jueves, 27 de marzo de 2014

El mago de la sabiduría verdadera y la felicidad

El que busca, encuentra; 
al que pide, se le dará;
al que llama, se le abrirá la puerta.


Hace un par de días me llegó un mail escrito con tono tímido por una persona que no lo firmaba y que preguntaba sin rodeos: 

"¿Crees realmente que es posible cambiar para mejor nuestra vida nosotros mismos, a pesar de lo que nos rodee? ¿Qué piensas de la autoayuda? ¿Tú crees en la Ley de Atracción? (con mayúsculas). ¿Podrías hablar un poco de esas cosas también? A veces tengo la terrible sensación de que la vida tiene una clave secreta. Todos los demás parecen conocerla pero a mí no me la dieron". 

Uh, uh... Este mail me enterneció muchísimo. Intuí que quien lo escribía era alguien que estaba en un momento en el que yo estuve hace muchos años (la Edad de Piedra según mis hijas), cuando me dedicaba a leer todo lo que pillaba de estos temas (todavía tengo recaídas, ¿eh?). Es un momento de angustia y a la vez de expectación tremendamente gratificante... y odioso. Pero no cambiaría aquella experiencia por nada.

Así que dejé a un lado otro de los geniales estudios de Encarna sobre la felicidad y rebusqué en mi memoria y en mi biblioteca. Tengo una relación especial con los libros que me han hecho sentir algo y los guardo todos, así que no tuve problema en volver a ponerme al día, aunque empiezo a tener serios problemas de espacio.

Me ratifico en mi idea de que se puede llegar a Roma por mil caminos, y que cada uno tenemos que encontrar el nuestro. Pero no por ello el resto de caminos es inútil o no válido. Cada camino está ahí para alguien, y cada alguien elegirá el camino que más le "resuene" por personalidad, creencias, experiencias, etc. No todos tenemos las mismas cualidades ni poseemos los mismos dones (por suerte) y, por supuesto, no hemos tenido las mismas experiencias; y tiene que haber salida y solución para todos. Creo firmemente en la justicia cósmica :-D.

Aunque supimos [por el estudio autoinformado sobre relación entre la felicidad y la sabiduría que me facilitó Encarna Nouvilas] que la ciencia formal ha concluído que la sabiduría -tal y como la entendemos ahora y aquí- influye poco en la felicidad personal y que, pese a todo, la una no se opone a la otra, en cuanto me he adentrado en la búsqueda de la felicidad por otras vías menos científicas y más "mágicas", me he tropezado con la idea machacona de que cuanto más consciente eres de lo que buscas, más "tranquilo" permaneces durante ese buceo y, por lo tanto, más certeza vas acumulando de que, antes o después, encontrarás tu respuesta.

Las diferentes teorías esotéricas que permanecieron durante miles de años en la cámara oscura del conocimiento general se entremezclan de forma curiosa: la Biblia, los manuscritos de Qumran (¿se escribe así?), los principios herméticos, la kábala, la ley de atracción, las leyes del mentalismo, la Tabla Esmeralda, la sencilla técnica de R.H.J. (un empresario de éxito norteamericano de los años 50 que escribió un pequeñísimo libro rojo de 21 páginas del tamaño de media cuartilla) o las enseñanzas de William James, o de los consejeros espirituales norteamericanos de los años 40 y 50... 

Pero observo que, a pesar de lo que parece un batiburrillo llamado por muchos despreciativamente "las teorías de la Nueva Era", todas estas disciplinas y teorías tienen una base común: todas aseguran que creamos nuestra propia realidad mediante nuestros pensamientos diarios. Todos, absolutamente todos, dicen lo mismo con diferentes palabras. Uffff... ¡qué responsabilidad!

Si esto fuera cierto, ¿a quién le echaríamos la culpa de nuestras desgracias, grandes y pequeñas? ¿Y cómo sobreviviríamos sin la atención y la simpatía que despertamos cuando somos desgraciados? ¡Qué vértigo!

Si esto fuera cierto, ¿estaríamos dispuestos a hacer el esfuerzo necesario para cumplir nuestros sueños? ¿Nos esforzaríamos lo suficiente para saber con claridad qué soñamos realmente ser, hacer y tener? ¡Ja!

Al igual que las cremas anticelulíticas no funcionan a menos que te las untes en los muslos, las distintas teorías y sus herramientas de la felicidad hay que ponerlas en práctica para conseguir los resultados apetecidos. No vale con contemplarlas con arrobo y entusiasmo desde la otra esquina de la habitación. Conócelas, elige la que más te llame y luego... ponte en marcha y úntatelas.

Santo Tomás (no nuestro Tomassino sino el evangélico) no lo creía hasta que no lo veía. Y resulta que todos los "oscuros" predican que es al revés, y nos aseguran que no lo veremos hasta que no lo creamos (¿del verbo creer o del verbo crear? Uy, ¿será lo mismo creer que crear?).


*     *     *     *     *

Han pasado tantos miles de años y tantas cosas, y tantos estudiosos han escrito sobre él, que es difícil separar la realidad del mito...

Hermes Trismegistos
Hijo del olímpico Zeus y la ninfa Nais, y contemporáneo de Abraham (menos mal que alguien calcula esas cosas de tiempo y espacio), Hermes Trismegistos (el tres veces grande) era considerado el maestro indiscutible de la sabiduría y el verdadero mensajero de Dios.

Investigando sobre qué tiene para ofrecernos el esoterismo acerca de la felicidad, me ha despistado eso de que Hermes fuera contemporáneo de Abraham (o sea, que era hombre real) e hijo de Zeus (o sea, mito), además de haber enseñado matemáticas a Pitágoras (nacido en 569 a.C., o sea, más cercano a nuestra era de lo que pudiéramos pensar con el asunto de Abraham, ya que éste vivió dos mil años antes de Cristo). Por si había poco lío, nuestro chico tuvo dos homónimos: Mercurio, en la mitología romana, y Tot en la egipcia.

Pero he decidido pasar esos pequeños detalles por alto dando por buenas todas las informaciones-elucubraciones. Y, como me gusta la magia, tomaré a Hermes como alguien real pero mágico, sobre todo después de descubrir que era poseedor de sabiduría infinita y fiable, fundamental para nuestra felicidad y la buena marcha del Universo.

Las mátemáticas, la trigonometría, el lenguaje, la comunicación, la filosofía, la alquimia, la astronomía y la astrología y... ¿para qué seguir? Ninguna ciencia o disciplina escapó de ser descubierta por él ni pudo mantener sus secretos a los ojos del tres veces grande. Y todo su saber lo compartió en sus escritos, estableciendo así las bases de todas las ciencias actuales. 

Cosimo de Medici
Muchos de estos textos herméticos se perdieron para la cultura occidental durante la Edad Media pero fueron redescubiertos en unas copias bizantinas que se hicieron muy populares en Italia durante el Renacimiento. 

