miércoles, 26 de junio de 2013

Lujuria Bíblica I: Verdes pastos me alimentarán...

El Señor es mi pastor; nada me faltará.
En lugares de delicados pastos me hará yacer...
(Salmo 23, by King David)

Yo estaba escandalizada con el mujerío que trasiegan los gobernantes reales de todas las épocas hasta que me puse a investigar sobre la lujuria en la Biblia. Los reyes de Judá en el siglo X a.C. ganan por goleada clara y rotunda (no te pierdas, estamos en la Edad de los Metales, concretamente la del Hierro).

De Saúl, primer rey de Judá, no se sabe mucho en ese sentido; el hombre salió rey sin comerlo ni beberlo por decisión del profeta Samuel, al que Dios habló directamente al respecto -se parece mucho al método de elección de Papa católico actual (¿se inició la tradición con Saúl?). 

La verdad es que por aquella época todo estaba muy desordenado y las distintas tribus tenían relaciones entre sí solo para matarse. No había reyes ni nada parecido. Algo había que hacer, aquello no podía seguir así. Y Dios, después de echar una ojeada por la zona y ver el panorama, pensó que Saúl era bueno para el cargo: parecía fuerte y determinado, era varonil y físicamente poderoso, y tenía su casa bien organizada. Ummmm... Podría ser un buen rey de Judá. El hecho de que años después perdería completamente la cabeza no pareció importarle a Dios. Ya debía de tener pensado como heredero al guapísimo David, otro pastor, cuya hazaña más meritoria -por demás extraordinaria- hasta entonces había sido cargarse de una pedrada en un ojo a Goliath, el gigante del pueblo (que ya era tuerto).

Así, pues, Samuel señaló con el dedo a Saúl, el mejor pastor de la época y de la zona que, por suerte, era también el mejor guerrero de entre todos los que componían las turbas desorganizadas de las tierras prometidas, en las que el único rey era el desbarajuste perturbado, barullo total de ciudadanos confusos y violentos.

Durante el reinado de Saúl las cosas parecieron ordenarse un poco y le daba tiempo incluso a pensar y organizar las guerras de forma algo más profesional, pero no hay constancia de que dedicara tiempo a la caza de  mujeres ajenas. Ganó un montón de batallas y conquistó pueblos que anexionó y sometió a Judá. 

A David, cuando el muchachillo ganó a Golitath a la onda, lo nombró su paje personal. Por entonces, el profeta Natán había sustituido a Samuel por muerte natural y, de inmediato, se sintió inspirado por Dios. Señaló a David como el sucesor indiscutible de Saúl. Este no estuvo muy de acuerdo: una cosa era nombrarlo paje real y otra muy distinta convertirlo en su heredero universal en detrimento de sus propios hijos (pero éstos, que querían mucho a David y se llevaban fenomenal con él, no pusieron ninguna pega al cambiazo, ¿milagrito de Dios o leyenda?).

Peeeeeero, cuando Saúl ya se volvió loco, David se casó con su hija Mikal porque se amaban tierna y apasionadamente y tenían la bendición del Eterno por medio de Natán.  Padre no entendió nunca ese idilio lujurioso a la par que sincero, y tuvieron que matar a Saúl para poder casarse por la iglesia. Ya eran marido y mujer cuando ascendieron al trono de Judá, aunque llevaban poco tiempo casados. Los caminos de Dios siempre fueron inexcrutables, pero en aquella época parecía que le hubiera encargado el trazado de los mismos a un ingeniero inestable e hiperactivo.


Mikal se las prometía muy felices con su David y se lavaba y se perfumaba para él a diario, malgastaba agua y aceites para cuerpo y pelo y esperaba, como Penélope, pacientemente a que llegara su atractivo y sudoroso marido de la batalla del mes (ojo, que tenía su mérito tanto acicalamiento: vivían en tierra desértica, no había agua corriente ni modistas, ella no tenía móvil -por lo que nunca sabía con exactitud cuándo llegaría su chico del campo de batalla... Vamos, que la tontería de prepararse tanto a diario era toda una hazaña, que conste).

Mientras tanto, David seguía muy ocupado, profesionalmente hablando, venga de anexionarse tierras y súbditos para la tierra de Judá. En una de ésas, ya acostumbrado al éxito y apoyado por Yahvé y su propia vocación de internacionalidad, se vino arriba y conquistó Israel. Por referéndum popular fue nombrado rey de las doce tribus. Ya no solo reinaba sobre la tribu y la tierra de Judá, sino también sobre las de Rubén, Simeón; Leví, Dan, Neftalí, Gat, Aser, Isacar, Zabulón, José (¡pobre!) y Benjamín (como podéis ver, la lujuria bíblica viene ya de Jacob, que se lo pasaba chupi con sus mujeres Lea y Raquel... y con las esclavas de ambas).

La primera decisión de David como Rey de Reyes fué centralizar el poder para manejarse mejor con los asuntos de estado, y para ello nada como cambiar la ubicación de la capital de Hebrón a Jerusalén, que es lo que al parecer hacen todos los reyes en cuanto tienen unas tierras de más. Oficialmente, ya tenía el favor del público y de Yahvé.

Mikal estaba muy contenta y orgullosa de su David, pero no se le ocurrió pensar en que la determinación del super-Rey cuando se le metía algo entre ceja y ceja no se limitaría a anexionarse reinos ajenos. Y mira tú por dónde se le metió entre ceja y ceja (y entre las piernas) Betsabé, que llorosa y acongojada por su adulterio, se daba golpes de pecho entre coito y coito. Pero ¿qué podía haber hecho ella para evitar que el rey se enamorara cuando la vio desde la ventana bañarse y aceitarse (eran vecinos)? ¡Si no existían las cortinas, cómo cubrir las ventanas de la casa? Y de todos modos, ¿quién puede decirle no al rey? Si la cosa no hubiera pasado de ahí, por una noche no hubiera habido lío y hoy la Biblia contaría otra cosa. Pero David se enamoró (o lo que sea) de verdad y se dispuso a conquistarla. 

