lunes, 28 de julio de 2014

Peleas, caminos y eso



El más importante descubrimiento de mi generación es el de que un ser humano puede cambiar su vida
cambiando su actitud mental.  (William James)


Si estás peleando con lo que sea, recuerda que otros muchos también lo estamos haciendo. Muchos, pero muchos de nosotros estamos justo donde tú te encuentras en estos momentos: trabajando duro para sentirnos mejor, pensar con más claridad y mantener nuestras vidas en marcha.

Durante esta semana reflexiona sobre ello. Quizás sea consuelo de tontos pero, como digo siempre, es consuelo al fin. Yo es que prefiero pasar por tonta que ser desgraciada pero única, ¿tú no? Así me siento menos sola en mi pesar XD...

Alguien ha pasado ya por ahí y finalmente ha llegado a destino. Muchos otros han estado ahí, bien atascados,... y lo han conseguido. Otros tantísimos siguen ahí... y lo conseguirán. Y tú y yo nos veremos otras veces en la misma disyuntiva: ¿sigo o tiro la toalla? 


Sigue. Piensa que para tirar la toalla siempre estamos a tiempo, ¿por qué precipitarnos? :-)

Recuerda el hábito diario que aumenta tu satisfacción y la sostiene, y practícalo:

  • Haz hoy algo por ti mismo
  • Haz hoy algo por tu casa
  • Haz hoy algo por otro

Ya sé, ya sé... Lo he dicho ya cuarenta veces, pero es que eso DA FELICIDAD. Es una verdad empírica (sea eso lo que sea XD).

Hay otras cosas que también puedes hacer para acumular pequeñas satisfacciones y orgullos personales día a día. Hoy se me ocurre esta:

Gasta a manos llenas todo el dinero que quieras, pero no tires ni un céntimo.


A veces no gastamos ni un euro pero acabamos despilfarrando cien. Cuando compramos cualquier cosa que no nos produce verdadera satisfacción y lo hacemos sin sentir especial alegría, estamos despilfarrando. Cuando nos privamos de comprar algo que nos podemos permitir sin problemas y que nos produciría verdadera alegría pero creemos que una cosa así "no está bien", también estamos despilfarrando: estamos tirando a la basura una oportunidad de sentirnos bien. 

Y disfruta de cualquier segundo que te de alegría, diversión, vértigo, tristeza, rabia o indignación. Eso es vivir. El nirvana, como también he dicho ya mil veces, no existe y no existirá jamás. Va contra todas las leyes humanas y divinas que se basan en el deseo y la consecución de más y más y más. Así es como se expande nuestro universo todo.

Así que desea, imagina, persigue y... remata. Lo estás haciendo bien, ni lo dudes. 

De esta forma construimos nuestro curriculum vitae y ampliamos nuestro curriculum felicitatis: viviendo bien, a nuestra propia imagen y semejanza.

Ni más ni menos.

¡Feliz semana!

P.S. Para obtener lo que verdaderamente deseas (por ejemplo, sentirte más que bien) hazte estas cuatro preguntas: ¿Por qué? ¿Por qué no? ¿Por qué no yo? ¿Por qué no ahora?

Y contéstatelas. A corazón abierto.










domingo, 20 de julio de 2014

¿Verdad o mentira?

En este mundo cruel nada es verdad ni es mentira;
todo depende del color del cristal con que se mira.
Dicho popular


Una creencia no es más que un pensamiento que pensamos cien mil veces y, a base de repeticiones, se convierten en certezas para nosotros. Lo que no significa que sean verdades absolutas; de hecho, la mayor parte de nuestras creencias son mentiras, objetivamente hablando.

Nuestras creencias rigen nuestra vida. Queramos o no, nos guste o no, la ciencia ha demostrado que nuestro cuerpo y nuestro cerebro obedecen a nuestra voluntad consciente y nuestra mente es la vía. La mente consciente es la que da por válidas o no las afirmaciones que generan la observación de nuestro entorno y lo que sentimos hacia lo que percibimos en él. (Léete el Principio de Incetidumbre de Heisenberg, es interesantísimo).

Es la mente consciente el filtro que deja pasar o no a nuestro inconsciente lo que decidimos creer (porque siempre lo decidimos nosotros, sea a través de la curiosidad, el miedo, la conveniencia, o nuestra perseverancia). Y, una vez en el inconsciente, se convierten en esas creencias que, de forma automática, si las dejamos, dirigen nuestros pensamientos y actos que luego generan nuestras experiencias.