En 1460 un monje bizantino, Leonardo de Candia, introdujo en la corte de Cosimo de Médici -mandamás de Florencia- el manuscrito titulado Hermetica  y el conjunto de 14 libros llamado Corpus Hermeticum. Cosimo de Médici los hizo traducir al latín por uno de los sabios de su corte quien los publicó en 1471 como una colección de trece tratados, titulada en conjunto De potestate et sapientia Dei (algo así como "del poder y el conocimiento de Dios", si no recuerdo mal mi poco latín).

La Hermetica fue en parte la semilla del desarrollo del pensamiento y la cultura renacentistas, y tuvo un poderoso impacto en la Alquimia y la Magia modernas, así como una importante influencia en el pensamiento de filósofos como Giordano Bruno y Pico della Mirandola, padres putativos del Gnosticismo. Esta influencia continuó en el tiempo hasta autores del siglo XVII, como Sir Thomas Browne, autor calificado por Borges como el más grande prosista en lengua inglesa.

El más famoso texto de la literatura hermética es el llamado La Tabla Esmeralda (¡qué nombre tan chuloooooo!), uno de los textos últimos del sabio griego-romano-egipcio. No hace mucho (dado el amplísimo lapso de tiempo que estamos manejando), en 1945, se descubrió un último texto hermético en la ciudad de Nag Hammadi, en el norte de Egipto. Este texto es considerado el evangelio gnóstico de Santo Tomás, uno de los famosos evangelios apócrifos. Consta de doce códices de papiro envueltos en cuero y fueron descubiertos por un granjero de la zona dentro unas vasijas de barro (¿ánforas, cántaros o jarras?). Aunque están escritos en lengua copta, se asegura que son traducción de un original griego. Uno de estos códices describe la iniciación hermética a la gnosis*, lo que ha abierto nuevas perspectivas de la naturaleza del Hermetismo como un todo.

Los códices de Nag Hamadi
Hay poca disponibilidad de estos textos herméticos actualmente para los no-especialistas, pero me las he arreglado para saber cuáles eran los siete principios básicos de la filosofía del tres veces grande:


  1. Principio del mentalismo, que afirma que el universo es una creación mental de Dios. Esto parece un principio cristiano.
  2. Principio de la correspondencia, así como es arriba, es abajo; así como es abajo, es arriba. Esto suena mucho a esotérico.
  3. Principio de la vibración: todas las cosas se encuentran en movimiento constante e interminable. Un cambio en la vibración produce un cambio en la manifestación. Esto parece física cuántica. ¿El principio de incertidumbre de Heisenberg?
  4. Principio de la polaridad, que asevera que todas las cosas son duales. Todo tiene su pareja de opuestos, y estos opuestos son de naturaleza idéntica, diferenciándose sólo en el grado (alto y bajo son lo mismo, como frío y caliente, claro y oscuro; o duro y blando, y positivo y negativo).
  5. Principio del ritmo: todas las cosas tienen sus mareas, una marea alta y una marea baja (o sea, lo que sube acaba por bajar y lo que baja acaba por subir). Esto es sabiduría popular pura y dura.
  6. Principio de causa y efecto: toda causa tiene su efecto y todo efecto tiene su causa. Eso lo sabemos todos porque lo hemos experimentado en propias carnes, y ahí no hay misterio alguno. Es infalible. También es aseveración cristiana de toda la vida: el que a hierro mata, a hierro muere.
  7. Principio del género, que asegura que todas las cosas tienen un aspecto masculino y un aspecto femenino. Además de esotérico, también lo sabemos científicamente: tenemos cerebros con hemisferio izquierdo o masculino (positivo, lineal, asertivo, extravertido, "terrícola", rige las funciones del lenguaje hablado y escrito) y hemisferio derecho o femenino (artístico, negativo, introvertido, no utiliza mecanismos convencionales de análisis, rige las funciones sonoras no pertenecientes al lenguaje hablado o escrito -musicales, por ejemplo). Y en este principio no significa nada tener o no tener pilila.

Y vengo y me topo con que estos principios (no todos a la vez y a veces por separado) son también la base basiquísima de todas las disciplinas y teorías sobre la naturaleza de nuestra realidad personal. Vamos, que por lo que veo podríamos manejarla como quisiéramos si conociésemos -y nos creyésemos- esas leyes universales inmutables de las que tanto habla la Nueva Era, la Física Cuántica, el Esoterismo, la Autoayuda y hasta William James...

Para darle gusto a mi corresponsal anónimo (para mí que es chica) hablaré en primer lugar de la tan de moda ahora en el mundo entero Ley de Atracción. Os adelanto que es interesante, curiosa, excitante, morbosa, absolutamente fiable y, al parecer, insobornable (esto es lo peor, ¿o lo mejor?, pero es un dato importante a tener en cuenta).

Disfrutad de tanto conocimiento, que esto se pone divertido de verdad...





*La Gnosis es una enseñanza que permite al ser humano obtener información real de sí mismo y del mundo que lo rodea a través del conocimiento vivencial y experimental.



jueves, 20 de marzo de 2014

13 caminos que llevan a Roma: Sé feliz a tu manera única (I).

Deja de perder el tiempo lamentando lo que hiciste hace un año.
Empieza a hacer lo que quieres y tienes que hacer,
de modo que dentro de un año no tengas que arrepentirte
de lo que estás haciendo hoy.

Desde hace ya unas semanas muchos lectores me escriben felicitándome por mi perseverancia en la búsqueda de la felicidad y se felicitan a ellos mismos por haber tenido el coraje de poner en práctica algunas de las cosas sobre las que hablo. Pero quieren más instrucciones concretas; dicen que necesitan muchísima información sobre qué hacer, o al menos intentar, para que la búsqueda de su felicidad se haga un hueco en su día a día y el buscarla se convierta en rutina. Que quieren más información concreta, vaya.

Así que hoy me comprometo a dar esa info; buscaré y buscaré incansable. Y todo lo que encuentre -aunque no lo haya probado personalmente- lo iré dejando caer aquí para que vosotros probéis lo que más os "resuene". Porque es cierto que todos los caminos llevan a Roma, aunque unos den más vueltas que otros dependiendo de quien los emprenda.