Betsabé era, para más inri, la esposa de uno de sus más fieles generales, así que la cosa se estaba liando mucho. No había divorcio, David no se sentía con ánimo de pelear con Natán y con Dios para repudiar a la queridísima Mikal, buena reina donde las haya y popular como ella sola. No quería otra concubina (ya tenía muchas y no cabían más en el harén); quería hacer de Betsabé una mujer honesta y darle su apellido... Así que, ¿qué haséh? 

Uuummmm... No problem; a grandes males, grandes remedios. Una buena planificación lo es todo. Nos, Rey de Reyes, mandamos a la guerra a Urías y les decimos a los amonitas que tienen que cargárselo sí o sí, y como Natán y Dios son tontos ambos, no se enteran seguro. Los amonitas, muy obedientes ya con el rey de doble corona, se cargan a Urías en el campo de batalla. Y menos mal porque, después de año y medio en la guerra, si vuelve y se encuentra a Betsabé embarazada de ocho meses, hubiera sido todo muy desagradable. Mejor muerto que deshonrado, dónde va a parar. Encima, le hicieron un favor matándolo.

Pero Natán, como profeta y vidente, supo enseguida quién había matado a quién e, indignado, increpó a David con palabras durísimas: 

"¿Por qué, oh David, Rey de Reyes que gobiernas, en nombre del Eterno y por su gracia, las tierras de Rubén, Simeón, Leví, Judá, Dan, Neftalí, Gat, Aser, Isacar, Zabulón, José (¡pobre!) y Benjamín,  por qué menospreciaste a Yahvé haciendo lo malo a sus ojos, matando a espada a Urías el hitita, tomando a su mujer por mujer tuya (...)?", le dijo muy alterado.

David que ya pecaba capitalmente de soberbia y tenía poca paciencia para las tonterías, se enfadó muchísimo con Natán y lo sustituyó. ¿Qué se había creído éste? Cállate tú con esas barbas, profeta. ¡Hala, ya no eres el profeta elegido, diga Elohim lo que diga!. David nombró a Gad como profeta novedoso (aunque luego resultó que tenía más morbo y peor uva que Natán, pero esa ya es otra historia) y condenó al ostracismo al que le cantaba las cuarenta de forma tan desafortunada y atrevida. El viejo profeta murió, años después, ciego y recriminando aún a David por sus múltiples pecados y a Dios por haberlo abandonado (cosa que, con el correr de los siglos, se convertiría en costumbre entre los humanos). Pero pelillos a la mar, David le escribió 150 salmos a Yahvé y se hizo perdonar con la gracia y simpatía que le caracterizaban. Que de todos es sabida la debilidad que el Altísimo sentía por su David.

Mikal, que era muy lista -pero muy lista-y controlaba sus emociones perfectamente (punto 1 de las técnicas universales de felicidad), se hizo la sueca en cuanto al adulterio de David y aquí no ha pasado nada monada. Es más, se hizo mejor amiga de Betsabé y juntas criaron al futuro Salomón (segundo hijo del adulterio real; el primero había palmado al nacer, castigo de Dios). Ninguna de las dos se volvió a acostar con el rey. Castigado. Las dos vivieron el resto de sus días dedicadas al pequeño Sabio y Justo y le enseñaron a ser feliz. El Salomón hacía lo que le daba la gana por los jardines y corredores del palacio real, guiado con todo cariño por Mikal y la tonta de su madre biológica (que al final se demostró que no era tan tonta la Betsabé, eh?), que vivían como reinas rodeadas de lujos infinitos y haciendo planes de  brillantísimo futuro para esa joya de niño, que llamaba a ambas mamá.

Ellas, que ya tenían lo que querían, perdieron el apetito sexual y para la lujuria le buscaban a David hermosas jóvenes dispuestas a cualquier cosa por una caricia o un favor de ese hermoso rey que bailaba desnudo por las calles cubiertas de flores (que es que no se me va de la memoria Richard Gere en esa escena de la peli King David, eh?), o le decían: "Anda, cariño, majestad, date una vuelta por el harén, que no has visto las novedades". Y se pasaba por el harén a ver qué había de nuevo. Y cuando se aburría o arrepentía de algo, escribía más salmos y a otra cosa mariposa.

Así llenó el gran Rey David el resto de sus días hasta que, viejo y enfermo, fué obligado por Mikal y Betsabé a ceder en vida el trono de Israel a Salomón, en perjuicio de sus hermanos mayores (que David había tenido con otras varias mujeres), en especial de Adonías que ya se había proclamado rey en cuanto su padre enfermó y se metió en cama con una depresión de caballo. Muy precipitado todo, y las cosas así no salen, quedando el resultado final de la copa del Rey:  Adonías cero, Salomón uno.

Bueno, bueno, buenoooooo.... ¡La que se armóoooo! Que tuvo Salomón que ordenar la ejecución de su hermano Adonías, no te digo más. Cómo se pondría éste (achuchado por el sacerdote Abiatar) que es que hasta Dios entendió que el rey  sabio tuviera que matarlos.

Pero esto no es nada comparado con la Luxus salomónica...


jueves, 20 de junio de 2013

Lujuria andaluza...

