cada uno de los días que me tomó atreverme a proponer el encuentro que, amablemente, ella aceptó sin rodeos.

Hasta ahora no había mirado la felicidad desde el punto de vista científico -ni siquiera el de los profesionales de la psicología práctica-  más que para leer aquellos doscientos libros que devoré en tiempos buscando la mía propia, y para desecharlos de inmediato como algo que no tenían que ver nada conmigo ni con lo que  yo esperaba encontrar. Como hago con todo lo que no me produce una gran revelación vital en el momento; qué le voy a hacer, soy de grandes dramas y escenarios de cortinas de rojo terciopelo.   :-)

Comimos en mi casa, donde ni martillos neumáticos (¿pneumáticos?) ni soles abrasadores me distraerían, pudiendo, así, concentrar toda mi atención en la interesantísima charla que se presentaba en mi futuro inmediatísimo con Encarna. La comida sencilla, más que nada por no tener que estar todo el rato pásame esto o te sirvo de aquéllo... Cada una nos íbamos sirviendo de lo que había en la mesa sin tener que dejar de hablar de cosas interesantes. Como tampoco bebemos alcohol  ninguna de las dos, eliminada quedó también el ¿te sirvo un poco más de vino? ¿con casera o sin?... Una botella de agua encima de la mesa, y más nada. En ocasiones (pocas) casi creo que menos es más, y esta fue una de ellas. Quiero puntualizar que todo lo que aquí escribo es lo que yo entendí de nuestros hablares, no necesariamente lo que ella quería significar (para minimizar riesgos, también eliminé de la situación el constante interrumpir a que soy tan aficionada para aclarar puntos que, en principio, me pareció entender bien :-D). Un éxito, vaya.

*   *   *   *

De mi conversación con Encarna Nouvilas (investigadora y profesora universitaria en activo), entendí que hasta hace relativamente poco -un par de décadas, no más- la psicología no se había ocupado activamente de la búsqueda de la felicidad del humano, sino de su curación en casos de necesidad. Hace quince o veinte años íbamos al psicólogo solo cuando realmente había motivos para pensar que habíamos perdido la cabeza. Mi madre, pionera en esto como en tantas otras cosas, debía de ser la única hace cuarenta años que iba al psicólogo precisamente para no perderla. Ella lo llamaba higiene mental.

Pues bien, desde hace un par de décadas aproximadamenete, la psicología formal acepta (a veces aún a regañadientes) que es posible hacer algo para luego no necesitar urgentemente a sus profesionales, y que se puede prevenir la infelicidad e incluso conseguir la felicidad de forma consistente. Otra cosa que me dejó loquísima es saber que la depresión -por poner un ejemplo- puede estar producida por desequilibrios químicos en el cerebro, sin más necesidad de malos tratos, infancia perra, padre o madre bipolares o matrimonio frustrante. Casos en los que, sin los adecuados fármacos, no hay cante, baile o rezo que tenga mano para hacer del deprimido químico un ser feliz... Hay que tener eso también en cuenta.

Desde los años noventa, por fortuna, la cosa ha cambiado, y mucho. Hombre, no es que ya no necesitemos a los profesionales porque se ha descubierto la clave general de la vida, pero ahora existe de forma oficial una rama de la Psicología formal llamada Psicología Positiva, que nos muestra el asunto desde un punto de vista mucho más esperanzador. Y dos de sus más eminentes representantes son dos psicólogos norteameamericanos (cómo no), un chico y una chica :-). Diferentes, pero lo mismo...

Martin Seligman (Albany, N. York 1942) estudió sus primeros años en escuelas públicas de su ciudad y se graduó en Filosofía, summa cum laude, en la Universidad de Princeton. Luego, de tres o cuatro opciones que le ofrecieron diversas universidades del país, eligió la de estudiar Psicología en la universidad de Pennsylvania, donde se licenció en 1967. Y donde sigue hoy investigando y dando clases.

De su trabajo en esa universidad y de las investigaciones que realizó en los primeros años después de su licenciatura, salió uno de los artículos más controvertidos en la historia de la psicología moderna: La Indefensión aprendida (controvertido porque, al parecer, se experimentó con animales y la tortura a éstos fue la que permitió dar a luz una teoría que sirve, aún hoy, a nuestra felicidad).