Empiezo con unos consejillos que he recopilado sobre qué no debemos hacer si lo que queremos es aumentar la felicidad de nuestros días y acostumbrarnos a ella. :-D

Quizás estés de acuerdo en que es una muy mala idea:

  1. Pasar poquísimo tiempo con las personas adecuadas. Antes o después, lo único que deseas respecto a tus relaciones humanas es rodearte de gente que te haga sonreír y reír; en definitiva, que te haga sentir bien (o mejor si ya estás bien).
  2. Dar por sentado lo que puede que esté aún de pie. Las personas que siempre están ahí para ti puede que sean las únicas que necesites mañana. No estés nunca tan ocupado como para no tener tiempo para las personas que más importan en tu vida, esas que siempre te hacen sentir mejor contigo mismo.
  3. No hacer sonreír a menudo a las personas que amas. Lo mejor de casi todo es ver a las personas que quieres sonreír a menudo.... por tu culpa.
  4. No decir lo que tiene que ser dicho. Habla, no escondas tus pensamientos ni sentimientos, especialmente cuando hablar puede marcar la diferencia. Sé valiente. Si alguien te importa mucho, díselo. Si alguien a quien quieres de verdad te hiere, díselo. No hace mucho, durante un viaje familiar que hicimos a Granada, un primo mío nos contaba en una sobremesa cómo después de su boda -la más divertida a la que yo he asistido jamás- estuvo un par de días sin dirigirle la palabra a su recién estrenada mujer. Esta, extrañada, le preguntaba que qué le ocurría, y él callaba. Al final, estalló y le dijo: "Mira, ¡que estoy aconojado de lo que hemos hecho!". Y a partir de ahí, todo fue sobre ruedas. Y sigue así la cosa, veinte años despues... :-D
  5. Compararte constantemente con otro. No tiene sentido que comparemos nuestro progreso en la vida con el de otros; todos necesitamos nuestro propio tempo para hacer nuestro propio recorrido a nuestra propia velocidad. No solo está bien ser diferentes; lo perfecto es serlo. La única persona a la que puedes con todo derecho y para tu beneficio compararte hoy es aquella que eras ayer. No tienes que demostrar nada a nadie, recuérdalo.
  6. Ignorar la voz de tu intuición durante demasiado tiempo. Algunas veces, tu cerebro y tu mente necesitan más tiempo para procesar lo que tu corazón ya sabe. Respira, observa y escucha. Tu intuición es sabia (¡especialmente si lleva insistiendo veinte años acerca del mismo asunto!).
  7. No actuar en asuntos importantes. En lugar de quejarte de tus circunstancias, ocúpate de crear otras diferentes. Tienes que elegir entre el dolor de la disciplina o dolerte luego de arrepentimiento. La mayor parte de las veces, la única diferencia entre quién eres y quién quieres ser es qué es lo que haces al respecto.
  8. Dejar que otros rompan tus sueños. ¿Puedes recordar quién eras antes de que el mundo te dijera quién deberías ser? Deja de vivir las expectativas de otros y guiarte por sus opiniones. Sé fiel a tu persona aunque eso signifique que otro se lamente por ello... por importante que ese otro sea en tu vida. 
  9. Coleccionar más excusas de las que necesitas. Si realmente quieres algo, encontrarás la manera de llevarlo a cabo. Si no lo quieres a rabiar, encontrarás la excusa perfecta.
  10. Esperar, esperar y esperar hasta que estés preparado. A veces, la vida parece dura pero con frecuencia la hacemos más dura todavía. Todo lo que tienes que decidir en cada paso es qué hacer para dar el siguiente. Es así de simple (aunque no lo parezca tanto). No tienes que  tenerlo todo "atado y bien atado" para dar el siguiente paso. Sencillamente, haz lo mejor que sepas hasta que sepas más. Y una vez que sepas más, hazlo mejor. :-D
  11. Conformarte con menos de lo que eres capaz de ser, hacer y tener. Recuerda, el crecimiento y el cambio pueden ser en ocasiones dolorosos, pero no hay nada más doloroso en la vida que mantenerte atado a donde o a quien no perteneces.
  12. Rendirte demasiado pronto. Olvida cuántas veces te has caído o te has roto. Se trata de cómo te levantaste y seguiste adelante. Puede que tengas que pasar por lo peor para conseguir lo mejor (y de esto, doy fe). Con cierta frecuencia, las cosas buenas toman un tiempo en hacer su aparición en tu vida, pero aparecen. Así que sé paciente y mantén la certeza. Todo se va a solucionar; quizás no de inmediato, pero en algún momento, lo hará.
  13. Ladrar mucho y no morder nada. Cuando todo está dicho y hecho, asegúrate de que no has dicho más de lo que has hecho. Al final, las acciones siempre hablan más alto que las palabras. Así que trabaja duro en silencio, y deja que tu éxito sea el que hable.
Si estás peleándote con cualquiera de estos puntos (o con todos), que sepas que no estás solo. Muchos de nosotros estamos ahí mismo, a tu misma altura de nuestro propio camino; trabajando duro para sentirnos mejor, pensar de forma más clara y vivir una vida libre de posibles lamentos y arrepentimientos.

Sí, es cierto casi con seguridad que todos los caminos llevan a Roma, pero algunos dan menos rodeos que otros. Para el próximo post, habré encontrado otros cuantos caminos para llegar a la Ciudad Eterna. :-D 

Y aunque este post sólo te haya gustado a ti, habré cumplido con mi día y mañana no me lamentaré por hoy.

¡Feliz primer día de primavera 2014! Disfrútalo a tu manera. :-D





domingo, 16 de marzo de 2014

Felicidad a la carta: la vía del placer y la vía de la virtud

La mayor manifestación de sabiduría es una alegría continua:
su estado es como el de las cosas que habitan más allá de la luna,
siempre claras y serenas.
Michel de Montaigne

La idea de que el disfrute de la propia realidad es algo bueno en sí mismo está contemplado en la sabiduría del Talmud, en el que se establece que todos tendremos que justificar ante nosotros mismos, al dejar esta vida, todas y cada una de las veces que hayamos fallado en el disfrute de cualquier placer que este mundo nos haya ofrecido de forma legítima. Y el Corán advierte que lo primero que nos preguntará Alá cuando comparezcamos ante Él será qué no hemos disfrutado de todo lo bueno que nos ofreció durante nuestra estancia en la tierra.


A lo largo de toda la historia de la humanidad, filósofos de todo pelaje han estudiado en profundidad la sabiduría y la felicidad, y algunos de ellos también debatieron de forma extensivísima sobre las influencias de la una en la otra y en las posibles "tensiones" que podrían provocarse mutuamente. Algunos aseguraban que la sabiduría era condicion sine qua non de la felicidad, mientras que otros creían que una visión más fiel --y por lo tanto, "sabia"-- de la realidad puede mermar la felicidad.


Entre el fajo de papeles sobre estudios de la felicidad que tan generosamente me proporcionó la profesora e investigadora de la UNED Encarna Nouvilas en nuestra última comida, había un hatillo con una nota suya que rezaba: "Algo filosófico - Felicidad y Sabiduría". Enseguida me picó la curiosidad porque nunca había pensado que había que ser sabio para ser feliz; eso era un obstáculo importante, o al menos a mí me lo parecía. Aunque a veces pueda parecer difícil, doy fe de que se puede practicar la alegría de forma habitual, así como la compasión, la empatía, la generosidad, incluso el amor incondicional a los demás... Pero ¿cómo te conviertes en sabio? Y de todos modos, ¿se puede? Es decir, ¿el sabio nace o se hace?


¿Es la sabiduría parte necesaria de la felicidad? ¿La felicidad implica sabiduría? Y de todos modos, ¿qué es oficialmente la sabiduría? ¿Y la felicidad? ¿Las definiríamos nosotros de la misma forma que lo hace el DRAE?

sabiduría.
1. f. Grado más alto del conocimiento.
2. f. Conducta prudente en la vida o en los negocios.
3. f. Conocimiento profundo en ciencias, letras o artes.
4. f. noticia (‖ conocimiento).


felicidad.
(Del latín felicĭtas, -ātis).