No hay gente más resalada en todo el Imperio español que los andaluces. Aunque nacida en Madrid (primera generación), mi familia por parte de padre y madre son (que haya constancia) granaínos tirando para atrás hasta el Paleolítico Superior.

Andalucía, paleolítica o no, ha sido de toda la vida de dios zona de mucho mucho calor. Y el andaluz, en cuevas o bajo toldos, ha buscado siempre la manera de hacer correr el aire a su alrededor.

Se sabe de buena tinta que en el Paleolítico Superior los andaluces ya utilizaban el abanico, y tan grande y antiguo es su amor por este instrumento de supervivencia en los veranos andaluces que se han encontrado herramientas líticas (de piedra, ya sabéis) con esa forma, concretamente en la provincia de Granada. De casta le viene al galgo.

Todos sabemos que los objetos que nuestros ancestros fabricaban (si se puede utilizar esa palabra) en aquellos lejanísimos tiempos se limitaban a sus necesidades más inmediatas. O sea que, por mucho que nos cueste imaginar un mundo sin el Photoshop o el iPhone, no pensemos en ese tipo de herramientas. Hemos de lanzar nuestra imaginación más allá de sus límites actuales y pensar en necesidades más primarias. Al principio de los tiempos lo que se necesitaba era pinchar, matar, cortar, raspar, triturar e incluso aserrar –sí, sí— mamuts, pieles de animales, otras piedras y arbustos, más que retocar nuestros muslos o papada en una pantalla de colorines (en serio, nuestras ancestras no eran nada coquetas, no hay más que mirar las fotos).

Para la obtención de estas herramientas, los Picapiedra andaluces, como los de todo el mundo, utilizaban rocas de diversa dureza (si era muy dura, se convertía en herramienta; si era blanda, su papel era el de víctima) procedentes de su entorno o de otros a los que  el hombre (¿mono?)llegó guiado por su instinto de supervivencia o su instinto de reproducción (ambos incontenibles desde el Big Bang en casi todas las especies).

Estas herramientas líticas (lito = piedra) se obtenían en todo el planeta golpeando las rocas adecuadas con otras más duras todavía al objeto de desprender de la víctima fragmentos más pequeños llamados lascas (en Andalucía, láhcah), y que luego se transformaban mediante el “retoque” (modificaban a golpes la forma del filo vivo de la lasca). 

Abanico paleolítico
Pero en Andalucía se hacía con mucha más gracia que en el resto del mundo y a una de ellas le dieron forma de abanico a su filo cortante (con su encajillo y tóh). Las herramientas de la época paleolitiquísima eran multi-funcionales y no tenían un perfil especializado como las de hoy. No había tijeras, por ejemplo (ni de peluquería ni de cocina), ni navaja suiza ni nada de eso.

Los primeros abanicos granaínos se encontraron hace ya muchos años en las Cuevas de las Ventanas, en la zona de Piñar, junto con otros instrumentos polifuncionales (que valen para muchas cosas) del Paleolítico en general (como todo lo andaluz, nuestros ancestros descontextualizaban ya incluso las herramientas y así sigue la cosa en las cuevas: los entendidos no saben exactamente a qué época achacarlas y las adjudicaron al Paleolítico, así, en general, pero  yo creo que eran del Superior). Estos primeros abanicos, como son de sílex, los científicos suponen que mis ancestros no los usaban exclusivamente para darse aire. Igual que sus contemporáneos los denticulados, las raederas,  los raspadores, etc., los abanicos igual servían para darse aire que para cortar tomates para el gazpacho. La frase andaluza paleolítica “¡Tráe acá p’acá el denticuláoh, quillo!” no daba muchas pistas sobre si mamá te iba a pelar a tí o unas patatas

Otro material muy utilizado en aquella época era la madera que utilizaban, sobre todo para fabricar armas. O eso se supone, porque con el paso de los eones éstas desaparecieron y probablemente hoy existen convertidas en moléculas del carbón de caoba del caro, aún por descubrir en nuestro país. La utilización del hueso (¿de mamut? ¿de Tiranosaurio Rex? ¿de pollo?) en esta época parece ser muy limitada y, por motivos que se me escapan absolutamente, es un tema de lo más controvertido en el mundillo arqueológico. (Yo lo hubiera hecho al revés: las piedras denticuladas para matar sangrientamente, y la madera para abanicar y hacer fogata o papel para enviar anónimos. Pero, claro, mi cabeza es otra).

De todos modos, es indudable que los abanicos se utilizaban, además de para otras cosas, para refrescar el cuerpo y recuperar la respiración con un extra de aire después de la Luxus Neanderthalensis o lujuria paleolítica.

Y hablando de lujuria paleolítica…

En esa época, precisamente, fue en la que se acuñaron muchos términos del lenguaje primigenio andaluz. Como sus herramientas, sus vocablos eran multifuncionales y escasos, pero guardamos raíces etimológicas de nuestros ancestros, que los españoles somos muy de nuestras cosas.

El vocablo andaluz más utilizado en nuestro sur durante el Paleolítico es el mismo que hoy aprenden los Erasmus extranjeros en cuanto pisan suelo universitario andaluz: Foyáh.

Desde el principio de los tiempos, y como ya sabéis, la "h" y los acentos en Andalucía existen a título informativo, y cambian de sitio con facilidad y mucho salero. La “s” puede desaparecer. O no. O convertirse en “z” o en “h”, dependiendo de si va entre otras letras o si es la que cierra la palabra. Y la misma palabra puede significar muchas cosas, dependiendo de ese baile de letras. Parece complicado, pero no lo es. Es solo cuestión de fijarse bien y, haciéndolo, muy pronto este asunto se maneja con toda soltura.