Fué el co-redescubridor, junto con Christofer Peterson, de las seis virtudes atemporales que especificaron y explicaron en las conclusiones de su investigación tituladas Fortalezas de carácter y Virtudes (¿ya está aquí otra vez nuestro Tomassino d´Aquino?) y que se basa en la idea de fijarse en lo que puede ir bien en la vida o en una situación complicada cualquiera, al contrario de la moda hasta entonces, liderada por el Manual de Diagnóstico y Estadística de los desórdenes mentales, que miraba siempre todo lo que puede ir mal. ¡Qué estrés! Ya sabéis, eso ya es poquísimo inteligente; nada de mirar de reojo ni de calcular por dónde nos puede salir el enemigo... :-)

Estas virtudes, sin orden jerárquico según Seligman (es decir, todas de igual importancia) son la sabiduría/conocimiento, la humanidad (sea eso lo que sea), el coraje, la justicia, la templanza y la transcendencia (oooops, no poseo casi ninguna). Según Seligman, todos las poseemos en mayor o menor medida y solo tenemos que descubrirlas.

El esqueleto que articula Seligman para la buena vida (en el sentido de feliz) consta de cinco elementos:  Emoción positiva (alcanzable mediante el recuento diario, por escrito a la hora de irse a la cama, de tres cosas que han ido bien en el día y el por qué. Compromiso (alcanzable utilizando para cada tarea que hemos de llevar a cabo el nivel más alto de esas nuestras fortalezas necesarias para la tarea, y que podría también hacerse de cualquier manera y a toda prisa). Relaciones satisfactorias (alcanzables, pero demasiado largo el asunto para resumirlo aquí; lo hablaremos con el despacismo y consideración que requiere algo semejante). Sentido o pertenecer y/o servir a algo más grande que uno mismo (una comunidad, el bien social, la justicia, Dios...). Realización o logro (ya se sabe que la determinación sirve para algo más que para figurar como una de las partidas positivas en los tests de CI).

Sus libros más famosos en psicología positiva son Aprenda Optimismo (Learning optimism), La auténtica felicidad (Authentic Happiness), The Optimistic Child: Proven program to safeguard children from depresion and Build Lifelong Resilience* (en español, Niños Optimistas), y el último publicado (en 2011), Flourish, a visionary new understanding of Happiness and Well-being (en español, que a veces es más escueto, La vida que florece).

(*La resiliencia es la capacidad que tenemos los humanos para sobreponernos a los períodos de dolor emocional y trauma).


Por su parte, Sonja Lyubumirsky (más joven en la foto, aparentemente, pero no encuentro el año de su nacimiento por ningún lado), née rusa pero desde los 9 años residente en Estados Unidos, estudió en las universidades de Harvard y Stanford (sacó cum laude también, of course) y desde 1994 es investigadora y profesora de Psicología (como Encarna Nouvilas) en la Universidad de California en Riverside (¿por qué no tenemos aquí también, por ejemplo, la Universidad de Toledo en Béjar?, I wonder). Lleva más de dieciocho años estudiando científicamente la felicidad (por diossssss, ¿tanto se tarda? ¿y cuánto les queda por averiguar?). 

En un congreso al que asistió, Lyubumirsky conversó con un par de colegas sobre la poca información que había sobre el tema de la felicidad y el cero número de estudios empíricos que había sobre el asunto (empirico significa que está basado en la experiencia y en la observación de los hechos, o sea, comprobadísimo. Por ejemplo, todos los perros sueltan pelos es empiriquísimo). A raiz de esta conversación, como digo, surgió la idea de estudiar el tema a fondo y, ni corta ni perezosa, se alió con un colega llamado Ken Sheldon y se pusieron a ello en plan científico, llevando a cabo experimentos con miles de personas (y siguen en su Laboratorio de la felicidad). El resultado fue, junto con otros muchos ensayos, el best seller (escrito por ella, aunque hace alguna referencia a su Ken en él) La ciencia de la felicidad (título original en inglés: The how of Happiness). Posteriormente, publicó el libro Los mitos de la Felicidad.

En su primer libro da instrucciones claras y precisas sobre cómo alcanzar la felicidad dependiendo de tu personalidad (a todos no nos hace felices lo mismo exactamente), tu entorno (no expresamos la felicidad del mismo modo españoles que daneses o alemanes), tus gustos personales (no todos amamos bailar y cocinar), etc. Según ella misma, este es un método probado para conseguir el bienestar (o sea, empírico). 

*   *   *   *

Una de las grandes revelaciones que tuve durante mi conversación con Encarna era de esas que no te esperas tener nunca, más que nada por mi egoísmo convencido: uno de los caminos seguros a la felicidad, para más personas de las que imaginamos, es buscarla por la vía de la entrega y el servicio a los demás (y yo añado que eso les hará felices siempre que el deseo sea sincero y convencido). Y, al parecer, no es escapismo como yo pensaba. No siempre, al menos.