1. f. Estado del ánimo que se complace en la posesión de un bien.
2. f. Satisfacción, gusto, contento. Las felicidades del mundo
3. f. Suerte feliz. Viajar con felicidad

*     *     *     *     *
El 27 de mayo de 2011, los sociólogos Ad Bergsma (Universidad Erasmus, Rotterdam) y Monika Ardelt (Universidad de Florida, EE.UU.) publicaron las conclusiones del estudio Self-reported wisdom and happiness: an empirical investigation (algo así como Sabiduría y Felicidad auto-informadas: una investigación empírica), en el que concluyeron que la sabiduría y la felicidad estaban relacionadas solo de forma modesta, aunque positiva, y que no están en conflicto.

Buscamos la felicidad por la propia felicidad, pero elegimos virtudes tales como el honor y la razón no solo por las virtudes en sí mismas sino por la felicidad que nos proporcionan, escribió Aristóteles en el año 350 a.C. en su famosa Ética a Nicómaco.


El filósofo concluyó que la felicidad es el fin último y, a pesar de todo, su concepto de la felicidad no es estrictamente hedónico sino que tiene claros componentes eudaimónicos. Ya sé, ya sé... yo tampoco había oído esa palabreja antes.


Eudaimonía no es una palabra habitual en el lenguaje diario; es una palabra más propia del lenguaje de la filosofía y de la psicología que proviene del griego y significa, literalmente, plenitud del ser, pero comúnmente se entiende como felicidad. Eudaimonía es el tipo de felicidad al que se refiere Aristóteles cuando define la felicidad como actuar de forma virtuosa y sentirse bien a causa de ello; eso es lo que los psicólogos actuales llaman bienestar eudaimónico.

¿Y dónde hemos dejado la sabiduría? ¿Nos hemos perdido ya?

*     *     *     *     *


Jeremy Bentham
Jeremy Bentham (Londres, 1748-1832) fué un jurista, filósofo y reformista social inglés. Estudió Derecho y Filosofía, y es considerado el fundador del planteamiento ético denominado Utilitarismo (que es lo que nos interesa aquí). Se convirtió en un teórico líder de la filosofía legal anglo-americana que abogó por la libertad individual y económica, la separación de la Iglesia y el Estado, la abolición de la esclavitud, igualdad de derechos para las mujeres, el derecho al divorcio y la despenalización de los actos homosexuales. Clamó por la abolición de la pena de muerte y del castigo físico (incluyendo el de los niños) y, más adelante, abogó por los derechos de los animales. Se le considera el padre espiritual del famoso University College London. Entre sus discípulos se contaban su secretario y colaborador, James Mill; el hijo de éste, John Stuart Mill, filósofo; el filósofo legal, John Austin y Robert Owen, fundador del movimiento socialista de la utopía.

Pero vamos a lo que nos interesa más de este interesantísimo hombre: dándole un giro psicológico a la teoría aristotélica, Jeremy Bentham resumió la felicidad como "la suma de los placeres menos los dolores". Así de simple. 

En su revolucionaria doctrina, Bentham preconizaba que todo acto humano, norma o institución, deben ser juzgados según la utilidad que tienen, esto es, según el placer o el sufrimiento que producen en las personas. A partir de esa simplificación de un criterio tan antiguo como el mundo, proponía formalizar el análisis de las cuestiones políticas, sociales y económicas, sobre la base de medir la utilidad de cada acción o decisión. Así se fundamentaría una nueva ética, basada en el goce de la vida y no en el sacrificio ni el sufrimiento.

Lo bueno es lo útil, según Bentham, y es lo que aumenta el placer y disminuye el dolor. La naturaleza ha colocado a la humanidad bajo el gobierno de dos amos soberanos: el dolor y el placer. Ellos solos han de señalar lo que debemos hacer. Así pues, la ética para Bentham es una cuestión de cálculo de consecuencias.

Y nuestro Jeremy habla de un cálculo felicítico, intentando dar un criterio que ayude a los demás en la búsqueda de lo útil,. Para ello hace una clasificación de placeres y dolores, y aunque los placeres son mensurables, hay que considerar siete criterios:
  • Intensidad 
  • Duración 
  • Certeza 
  • Proximidad 
  • Fecundidad (situación agradable que genere más placer) 
  • Pureza (ausencia de dolor) 
  • Extensión: hay que entenderla como que existen motivos que impulsan a considerar intereses ajenos porque eso puede caer en propio beneficio -que te llamen simpático, benevolente, generoso...-. (Y cuando se trata del Estado, en la extensión sí que se habla de lo útil para la sociedad, y el legislador debe preocuparse de que con sus leyes den “la mayor felicidad al mayor número de ciudadanos”; es decir, deben buscarse intereses generales). 
*      *      *     *     *
Así, pues, para complicar un poco más las cosas, ahora tenemos dos tipos de felicidad: la felicidad hedónica (o su búsqueda a través del placer) y el bienestar eudaimónico (o la búsqueda de la felicidad a través de la virtud y la ética útil).

En un sentido general, la palabra felicidad se utiliza para referirse a "calidad de vida" o "bienestar", implicando que la vida es buena pero sin especificar qué hay exactamente de bueno en la vida. Utilizar las oportunidades que te ofrece la vida, igualdad social, bienestar económico, cómo capeamos los temporales y sacamos lo mejor de las distintas circunstancias. Casi todos pensamos que la vida ha de servir a algo más grande que nuestro ombligo (ya sea una meta transcendental o de preservación del medio ambiente) y todos deseamos un desarrollo personal que nos satisfaga, autonomía, autoaceptación, crecimiento personal y tener un propósito en la vida, sea el que sea. 

Bentham definió la felicidad -antes de resumirlo como placer menos dolor- como el aprecio afectuoso y sincero de la propia vida; y además de definir la felicidad, a mi modo de ver, con esas palabras Bentham está definiendo también la sabiduría.

Porque es sabiduría verdadera apreciarnos y apreciar nuestra vida porque es vida y porque es nuestra, sin tener en cuenta para ello factores externos tales como ser millonarios, premio extraordinario de carrera o un cinco peláoh, si otros nos aprecian más o menos que a Pepe, si fuimos educados en Harvard o en Teruel, etc... Aunque es una chulada el hecho de nuestro premio extraordinario en Harvard, vestir de Fendi o que el resto entero de la humanidad nos admire más que a nadie en el universo, si no nos apreciamos nosotros y apreciamos nuestra vida de la misma manera, nuestra felicidad no está garantizada en absoluto. 

Y te digo que ningún humano, en su lecho de muerte, ha lamentado jamás no haber pasado más tiempo en el despacho o ante las cámaras, no haber sido más internacional, no haber sido más millonario, no haber sido más "primero entre iguales", no haber sido más delgado... Si alguien se lamenta de su vida a la hora de presentar suelas es por no haber sido más sabio y más feliz: no haber pasado más tiempo con los seres queridos, no haber hablado con más amabilidad a los cercanos, no haber jugado más con los nietos, no haber dedicado más tiempo a su verdadera pasión, no haber hecho más veces el tonto por la calle muerto de risa, no haber comido más chorizo picante... 