Er Foyáh, ya que hablamos de eso, es un buen ejemplo. Por su grafismo, su fonética y su baile loquísimo de haches vais a entender enseguida la lujuria en el Paleolítico granaíno y su multifuncionalidad al compararlo con la lujuria del castellano y el inglés formales (por nombrar tres idiomas conocidos mundialmente):

1) Foyáh: Verbo. Infinitivo. Mismo significado, aunque distinta ortografía y fonética que el del castellano "Follar".
2) Fohyá: Participio pasado, singular, femenino, del verbo "foyáh". // Tener mala _______: Tener mala sombra, mala hostia, ser antipático, borde o cardo. En general, poco sociable, nada cooperativo.  
3) Fohyá/o: Participio pasado, singular, masc. y fem.// Estar bien ________: Lo evidente. Dicen que a las mujeres se les nota en la cara y en la piel. Los hombres se expanden y se ponen orondos, como con los poros más abiertos, y con mejor cara y humor.// Estar mal _______: Lo contrario de lo anterior. También se nota: piel apergaminada, reseca. Labios apretados. Apariencia general de consunción y tristeza.
4) Fohyáo: Participio pasado de Foyáh. Por lo general, se utiliza solo la forma masculina. Ir _______: Ir muy deprisa (denota acción y/o movimiento rápido y nervioso hacia delante ).//Estar ________: estar hecho polvo, agotado (pero… ¿contento?).
5) Fohyáo vivo: Superlativo del anterior.// Ir _________ ____: Ir deprisísima, a toda hostia.
6) Fohyaíco vivo: Diminutivo del 4) anterior.// Ir _________ _____: Ir muy deprisa un niño. // En inglés: To be in a hurry (a child).
7) Fóhyen: En este caso, forma indefinida del verbo que nos ocupa.//Necesita que le/la ________: estar mal fohyá/fohyáo; necesitada/o de un polvo, por su bien (esta forma concreta denota un cariñoso desprecio con cierta urgencia y compasión, a más de un deseo genuino de ayudar al individuo afectado a remediar el asunto cuanto antes).// En inglés: To be in a hurry (other sense, but in some way to be in a hurry too).
8) Fóhyen: Imperativo de foyáh.// ¡¡¡Anda ya y que te _______!!!: Mismo significado que en castellano, pero con ortografía y fonética propias del lugar.

El número de variantes de este verbo tan nuestro es casi infinito pero he preferido extractar las más utilizadas por el pueblo llano del Paleolítico Medio y Superior. Aunque estos vocablos pertenecen, indudablemente, al riquísimo y variado patrimonio lingüístico cultural andaluz, el resto del país goza también con y de ellos. (Aunque es innegable que en Andalucía este pecado capital es mucho más festivo que en otras geografías más austeras.)

lunes, 17 de junio de 2013

Pecados capitales festivos: Gula y Lujuria. Ñam, ñam...

 " .. os digo que, para evitar la inmoralidad, cada hombre tenga su mujer
y cada mujer su marido... "
Corintios 1, 7:2 (¡qué iluso san Pablo!)

Aunque, formalmente, en la Suma Teológica de nuestro Tomassino la gula y la lujuria están contenidos dentro de los pecados capitales concupiscibles como excesos, y ambos abuso del propio cuerpo, yo los denomino pecados capitales festivos. O que podrían serlo si midiéramos bien. No se los puede considerar un camino cierto a la felicidad, ni mucho menos, pero una fiesta es una fiesta es una fiesta. Te hacen disfrutar, al menos un rato, aunque luego te acaben matando (días, meses o años después).  Pueden ser una lata para tu familia y tus amigos, pero todo es negociable, y si no ofendes es solo asunto tuyo. Allá tú cómo te entiendes con tu body.



En latín, la lujuria tiene un nombre precioso, Luxus (abundancia extraordinaria o exhuberancia), así que en principio no parece tan  malo. ¡Si hasta huele bien! Y en nada parece conectado con el término castellano. Ya no se oye a nadie decir "esa tía es una lujuriosa", que sonaría genial y se vería mejor aún. En los tiempos que corren, luxus tiene nombres tan feos y poco festivos como compulsión sexual o adicción al sexo. Pero, ¿quién pone el límite a una cosa tan personal? ¿Quién tira la línea en la que Luxus cambia de nombre? (¿Las religiones, los gobiernos mediante el Derecho Penal o Civil, o tú mismo?). 

Dante opinaba que la lujuria era el amor hacia cualquier persona... Pero, por otra parte, ¿no nos dijeron que había que amar a todos los prójimos como a nosotros mismos, posponiéndonos ambos solo a Dios? No se me quedan los cabos bien atados, las ecuaciones no me salen y a mis puzzles les faltan (o les sobran) piezas. ¿En qué quedamos? 

La gula (en latín, gula) se describe como el consumo irracional y desordenado de comida y bebida. Por naturaleza, el hombre no es glotón en ningún sentido. Ni en el Paraíso ni, más tarde, en épocas paleolitiquísimas en las que había que correr mucho para comer o para huir de esa comida -aún viva y algo nerviosa- se ven obesos. Alguna que otra representación de la abundancia de la Tierra Madre como mujer (la Venus de Horam, en Marruecos o las Venus de Lespugue y Brassempouy, en Francia) y poco más. Y estaban algo gorditas no porque fueran fotos fiables de nuestras ancestras sino que eran la oración-representación pidiendo una abundancia que no encontraban precisamente a la puerta de la cueva. El resto de figuras, que se cree sí representaban a nuestros ancestros de entonces y sus actividades diarias, se ven esbeltas y en continuo ejercicio: tiro con arco, carreras de fondo, equitación (poca), caza olímpica, salto de longitud, lanzamiento de jabalina, etc.  