Y no es que me haya metido a monja (ya hay suficientes en la familia, no me necesitan en los conventos) o haya abierto un ashram en Cabo de Gata (ya hay uno, or something like that). Pero sí que la conversación con Encarna me ha hecho mirar la felicidad desde otro posible punto de vista, completamente opuesto a mi única forma de verla (fiesta, fiesta): el servicio a los demás. No lo entiendo, y no parece mi camino (mejor dicho, no quiero que lo sea) pero ahora sí creo que es posible que alguien pueda ser feliz dedicándose a la felicidad ajena, el alivio del dolor del prójimo o entregado a consolar a otros. Ahí están la Madre Teresa, el padre Ángel (no tan inernacional), el ex-jesuita ya fallecido Vicente Ferrer... que siempre parecen muy contentos en las fotos. Y seguramente otros muchos que no alcanzaron la fama ni el reconocimiento públicos. Pero haberlos, haylos.


Desde pequeña tengo una obsesión: no quiero ser Jesucristo. No por la fama, que me encanta, sino por miedo a ser uno de los pocos elegidos, de entre los muchos llamados, a llevar una vida de pobreza nómada y, sobre todo, de crucifixión al final, que no me parecía la manera más ideal de terminar mi buena o mala vida en este plano (y sigue sin parecérmelo a día de hoy). La verdad, me aterroriza la idea de pasar hambre y sufrir tentaciones cuarenta días con sus noches, todos seguidos, en mitad de un desierto; o fundar una leprosería... Por no hablar de predicar con el ejemplo o lavarles los pies a otros; no sé, es una vida que no me parece la mía. Lo que no me importaría es lo de los milagros, especialmente lo de la multiplicación, que me parece de lo más práctico y cómodo por lo rápido. Sigo apegada tremendamente a la satisfacción inmediata de mis deseos, mi inteligencia emocional sigue atascada en el mismo punto en el que estaba a los 12 años, al decir de Daniel Coleman... Una lástima, pero así es. Me he sentido culpable por ello hasta hace relativamente poco, pero finalmente lo decidí con firmeza: no quiero ser Jesucristo.

Lo que los psicólogos positivos denominan servicio es la entrega y dedicación incondicional al bienestar de otro o de otros, puede ser incluso dedicación al bien mundial (no, no hablo de los politicos).

La comunidad religiosa de las Adoratrices (Madres Adoratrices Perpetuas del Santísimo Sacramento), por ejemplo, se dedican a rezar día y noche por el bien del mundo, haciendo turnos salvajes de manera que, en ninguno de sus conventos, hay un solo minuto donde no haya una o más religiosas rezando en sus capillas por ello, haya el número de religiosas que haya en el convento... Eso es entrega y servicio, y lo demás tonterías. Porque, además, se necesita una convicción absoluta para estar motivado toda tu vida a rezar por la paz mundial y, a la vista del panorama, creer, además, que dará resultado.

Pero lo que antes me parecía una majadería (¿qué hacen en realidad las monjas de clausura por el mundo?) ahora lo veo como otra posibilidad de felicidad para otro tipo de personas con intereses diferentes a los míos, personalidades y motivaciones que distan mucho de los que yo tengo. Según Encarna está mas que probadísimo que esa entrega desinteresada y total proporciona la felicidad a quien escoge convencido ese camino. Y es una felicidad profunda y duradera, con un esqueleto y una columna vertebral tan fuertes como pueda ser la mía, que es de fiesta total.

De todas formas, en la conversación con Encarna, yo le decía: pero eso también es el mismo tipo de egoísmo que el mío -sano, pero egoísmo- porque, al fin y al cabo, entregarse a los demás es lo que desean y, llevándolo a cabo, al final se ponen por delante de los demás, como yo.

Me parece que no la convencí... Pero yo sigo pensando que, sea la entrega o servicio a los demás o al ballet, en ambos casos son deseos egoístas sanos, de ningún modo sacrificio. O eso me parece a mí. Lo que pasa que todo lo que sea dejar de pensar en ti para pensar en cambio en otro está sobrevalorado. Y estoy hablando de prioridades, no de eliminar de tu vida todo lo que no sea tu propio ombligo, que conste.

Bueno, al menos ya sé lo que no quiero (ser Jesucristo ni Madre Adoratriz) pero ¿qué quiero? En concreto, ¿qué quiero?

Pues cuando lo descubrí resultó un poco complicado de conseguir, especialmente porque mis deseos implicaban a personas (muchas) de muy diferente pelaje, desde un agente inmobiliario de confianza a la National Science Society, pasando por un asesino a sueldo, mis dos hijas y un buen fontanero.

Resultó que lo quiero TODO. Y después de darle un par de vueltas, descubrí cómo conseguirlo... :-)