El único pilar básico de nuestra felicidad somos nosotros mismos y nuestra actitud acerca de ese hecho. A eso se refería Bentham con lo de "aprecio afectuoso y sincero por la propia vida", estoy segura.

Y también estoy convencida de que esa es la verdadera sabiduría, sin hacer de menos, desde luego, nuestras capacidades de reflexión, autoconocimiento, relativismo y pragmatismo en la toma de decisiones, y todo eso que se considera sabiduría (también). :-D

Haz lo que sea para encontrar la manera de reconocerte los méritos que tienes, de ver que haces lo mejor que sabes en todo momento dadas las circunstancias, que el pasado pasado es y que el futuro no ha llegado. Compite solo contigo mismo si eres de carácter competitivo, nunca con otro; no te critiques bajo ninguna circunstancia, agradece lo que tienes y persigue lo que quieres. No te rindas y consulta contigo mismo, pasa un ratito a solas y en silencio cada día. 

Sé sabio y recuerda que la felicidad no es un sitio al que llegas un día. La felicidad es una decisión que tomas y un camino que sigues. La felicidad no es un estado que alcanzas, es un estado en el que estás. Para vivir feliz tienes que decidirlo y estar presente en esa decisión.

Día a día.

Momento a momento.
















martes, 11 de marzo de 2014

Yo, Ello, SuperYo... Y los otros y lo otro


Clementina Alonso
En la revista Genio y Figura, que edité durante cinco años, escribían habitualmente colaboradores; algunos eran fijos y otros eventuales. Como no sé aún cómo añadir una página de Invitados en el blog, y mientras descubro cómo se hace, he decidio invitar sin más, en la única página que sé dónde está... :-D

Mi primera invitada al blog es Clementina Alonso, una feliz estudiante de último año de Bellas Artes. Escribe aquí sobre temas que afectan directamente a la manera de hacer y percibir el arte (y yo diría que la vida), estrechísimamente unidos al placer y la felicidad, que dependen de forma directa de cómo nos percibimos a nosotros mismos y cómo a veces nos manipulan otros. Educación, miedo, conciencia, herramientas de manipulación admitidas y habituales y las consecuencias de todo ello...


Qué define al Ser Humano como tal

En Lo Siniestro, Sigmund Freud advierte que el individuo posee un desglose de sí mismo, la conciencia, que da pie a la auto-observación y sirve de pizarra para la autocrítica y el auto-conocimiento. Este es el reflejo que de uno mismo parte. Según establece en el estudio de El Yo y el Ello, la mente se desglosa en el “Ello”, la parte innata, virgen y manipulable, que opera según el principio del placer y es recipiente de las necesidades e instintos primarios; el “Yo”, que está relacionado con las experiencias y percepciones, trata de responder a las necesidades del ello de manera realista, media entre el “Ello” y la realidad exterior; y el “Superyo” o la conciencia moral adquirida de la cultura, que critica los desatinos de la mente y alaba la conducta que coincide con la ética (“yo” ideal).

Según Richard Sennett, el ser humano medio necesita una firme conciencia de sí mismo, es decir, un relato de vida que sirva de sostén a su existencia, unas habilidades específicas de las que enorgullecerse y valora las experiencias por las que ha pasado[1].

En su Ensayo Sobre la Falta de Lugares[2], José Luis Pardo propone el “lugar” como extensión o cosa natural única en la que los hombres pueden nacer, vivir y morir como hombres, que les proporciona a ellos y a las cosas una significación propia y recta, un origen, una morada. En estos “lugares” brotan nuestras simpatías hacia lo nuestro y hacia los nuestros; todos hemos nacido en un “lugar” y tenemos vínculos imborrables con nuestras raíces.

Carl Gustav Jung afirma e insiste en que el ser humano goza de Consciente e Inconsciente, que la civilización se ha ido apoderando del primero y que nuestra esencia primitiva, cargada de instintos, ha sido desterrada al Inconsciente, el cual trata de recordárnosla como puede mediante una de sus herramientas fundamentales: los sueños, que tienen por función equilibrar y advertir. El mecanismo, sin embargo, no es tan fácil como dormir y recordar: los sueños han de ser tratados con atención, reflexión y, sobre todo, interiorización. Los símbolos mostrados en los sueños son tan personales como el propio ADN, se basan en la herencia, la experiencia, las manías y otros factores que se nos han escurrido hacia el Inconsciente.

Esta observación de Jung, expuesta en 1964 (y que es contraria en este aspecto a la de su maestro, Freud), no dista de los estudios de la joven ciencia de la Neurología, que en relación a los sueños afirma que mientras dormimos, el cerebro está más ocupado que nunca, traduciéndose esto a que todas sus partes permanecen activas; todas menos el lóbulo frontal, responsable de la lógica. Es decir, parece ser el sueño el único momento en que somos incapaces de secuenciar, ordenar y planificar. Somos libres de imaginar lo que queramos, estructurar como nos parezca y dar valor a lo que consideremos que lo merece, porque han desaparecido límites como los de la física, la política o la urbanidad. Nuestro Inconsciente manda y nuestro Consciente vive solo en los recuerdos que la memoria a largo plazo esta archivando como útiles durante este proceso.

Entre las teorías de dos psicoanalistas, un sociólogo, un filósofo y nuestra propia biología, podríamos afirmar que el ser humano es, pues, aquel individuo con percepción, emoción y lógica, que vive en tiempo y espacio, ya que necesita y desarrolla un origen, un relato, evolución y relación con su entorno, que posee las capacidades de observación, de relación y de orden, y a la vez las de cuestionar/se, criticar/se o afirmar/se, en relación a la realidad (que es su relación con el exterior) a través de la Consciencia y, unos estratos más en profundidad, a través de la Inconsciencia.

¿Puede ser, entonces, que nuestra relación con el exterior (vamos a llamarla “Realidad”) haya ido adquiriendo tamañas dimensiones que nuestra esencia humana individual (llamemos a esto “Humanidad” sin olvidar que es tan real como el concepto anterior) haya acabado enterrado de tal manera que se nos antoje invisible? ¿Es la Realidad automática y la Humanidad compleja? Si nacemos humanos, sin haber tenido relación directa con ningún exterior, ¿por qué vivimos siendo realistas y nos cuesta tanto gestionar nuestra Humanidad?

Herramientas de Relación: Educación

“La durabilidad de un recuerdo depende directamente de las circunstancias emocionales en que éste fue adquirido”, afirma Joaquim Fuster, neurólogo. Esto quiere decir que se recuerda lo que se siente, o que se recuerda como se sintió cuando sucedió...o ambas cosas. Los recuerdos se forjan con emociones. Y los recuerdos conforman la experiencia del individuo: su relato de vida. El proceso de adquisición de un recuerdo se llama “aprendizaje”.