Estudiados con cierta atención, estos dos pecados capitales parecen ampararse en uno solo: la avaricia, ya que ambos pre-suponen una escasez presente o futura que hay que remediar cuanto antes mediante la acumulación anticipada: que me quiten lo bailao.

¿Por qué ese miedo a que "se acabe" antes de que yo me harte de ello? Los científicos sociales creen que, más que miedo al acabóse, esos deseos desordenados de todo tipo de hambrunas corporales representan las hambrunas que sentimos en otro nivel no carnal: el ansia, el estrés, el desmerecimiento, falta de atención o de abrazos, miedo al futuro (y al pasado). Incluso el aburrimiento y la desidia. Y lo que podría ser una buena fiesta se acaba convirtiendo en una hartura que nunca harta. ¿Por qué buscamos una cosa y rellenamos el hueco que tenemos de ella con otra? ¿Por qué los sustitutos?

¿Nos da miedo pedir ayuda cuando la necesitamos?¿Tememos hacer el ridi cuando deseamos pedir una cita a alguien? ¿Tememos "echar" esa solicitud para el puesto de trabajo que sabemos está hecho para nosotros? ¿Temblamos ante la idea de enviar el manuscrito de nuestra obra maestra a un agente?¿Nos asusta que nos confirmen con un no lo que ya sabíamos: "no vales para...." o "no mereces...." (rellénalo tú)?. Al final, todo sigue conectado: problemas de comunicación. En caso de nerviosismo extremo, siempre podemos hacer lo que Anaïs Nin hizo cuando llegó a Nueva York y un editor le dió calabazas a sus insignes Diarios: se compró la editorial. De todos modos, antes de gastarse un dineral que no tenía, preguntó y le dijeron que no. Y no le pasó nada. Si no hubiera probado y no le hubieran dicho que no y esa ira que sintió no le hubiera llevado a un acto agresivo creativo tan drástico como comprar esa editorial, quizás nunca hubiéramos conocido esos libros. Lo que hubiera sido una lástima.

La mala noticia resumida es que espabilas pidiendo lo que quieres/necesitas o te quedas como estás, porque no existe persona alguna sobre el planeta que pueda adivinarte el pensamiento. Alguna que otra intuición podemos tener respecto al prójimo (y siempre que éste nos de pistas mediante, al menos, la expresión corporal), pero poco más.

Además de evitar la festividad extrema (uno acaba por cansarse de todo exceso), la comunicación verbal es utilísima en muchos otros aspectos: puedes aprender idiomas (nuestro francés, portugués e italiano se aprenden fenomenal con un compañero de cama nativo) para lo que el lenguaje corporal no sirve ya que es como el cine mudo: internacional y en blanco y negro; puedes conseguir cosas incréibles en las ventanillas de los estamentos públicos (y en algunos privados); es fundamental para que en un restaurante te sirvan lo que quieres en lugar de cualquier otra cosa que un camarero pueda interpretar por tu gesto o postura; da resultados espectaculares en la educación de los hijos (y de maridos que hayan tenido madres que esperaban ser corporalmente interpretadas: miradas como puñales, bocas fruncidas, resoplidos, brazos cruzados sobre pecho guateado, lágrimas de cocodrilo, etc). En fin, que es mucho más útil que esperar que alguien te adivine y luego te lo entregue en bandeja sin intervención mínima por tu parte.

Porque es verdad que el Universo, como decía Goethe, se pone en marcha para cumplirte, pero eso nunca ocurre antes de que le indiques lo que quieres. Pues los camareros, los cónyuges, los hijos y los funcionarios de la ventanilla de Hacienda, igual. 

Hablas o te atracas... de otra cosa que, en el fondo, no era exactamente lo que querías. (Aunque el sexo glotón es estupendo, no te lo voy a negar.) 



jueves, 13 de junio de 2013

La ira: agresividad y violencia (o pirarse a Alabama en autobús)

Cuando estés irritado, cuenta hasta diez;
cuando estés muy irritado, suelta tacos.
(Mark Twain)


La agresividad normal es biológica (viene de fábrica por defecto en nuestro sistema genético) y, por lo tanto, es una forma de comunicación natural. Es una manera de decirle al otro que se ha colado bacalado y, en nuestra válida opinión, ha traspasado los límites en cuanto a nosotros se refiere; vamos, que no nos hace ninguna gracia su inoportuna incursión en un terreno que es nuestro. Desde el punto de vista sensato y natural, es un método eficacísimo para prevenir la violencia, no su causa.

Fruncir el ceño, sacar pecho, levantar un dedo en actitud de advertencia, hacernos más visibles físicamente (además de sacar el pecho, sacar todo lo demás a excepción de puños y puñales), corregir, soltar un taco o lanzar una mirada de que te lo has creído tonto el higo... ¿Qué tienen en común todas estas acciones? Son acciones agresivas pero no violentas. Y entran dentro de la biología animal, reino al que pertenecemos básicamente, nos guste o no. 

(¿Habéis visto alguna vez una guerra planificada entre lobos y rinocerontes, con generales y soldados rasos? ¿Hemos estudiado en Ciencias los rituales, el tipo de pinturas de guerra y lanzas envenenadas utilizadas para resolver sus asuntos -de una vez y para siempre- entre monos y cachalotes? No, solo hemos estudiado eso en los humanos. Los llamados animales no humanos resuelven sus asuntos sin tanta alharaca: sacan el pecho, enseñan los dientes y, en caso de necesidad, dan un zarpazo en el morro del otro. No suelen pasar de ahí.)

Abusar verbal, física o sexualmente de otro, insultar, pegar (menos la zapatilla de mamá), criticar, mutilar o matar, suicidarse, amenazar, difamar, atemorizar con intención de rebajar (todo ello acompañado de expresión corporal y facial para hacer al otro cagarse de miedo)... Y éstas acciones, ¿qué tienen en común? Pues que éstas son acciones violentas, no agresivas  ni creativas (aunque vayan acompañadas de enseñamiento de dientes).

Y eso no significa que no hayamos jugado en ocasiones con pensamientos entretenidísimos. Porque ¿quién no ha pensado alguna vez en pegarle un tiro al cónyuge, descuartizar a los niños y coger un autobús para Alabama? Que tire la primera piedra. Si dejáramos que el pensamiento se hiciera carne en todos los casos no tendríamos hoy problemas de superpoblación, pero sí tendríamos un problema mucho más serio. Por fortuna, no hay pensamientos repentinos ni ensoñaciones que maten (aunque a veces nos gustaría :-D).

*     *     *

No sé si por tanquilizar nuestra conciencia con vistas a ser violentos cuando nos parezca justo y necesario o por descuido e ineptitud (¿nuestros? ¿de la RAE?), el caso es que hemos apelotonado todo ese batiburrillo en la palabra agresividad en lugar de dividirlo como corresponde y llamar al pan pan y al vino vino --como hacemos tan obsesivamente con otros términos. Con las consecuencias que corresponden (confusión, autoperdón, culpa, "se lo merecía", etc.). Suena mejor "es un tío agresivo" que decir "mi churri es violento", que equivale a lo que en tiempos no muy lejanos decían muchas mujeres:  mi marido me pega lo normal. La aceptación, las excusas y el autoengaño en este tipo de comportamiento crean confusión en tu mente y corren a tu desfavor. Siempre les digo a mis hijas que el primer grito (menos los míos, claro), el primer desprecio, la primera crítica o la primera hostia nunca son los últimos; siempre, siempre son los primeros de la serie

La ira es el pecado capital que más muertes causa por mano ajena. Por que digo yo: si te quieres matar de un atracón de tocino, o de un polvo salvaje con viagra, látigos y autoasfixia, o te compensa morir de soberbia, por lo menos te matas tú por propia mano; pero la ira de otro te puede mandar al otro barrio -física o emocionalmente- sin haber tenido la ocasión de opinar al respecto. Y eso es una falta imperdonable de educación, a más de antidemocrático absolutely.

Pero la diferencia fundamental entre los términos agresividad y violencia es su finalidad última. La intención y finalidad de la agresividad natural es creativa: nacer es la acción agresiva más potente (que se lo digan a la madre a medio parto); pintar un cuadro, crear, tocar o dirigir una pieza musical es agresivo; escribir un blog sobre la felicidad o fundar una ONG por la víctimas del terrorismo es agresivo; sacar pecho para marcar territorio o fruncir el ceño es creativo (un intento de evitar la violencia del combate). Todas estas acciones son agresivas y creativas. La agresividad natural conduce a la acción, a la creación y a la vida y otorga ese poder personal del que tanto hablan los libros de autoayuda.

En cambio, la intención y finalidad última de la violencia es la contraria absoluta. Abusar verbal o físicamente de otro, robar, mutilar, difamar, matar, trampear, amenazar o humillar a otro es siempre siempre destructivo y empequeñece al supuesto poderoso. La violencia y su "encarnación" no es agresiva (acción creativa) como pensamos; es una rendición abrumadora (pasiva, destructiva) a la propia impotencia, la antítesis del poder personal ese que buscas. En toda violencia sin excepción existe una enorme energía suicida, es una distorsión de la acción agresiva. La violencia es, en realidad, el estallido último de la agresividad natural reprimida, la consecuencia de no haber soltado un taco a tiempo sacando pecho. Y conduce invariablemente al intento de destrucción o aniquilación de otros o de sus posesiones (y en muchos casos se consigue). También puede conducir a tu propia destrucción (suicidio, automutilación -menos los agujeros de pendientes-, desequilibrio químico cerebral, desequilibrio emocional), pero eso ya es cosa tuya. También está mal, que conste; sigue siendo pecado capital, pero por lo menos no le das la lata al mundo :-D. Si te quitas de en medio ya no necesitas seguir buscando la felicidad, que es pesadísimo; esa es la única ventaja. Creo.

Como ves, sonreir siempre -te digan lo que te digan- no es educado si sonríes mientras te pegan: es destructivo. Sacar pecho cuando se te acercan en actitud violenta es constructivo y creativo. La buena educación tiene mucho de sensato, pero también tiene mucho de inconveniente. Una vez que distingamos la buena educación sensata de la buena educación que conviene a otros, seremos capaces de sonreír cuando nos dé la gana y de soltar un taco cuando nos convenga o convenga a nuestro territorio personal. Fíate de lo que dicen tus adentros y no de lo que dicen tus afueras (que normalmente están educadas por otros) y habrás encontrado otro camino a la felicidad.

Cuando aún eran muy pequeñas, les dí a mis hijas el número de teléfono de Auxilio al Menor. Por si me colaba...

Es cierto que a lo largo de la educación de un hijo te ves en bretes que son difíciles de resolver. Por que ¿qué les contestas cuando te vienen con que hay un niño que les pega patadas a diario? ¿Tienen que pelear a puñetazos o poner la otra espinilla? ¡Menuda preguntita!