Según la Psicología, los recuerdos también se pueden hacer duraderos de forma poco casual, “artificialmente”, a través del refuerzo del aprendizaje, mediante recursos como repetición, comprensión, aplicación o asociación, pero esto sólo nos interesa a modo de inclusión aclarativa, puesto que también implica siempre a las emociones.

Una de las primeras herramientas que aprendemos en contacto con la realidad es el lenguaje. Ésta es una herramienta de poder; con ella controlamos lo que expresamos, compartimos, complicamos o simplificamos, organizamos... En Frankenstein, el monstruo ve con el lenguaje su realidad notablemente cambiada y accesible. Antes de llegar al granero de la familia De Lacey, sólo conocía a través de los sentidos y las emociones, la gente huía de él y el monstruo no sabía por qué. Cuando comienza a controlar la herramienta del lenguaje, es conocedor de conceptos como “familia” y entiende por qué la gente huye de él, por qué es diferente y, cuando finalmente aprende a leer y encuentra el diario del doctor, es conocedor de sus extraños orígenes.

Los niños, con corta experiencia vital, utilizan el lenguaje como puente simple entre mente y Realidad. Más adelante, copiando ejemplos de su entorno, aprenderán que, utilizando técnicas de memoria, rodeo y conexión entre puentes anexos, también es una herramienta para la diversión, el relato, la manipulación o el dolor. 

Es decir, las personas aprendemos que el lenguaje es útil para la comunicación y satisfacción inmediata de nuestro “Ello” y, a través del refinamiento de su uso, para la provocación de emociones, respuestas y hechos en nuestra Realidad. El perfeccionamiento del lenguaje es un proceso paulatino que se mezclará con otros muchos durante el crecimiento. El monstruo, por ejemplo, acaba viéndose capacitado para exigir un segundo miembro de su especie a Frankenstein, amenazándole con hechos que podrían herirle de negarse a cumplir sus deseos, prometiéndole que esa creación dará lugar a algo positivo, que su odio retrocederá y sus crímenes cesarán.

El centro del aprendizaje por excelencia es el colegio, que impulsa la adquisición de recuerdos en serie. Llegamos entonces a la Educación. Y ¿qué es?

Educar consiste en empapar. Empapar de Geografía, Literatura, buenos modales o pensamiento crítico, da igual, todo ello entra en la categoría, pero precisamente por eso hay que prestarle mucha atención. No siempre se para uno a pensar que todos estos conceptos estén tan estrechamente relacionados, pero resulta que la forma que tenemos de estructurar nuestro entorno la aprendemos casi entera en el colegio. Allí aprendemos, por ejemplo, a vivir en sociedad y a tratar con individuos que representan diferentes papeles en ella: nuestros coetáneos, con mismos deberes y derechos que nosotros; los profesores, responsables de nuestro proceso de desarrollo y el éxito o fracaso del mismo, representan el avance, y son responsables también de nuestra seguridad; la señorita del botiquín, (en portería o enfermería, según qué colegio), cumplirá el papel de la sanidad; el director, que visita la clase semanalmente, despierta nuestra conciencia de autoridad máxima; los niños mayores serán los de clase superior y los niños con gafas, cualquier diferencia con la norma o menor edad, los de clase inferior.

Así aprendemos que el mundo es sociedad, y la sociedad tiende a estructurarse. Este aprendizaje, forjado con premio, castigo y eventos que nos arrancan emociones, nos implanta en la mente un esquema ordenado y limitado que condicionará nuestra conducta en el mismo colegio y, cuando salgamos, en órdenes similares. Sólo los mentores realmente interesados en el desarrollo a largo plazo del individuo se esmerarán en inculcarle un pensamiento crítico, basado en una baraja de opiniones, el contraste de las mismas y el interés en forjar una propia.

Ésta es una herramienta fundamental a la hora de formar a las personas como entes nutridas, hábiles y capaces para tomar decisiones y gestionar conductas, primero respecto a sí mismo y, como resultado, respecto a su entorno o Realidad. Los niños, como lienzos en blanco con finos bosquejos de herencia que son, han de ser guiados para conocer la importancia de saberse y construir una identidad nutrida de sentido para desenvolverse con la seguridad que brindan el autoconocimiento y la conciencia situacional.

Uno de los problemas esenciales es que la dinámica social actual estipula este proceso al revés: el individuo actúa primeramente empujado por requisitos externos y después, si le da tiempo, se ocupa de analizarse. Esto abre brechas que hacen vulnerable a nuestra Humanidad permitiendo a agentes externos manipularla, acceder a través de instintos primarios a la sofisticada construcción que tenemos por personalidad. 

Esta inversión en el proceso de cimentar la identidad da lugar al trastorno de ideales, que pasan de ser individuales a comunes. Se da en primer lugar una necesidad de satisfacer a nuestro entorno como parte de él (trabajo, rutina, productividad, aspecto acorde al canon..) y en segundo lugar la necesidad de satisfacer nuestra Humanidad individual; pasamos, pues, a infravalorar necesidades fisiológicas y primarias (horas mínimas de sueño, hábitos de alimentación, afecto, autorrealización...). Ahora priman la supervivencia y aceptación social sobre el equilibrio biológico y la auto-aceptación. Pero sin lo segundo no es posible lo primero de una manera coherente, sustentada de sentido y útil para el individuo. 

Este hecho da a luz un caos, una identidad diseñada por la norma y alimentada por satisfacciones efímeras y vacías. Esto es enteramente aprovechable por autoridades e industrias. Su deseo es el avance controlado de la sociedad, y para controlar este avance es necesario controlar antes las identidades individuales ajustándolas a un canon que ha de cumplirse. Los sistemas de autoridad jugarán su carta del castigo: la fuerza bruta y la extorsión para generar el miedo en todo aquel que suponga un obstáculo en la imposición de su esquema.

Testigo de ello es el documental La doctrina del Shock, que ilustra con detalle los actos de violencia cruda a los que los grupos implicados (o aludidos por cercanía) son sometidos por el mero hecho de no estar de acuerdo con el sistema de poder: arrase de poblados, abusos físicos y psicológicos, amenazas y muertes indiscriminadas a manos de asesinos a sueldo, militares o estrategas de la conspiración. Todo lo que salga de esa norma será tachado de minoría (colectivo) o ser extraño (individuo). Tanto nos hemos acostumbrado a esta dinámica, que en la mitad de las ocasiones lo extraño nos produce miedo irracional, como bien expresa el profesor George Falconer (en la película adaptada de la novela Un Hombre Soltero) cuando un alumno le pregunta por el significado de un comentario de Huxley acerca del odio de los nazis hacia los judíos3; lo extraño es raro, propio de paria o siniestro.

En el otro 50% de los casos, lo extraño calza en lo positivo; nos atrae lo extraordinario, lo original y lo exótico. Como seres individuales, no podemos evitar sentirnos atraídos por lo único y perseguirlo, está en nuestra esencia y en nuestro Inconsciente; al mismo tiempo, como partes de una sociedad cuya columna vertebral es la norma, padecemos la necesidad de sentirnos aceptados dentro de una especie, de una sociedad, de un canon, de un molde común. El monstruo de Frankenstein, mientras no sabía la razón por la que la mayoría huía de él, se siente confuso, rechazado y, en consecuencia, frustrado y enfadado por los ataques que sufre. Aún siendo ya consciente de sus diferencias y a pesar de no gustarse en su reflejo, él no es malo, es humano, busca afecto, compañía, trata de ayudar (por ejemplo, la niña del río), pero el rechazo sin motivo real, por meros prejuicios, tiende a extenderse negativamente en ambos sentidos, y el sujeto acaba buscando venganza para quienes lo rechazan y marginan y requiriendo un semejante para satisfacer su necesidad de compañía, para descartar el sentimiento de abandono.

En referencia al aspecto siniestro de lo extraño, Freud propone una teoría a través del proceso de percepción. “Heimlich” se relaciona con lo familiar, íntimo, secreto y confortable, mientras que “Unheimlich” se refiere a lo siniestro y angustioso. Ambos términos tienen un punto de partida común: la oscuridad, lo escondido, la intimidad, y difieren en que el primero se refiere a lo que se encuentra bajo nuestro control, y lo segundo a lo que escapa de él. Lo “heimlich” puede tornarse “unheimlich” con la simple aparición de la duda sobre lo conocido, una desconfianza espontánea sobre lo que creíamos que era y que ya no sabemos si es. Siguiendo a Freud, aquellos que rechazan y/o atacan a la creación del doctor Frankenstein, son víctimas del sentimiento de lo “unheimlich”, tienden a huir, a defenderse, porque desconocen y porque el individuo llevado a la vida por el doctor se ajusta a las medidas físicas de un monstruo (grande, feo, tosco y extraño). Esta mezcla entre ausencia de control y prejuicios les produce miedo, les activa el sistema nervioso simpático, que dispara la adrenalina en el cerebro y empuja a huir o atacar.

Herramientas de Manipulación: Neuromárketing 

Existe una disciplina exclusivamente centrada en el estudio del funcionamiento del cerebro y el “Ello” para programarlos en una actitud consumidora. Este es el campo del Neuromárketing. El lanzamiento de un producto al mercado comienza con la búsqueda de in-sights, término que se refiere a las supuestas necesidades que flotan en el Inconsciente. Una serie de voluntarios se someterá a un estudio profundo a través de entrevistas y tecnología aplicada al cerebro para sacar sus in-sights. Si las necesidades de dos o varios candidatos coinciden, se diseñará un producto para su satisfacción y será lanzado al mercado para luego adoctrinar —a través del Inconsciente— al resto de consumidores con diferentes estrategias, recordándoles que el producto en cuestión satisfará una nueva necesidad hasta entonces encubierta.

Utiliza, por ejemplo, nuestra debilidad por ciertos olores para que nuestro cerebro los conciba asociados a un producto o marca determinada (por ejemplo, exponiéndonos a ambos a la vez). De esta manera, la próxima vez que veamos esa marca, estará asociada en nuestro inconsciente al olor que tanto nos gusta, pasando así al banco de “cosas que me convienen” de nuestra memoria, haciéndonos más propensos a consumir sus productos. Los colores y sus efectos en el ánimo, la música, la estructura lingüística... Todo lo que percibimos y que desencadena emociones en nuestra mente es estudiado para la manipulación de la misma percepción. Mientras tanto, formas de vida y sentimientos son diseñados para que los deseemos. Y funciona. Es sorprendente cómo el ser humano tiende a actuar contra sus propios intereses, sin ser conscientes pero creyendo estar en posesión del control.

Este vicio del Mercado tiene antecedentes en los campos de la Política y la Educación.

El sistema educativo contemporáneo, como se expone en La Educación Prohibida4, extiende sus raíces desde la Prusia del s. XIV, cuando sus gobernantes decidieron que no querían un pueblo analfabeto, pero sí un colectivo de súbditos controlables y obedientes. Se instauró así un sistema de educación que enseña a leer, escribir y desarrollar conocimientos limitados en las áreas de ciencias, literatura y artes. Así los alumnos crecen con una cultura común: una serie de conocimientos que inducen al espejismo de saber todo lo que hay que saber, olvidando de esta manera que el autoconocimiento, el análisis y el pensamiento crítico son los cimientos sólidos para el desarrollo de una persona como individuo y como miembro de la Realidad. Aquí tenemos otra cerca de limitación: la creencia de que la cultura es sinónimo de dominio del terreno, cuando es un mapa que muestra un bajo porcentaje del mismo.

La política también se vale del Neuromárketing para el éxito de sus campañas: inyectando ideas de unidad o exclusividad, vendiendo futuros utópicos como posibles, haciendo promesas que todo ciudadano quisiera ver cumplidas...todo esto mediante una gestión de la imagen y el lenguaje minuciosamente estudiada para una aparente credibilidad y una buena acogida.

En su primer capítulo, el documental The Century of the Self aclara cómo nace el proceso de manipulación del Inconsciente para la aceptación por parte del individuo y de la sociedad de su propio sometimiento a ideales y formas de vida diseñados e implantados por el sistema, que tiene como objetivo acceder al dinero, que es poder. Freud advierte que el ser humano es poseedor de una faceta primaria, basada en los instintos, que de expresarse libremente puede ser impredecible. Esto pondría en peligro el control del sistema, siendo necesario vetar la libertad de desarrollo y expresión. El sobrino del psicoanalista, Edward Bernays, apuesta por esta concepción del Inconsciente para sembrar las bases de la publicidad masiva. Si se crea un espejismo de suficiencia y hasta felicidad en el individuo a través de satisfacciones inmediatas, las autoridades controlan, las industrias venden y los individuos creen vivir con acceso a la totalidad de sus posibilidades.

Esta grieta descubierta por Freud —y explotada por su sobrino— da paso a que el individuo esté convencido de vivir ilimitadamente sin ser consciente de que el sentido de su vida viene dado por límites implantados por el sistema y la sociedad, por tanto, esté tornando en un colectivo de clones.

Si la conciencia brindaba la posibilidad de auto-estudiarnos a través de nuestro reflejo, el neuromárketing nos vende la idea de que el reflejo prefabricado por el sistema es el nuestro y es, por tanto, en torno al cual debemos vivir. La manipulación a la que estamos sometidos ha convencido a nuestro “Yo” para sustituir el “Super Yo” propio por uno diseñado por otros. Y así, en vez de perseguir nuestros sueños y vivir según nuestros propios ideales, vamos en pos de un canon común, artificial y vacío.