Cuando mi hija mayor iba aún al colegio (inglés, muy pijo) había una francesa un poco mayor que ella que no la dejaba en paz. Así que lo resolví a mi manera creativa de entonces: esperé a la franchuta (ella siete años, yo treintañera) en el patio del colegio, me agaché y le dije al oído: "Si le vuelves a poner la mano encima a Carlota te rajo la tripa entera. Con un hacha.". Se echó a llorar, claro, pero no volvió a tocarla.

Ese es un acto violento, pero entonces yo no sabía tanto de distinciones y sí mucho de amores y temores maternales.

Hoy le daría a mi hija instrucciones al respecto: que no se pusiese en su camino (¿qué necesidad hay de ponerse a tiro de una malcriada necesitada de llamar la atención?); que en cuanto la viese se pusiese de inmediato a saltar y bailar gritando (si piensan que estás loca o muy contenta no te pegan, te evitan) o que le devolviese la patada en caso de que no diese tiempo a rumbas o escondites. En ese orden.

Esos son actos creativos. Creo. :-D

Pero la mejor manera es no conectar con la desviación del otro. Si no crees que tienes que estar defendiéndote continuamente, no te atacarán; se irán a por otro hasta que encuentren lo que buscan.

Nos conviene recordar que nuestras emociones son nuestras, no son nosotros ni nosotros somos ellas. En nuestras emociones mandamos y no nos interesa dejar que nos abrumen y se nos impongan como un niño malcriado. Es como si dejase que el mandil o el horno tomasen la batuta en la cocina: sin mi intención por medio nunca subiría el bizcocho (no me sube nunca, anyway). Si las dejamos en paz sin darles más importancia de la que tienen, se irán solas a su debido tiempo. Unas tardarán más que otras, pero tienen su vida contada si no las ayudamos a crecer.

En el fondo, las emociones son como los bizcochos: si les damos mucho fuego se acaba por quemar la cocina entera... 



NOTA: Mandar un anónimo al maltratador es un acto agresivo super creativo :-D











lunes, 3 de junio de 2013

La envidia y su función como célula madre

El peor regalo para una persona envidiosa es un gran palacio…
con vistas a uno mucho mejor.
(Leonid S. Sukhorukov)


¡Juás, menudo refrán!

Palmaré insistiendo en que la envidia es uno de los mayores enemigos de la felicidad y que, no obstante, es una condición tan popular como el fútbol y el tapeo en nuestro país. Vamos, que ya quisiera Mourinho que sus jugadores practicaran y entrenaran como practicamos los españoles la envidia.

No sé si es un gen humano en general, caucásico o concretamente español, pero una considerable parte de la población de nuestro país lo lleva dentro como el que lleva el gen de ojos azules y el de pelo negro: con toda naturalidad y mostrándose sin pudor alguno. Aunque intente esconderse, sale por los poros todos del envidioso, no way.

*     *     *

En el campo de la genética, uno de los descubrimientos más importantes de las últimas décadas de nuestra historia ha sido el de las células madre y su polivalencia en el organismo.

Dicho de forma que nos entendamos sin necesidad de ser genetistas, las células madre son aquellas células capaces de reproducirse y dar vida a cualesquiera células que necesite un ser vivo. Su función de "generadora" es condición sine qua non en cualquier organismo multicelular. Cuando una parte del organismo vivo (multicelular) se lesiona, las células madre son las responsables de la re-generación tisular (producir nuevas células que recompongan el estropicio que se ha ocasionado al organismo). Por si esto fuera poco, también son las responsables de reemplazar a las células que van muriendo de forma natural a lo largo de la vida de cualquier organismo (multicelular).

Hay dos tipos principales de célula madre: embrionaria y adulta. La célula madre embrionaria proviene de etapas tempranas del embrión que se está desarrollando y su capacidad es a todas luces una joya: producen absolutamente todos los tipos de célula que necesitará el cuerpo adulto para desarrollarse en plenitud. La célula madre adulta proviene de la embrionaria y cumple las funciones específicas del órgano que conforma, aunque hay estudios muy recientes que parecen indicar que las células madre adultas de todo el organismo tienen, en potencia, la capacidad de hacerse cargo del resto de las funciones celulares del organismo entero (otra vez, todo está conectado).

Parece que ya hay fundamentos para esperar que a finales del siglo XXI, gracias a estas células madre, queden erradicadas todas las enfermedades de tipo genético (si no aparece alguna otra rareza que se convierta en rabiosa actualidad médica), ¡qué fuerte! 


La envidia es como una célula madre pero cancerígena: capaz de reproducirse y dar vida a cualesquiera males que sea capaz de soportar el que la porta y algunos más.  Sus "generados" (la rabia, la ira, la impotencia, el autodesprecio, la violencia, la agresión, etc) devastan al envidioso dejando al envidiado tan pichi. Esa es, en realidad, la putada de tener envida. No sé quién dijo que la envidia (¿o lo decía del odio? Da igual, también sirve) era como tomar cicuta y esperar que se envenene el vecino. De tontos, vamos. Ser envidioso tiene variados efectos secundarios, todo ellos graves. Si la envidia viniera con su prospecto daría miedo leerlo. 

No parece haber ninguna esperanza de que para finales del siglo XXI hayamos erradicado la envidia ni de que su práctica vaya a caer en desuso. Parece que su actualidad será inalterable hasta el fin de los tiempos en el spanish genoma.