Consecuencias tangibles e intangibles 

Esto no tiene pocas consecuencias. Una de ellas es el desequilibrio de la biología propia del ser humano. Rutinas asfixiantes, la necesidad de amoldarnos al ritmo de las máquinas, el deseo de un físico que no es natural o el consumo desenfrenado nos han llevado a vivir con naturalidad familiarizados con la frustración o con trastornos como la enfermedad de la prisa, el estrés, diversos desórdenes alimenticios, la depresión o la ansiedad. Estas enfermedades físicas y psicológicas están a la orden del día y son tan comunes como el resfriado, siéndolo también sus remedios (bombas químicas para un organismo que se ha visto en la necesidad de forzar la asimilación de las mismas): Ibuprofeno 600, Prozac, Valium, terapias de rehabilitación...

Además, el incremento del consumo de alcohol y drogas significa, según el psicoterapeuta Luis Miguel Rodrigo en La Enfermedad de la Prisa. Un trastorno de los Ideales5, la necesidad del individuo de abstraerse temporalmente de estas ataduras inhumanas a las que lo somete la dinámica actual, especialmente en el caso de los jóvenes. Éstos afirman que la sensación de conflictos y frustraciones se ve anulada durante los efectos de la sustancia que consuman. Asimismo, en el caso del alcohol, inhibe incomodidades como la vergüenza, sintiéndose capaces así de socializar sin miedo a ser rechazados.

¿Significa esto que para aliviar el desequilibrio que el reflejo carente de Humanidad que el sistema nos implanta, sentimos la necesidad de crear un segundo reflejo artificial a través de, por ejemplo, sustancias químicas? De nuevo mintiendo a nuestra naturaleza.

El sistema nos engaña haciéndonos creer que vivimos como hay que vivir y, cuando el instinto nos lo niega en forma de emociones y sentimientos negativos, lo acallamos engañándolo otra vez con sustancias químicas, igual que en el mundo feliz de Huxley6, cuyos habitantes han censurado su propia conciencia, todo rastro de Humanidad y se rigen según valores sistemáticos por y para la sostenibilidad del sistema; se reproducen químicamente en probetas de laboratorio y solventan toda carencia de sentido o de ganas de vivir con un químico adictivo llamado “soma”.

De cualquier forma, este hecho confirma nuevamente que vivimos bajo una dinámica errónea. Los avances y los cambios son inevitables y siempre brindan algo positivo. La tecnología es una herramienta que, bien aplicada, facilita y soluciona incontables situaciones; la publicidad es otra herramienta que, bien aplicada impulsa el éxito de empresas y la difusión de conocimientos, así como el lenguaje, la educación y otras tantas herramientas que de aplicarse correctamente, no son sino ayuda para el individuo y para la sociedad.

Un ejemplo claro de afectación a la identidad en relación a la civilización es la revolución tecnológica, la cual estalló hace décadas pero sigue abriendo camino cada día. Beatriz Matteo7, de la Facultad de Diseño y Comunicación de la Universidad de Palermo, subraya la importancia de prestar atención al problema que nace de descuidar la consciencia de los jóvenes nativos de la era tecnológica (actualmente, menores de 25 años). Resulta que “uno de los problemas más frecuentes detectados en el aula es la dificultad del alumno para expresar verbalmente una idea, para hacer una reflexión, o formular un pensamiento crítico sustentado en un argumento válido”. Matteo se pregunta si la asfixia de información que ofrecen los nuevos dispositivos e Internet está provocando un vacío de ideas, si el mass-mundo de la red obstruye el proceso de construcción del mundo individual y la inmediatez de información en ingentes cantidades hace que el cibernauta confunda identidad real con virtual. “Tanta información oficia como distractor y los jóvenes ya no tienen tiempo para pensar y generar ideas.”

La presencia tecnológica es tan real como que los menores de 25 años ya incluyen en su legado genético un mayor desarrollo de los dedos pulgares, que han pasado a ser los más hábiles de la mano como resultado de entrenarlos en el manejo de dispositivos electrónicos. Si existen cambios físicos, es obvio que ya debemos considerar que el nuevo lenguaje electrónico ha introducido cambios en nuestra forma de comunicación, de entender la vida y la sociedad.

La civilización, como Jung llama a la sociedad estructurada y en dinámica de avance, es necesaria y es imparable, y nuestra fase primaria parece que se niega a desprenderse de nosotros (menos mal).

Dice Levi-Strauss en El Pensamiento Salvaje, citado por Smithson al inicio de Viaje al Yucatán que “el rasgo característico del pensamiento salvaje es su intemporalidad”; este es un hecho que nos salva como especie, que custodia nuestra esencia aunque nuestra Conciencia se distraiga. El constante avance, cada vez más intenso y veloz, es algo que inevitablemente nos involucra. Sin embargo, siempre cabe reconocerse como individuo, como ser reflexivo, crítico y pensante.

José Luis Pardo insiste en lo necesario de recordar nuestras raíces y encontrar nuestro norte y no perderlo de vista. Los eventos se sucederán, las industrias impondrán la dinámica frenética y las autoridades los esquemas. Ésta es la Realidad que habitamos, pero para participar en ella con seguridad, sentido y equilibrio, no debemos perder de vista la Humanidad que nos define: identidad individual, empatía y pensamiento crítico. Sólo con piezas nutridas de sentido es posible la máquina del avance.

Copyright 2014, Clementina Alonso Hernández



[1]    SENNETT, R. (2006) La Cultura del Nuevo Capitalismo. Barcelona, Anagrama 2007 2ª edición.
[2]    PARDO, J.L. (2010) Ensayo Sobre la Falta de Lugares. En: PARDO, J.L. Nunca Fue tan Hermosa la Basura.  2ª  edición. Barcelona. Galaxia Gutemberg.
3    FORD. T. (2009) A Single Man  [película]:

 -Dice (Huxley) que la frase más absurda de la Biblia es “Me odiaron sin motivo”; ¿Quiere decir que los nazis  tenían razón al odiar a los judíos? ¿Es Huxley antisemita?
-No. Los nazis no deberían odiar así a los judíos, pero su odio no es algo sin causa, sólo que esa causa no era real...La causa era el miedo. Pensemos en otra minoría, una que pase inadvertida, si es necesario; hay toda clase de minorías: los rubios, la gente con pecas. Pero las minorías sólo se consideran tal cuando constituyen alguna clase de amenaza para la mayoría, ya sea real o imaginaria. Y en eso se halla miedo. Y...si esa minoría se hace invisible, el miedo es mucho mayor. Y el miedo es la causa de las persecuciones a las minorías. La causa es el miedo, las minorías son sólo personas, personas como nosotros.
El miedo está conquistando nuestro mundo; el miedo se está utilizando como herramienta de manipulación en nuestra sociedad.

4    DOIN, G. (2012) La Educación Prohibida [documental]
5    RODRIGO, L. M. (2010) La Enfermedad de la Prisa. Un Trastorno de los Ideales. Madrid, Psimática Editorial.
6    HUXLEY, A. (1969) Un Mundo Feliz.Barcelona, Debolsillo
7    MATTEO, B. (2011) El Lenguaje de Las Ideas. [en línea] Palermo: Facultad de Diseño y Comunicación. Universidad de Palermo. http://fido.palermo.edu/servicios_dyc/blog/images/trabajos/3999_12592.pdf