*     *     *

¿Sabéis cuál es la causa principal de la envidia? Me he quedado de queso cuando investigaba esto: resulta que nos da tanto miedo triunfar como fracasar de cara al público (es decir, en áreas como la académica, social, económica, estatus, o profesional).  Y nos autosaboteamos para no sobresalir. Nos dan pavor los juicios y las críticas del resto de los humanos provocadas por su envidia hacia nosotros (sea cual sea el misterioso motivo por el que te envidien, para ti siempre inescrutable).

Peeeero, luego resulta que nos da rabia haber sido tan pavos y no haber triunfado por miedo al qué dirán. Y cuando otro triunfa en el campo que sea y hace caso omiso de lo que tú opinas de su triunfo (es decir, adopta la postura más sensata) no se lo perdonamos y aparece la envidia. ¿Cómo se ha atrevido ese a coger el pastel más grande habiéndolo dejado yo intacto? (¿para la posteridad? ¿para que se pudra? ¿o porque no me he atrevido?). Y no te digo nada si triunfa en el campo preciso que a ti más te duele, ya sea el económico, profesional o en la escala nacional de popularidad. ¡Ya está servido el banquete!

Un dato incrédibol: hay niños brillantes en los colegios que no se atreven a levantar la mano y decir la respuesta correcta -que conocen- si ven que no hay ninguna otra levantada. En cambio, si ven más manos, quieren dar su respuesta los primeros y lo hacen atropellándose a gritos.

Y si ese niño tiene un padre que es violento verbal o físicamente (el típico chuloputas, como decíamos en mi época), jamás se atreverá a ser más que su padre en la vida ni permitirá que sus hijos sean más que él. ¡Flipa, Felipa! 

Lo más triste es que, como dice la norteamericana Marianne Williamson, nuestro temor más profundo es brillar; es nuestra luz la que nos atemoriza, no nuestra oscuridad. Nos preguntamos que quiénes somos nosotros para ser brillantes, magníficos, talentosos. Y el Universo se pregunta: ¿Y quién eres tú para no serlo?... Tremendo, eh?

La envidia, además y por si le faltaba algún adorno, es cobarde. Un envidioso nunca va a reconocer lo que le gustaría tener de lo que tú tienes porque no podrá soportar que, encima, lo sepas. Sólo faltaba eso, darte información privilegiada ¡no te digo! El envidioso lo que hace es darle vueltas a la cabeza buscando tu ruina y cuenta con que intentará todo (y cuando digo todo quiero decir to-do) para joderte la vida; cosa que, por supuesto, el pobre nunca consigue. Y eso le da una rabiaaaaaa... Se le apelotona la bilis por todo el cuerpo y por eso se pone verde (aquí está la explicación científica que todos estábamos esperando en cuanto a asociación colores-emociones).

Hablará mal de ti con disimulo o sin él (a tus espaldas, claro), seguirá de forma obsesiva tu trayectoria vital, procurará confirmar lo mal que te va en la vida a través de conocidos comunes, enviará mensajitos contradictorios (sí, sí, incluso te llamará para felicitarte y desear que te vaya muy bien en tu nuevo trabajo o domicilio), te difamará, procurará que por todos los medios te enteres de sus éxitos (que él sabe mediocres por lo insatisfactorios) y muchas lindezas más. Total, una trabajera hercúlea que requiere de una logística y una planificación admirables (que podría estar dedicando a mejorar su propia vida, una lástima).

Para defenderte de un envdioso no tienes que hacer nada; y eso es lo que peor les sienta. Pero en caso de que no puedas soportar la idea de callarte, siempre le puedes mandar un anónimo que diga solamente: "¡Chincha, rabiña!". Sabrá que eres tú pero no te podrá acusar de amenazas ante la poli porque no podrá demostrar quién es el remitente (escríbelo en letra ya impresa, grande, de colores y mal colocadas, y firma con un corazón negro :-D).

La envidia es un virus que corroe el cuerpo y enferma el alma (si la tuviéramos, que los antiguos griegos pensaban que las mujeres no, así que yo ya no sé qué pensar al respecto, ¡eran tan listos!). También paraliza todo el proceso de avance del envidioso hacia una buena vida, satisfactoria y alegre (como la tuya). La envidia impide siempre que el envidioso alcance lo que verdaderamente desea: tu vida.

Cada vez tengo más por seguro (¡vaya construcción sintáctica! Como la lea mi hija mayor...) que el envidioso no sabe que lo que realmente envidia no es lo que eres, haces o tienes sino el estado de satisfacción y felicidad que él o ella te suponen teniendo eso que él o ella envidian. Ains, qué cabeza tenemos, eh?

Dile a un envidioso que todo tu dinero y tu barco de cuatrocientos metros y tu amistad con presidentes de gobierno y cantantes famosos te producen una enorme infelicidad y tendrás en él un amigo para toda la vida. No solo eso, sino que es tal el alivio y la alegría que siente al enterarse de que tú también eres miserable los lunes que le habrás proporcionado la excusa perfecta para no haber triunfado: Al fin y al cabo, el éxito no da la felicidad (o el dinero, el barco, la amistad con ministros y presidentes, una hermosa familia o unos hijos brillantes). No, todo eso no da la felicidad, pero como decía Henry Ford: todo eso aplaca muchísimo los nervios :-D

En cualquier caso, si lo que buscas es la tan traída y llevada felicidad que sepas que la envidia no es el camino más corto. Siempre, siempre el camino que te llevará allí (sea ese allí lo que sea) pasa por ti y no por otros. No te compares con nadie, solo con el mejor tú que puedas llegar a ser y dedícate a perseguir tus sueños y no los de otros: habrás eliminado en tu camino a la felicidad un obstáculo importante. 

¿Vía libre a la comilona de perdices? Casi. Pero hay más...