Y esto vale tanto para las creencias que llamamos positivas (las que nos apoyan y nos dan energía) como para las negativas (las que llenan nuestra imaginación de obstáculos, errores y horrores).

Los pensamientos se piensan solos; vienen y van a su aire, pasan por nuestra cabeza (o por donde sea que pasen) sin más propósito que lucirse y presentarnos propuestas y alternativas. Pero no tienen el poder de quedarse enganchados para siempre jamás a nosotros. Ese poder lo tenemos solo nosotros: enganchar el pensamiento que sea y quedárnoslo para darle forma, color, sentimiento y recrearnos en él dándole detalles a nuestro gusto.

Así pues, la buena noticia es que, como podemos elegir los pensamientos a los que quedarnos enganchados, las creencias (pensamientos que hemos repetido una y mil veces hasta que se hacen automáticos en nos) se pueden cambiar. Ningún niño nace pesimista ni resignado, aceptando su destino sin saber cuál es... Sólo hay que oír los gritos que pegan cuando tienen hambre, sueño o están mojados para darse cuenta del auténtico carácter de un bebé.

Una forma sencilla de hacernos con el control de nuestros pensamientos es ser conscientes del pensamiento negro en cuanto llega y pararnos para decir: "Ya sé lo que no quiero. ¿Qué es lo que quiero en realidad acerca de este asunto?". Y verbalizarlo claramente, en voz alta, de pensamiento o utilizando nuestra increíble capacidad para imaginar lo que de verdad deseamos. Y si el pensamiento que pillamos en un momento dado es alegre, divertido o amable, pararnos a hacerle fiestas y pensar "¡¡¡Síiiiiiiii, esto es lo que quiero!!!" es también una magnífica idea.

Normalmente, lo que deseamos de verdad en el aspecto que sea es justo lo contrario de lo que estábamos pensando en el momento de pillarnos in fraganti con una idea negra entre las manos. Así que es fácil. Haciendo esto una y otra vez, llega un momento en que los pensamientos negros pasan de largo sin dejarnos paralizados de miedo y nos permitimos a nosotros mismos avanzar en la dirección que realmente deseamos. Doy fe.

Pero muchos somos perezosos mentalmente, y además ilusos. Creemos que un día nos caerá del cielo ese momento en que no aparecerá ningún pensamiento que nos atormente y ya no volverá a ocurrir. Y esperamos -y esto es lo mejor de todo- no tener que poner nada de nuestra parte para que eso ocurra.

Falso. Falsísimo.

Llevamos tanto tiempo sosteniendo y observando deleitados esos pensamientos machacadores que se nos ha grabado una creencia que solo podemos modificar o eliminar de forma consciente, prestando atención. Pero vale la pena.

Tenemos un arma increíble para ayudarnos en esto: nuestra imaginación. Lo que de verdad nos diferencia de los animales es que nosotros podemos recordar el pasado, imaginar el futuro y destrozarnos el presente si no empleamos nuestra imaginación a nuestro favor. Lo que hasta ahora nos decían sin más explicaciones y sonaba misterioso de "ser consciente de uno mismo" es solo eso; y no hay ningún misterio.

Nuestros temores no se cumplirán a menos que nos regodeemos en ellos una y otra vez. Nuestros verdaderos deseos no se cumplirán a menos que nos regodeemos en ellos una y otra vez.

Ahora que en verano tenemos más tiempo y por lo general estamos más libres de estrés, prisas y carreras a colegios o despachos, aprovechemos los ratitos de playa y siesta para empezar a ser conscientes de lo que nos pasa por la cabeza, cuestionarlo, y rechazarlo o aceptarlo, según convenga a nuestra felicidad. Si nos ejercitamos en ello notaremos taaaaaaaannnnta diferencia a la vuelta de las vacaciones que nos parecerá absurdo no haberlo hecho veinte años antes. Prometido.

Las creencias más falsas de todas en cuanto a conseguir llevar una vida feliz:

No puedo
Me es imposible evitarlo
No sé
No tengo imaginación (¡esta es estupenda!)
No me lo permiten mis circunstancias (o padres, maestros, cónyuges, jefes...)

Las creencias que sí son verdades:

Puedo
Es posible cambiar
Sí sé
Tengo mucha imaginación
Lo haré

Lo único que tenemos que plantearnos, y ser sinceros con nosotros mismos, es:

¿Verdaderamente quiero conseguirlo y estoy dispuesto a hacer el esfuerzo que requiera?.YA estás haciendo muchísimo esfuerzo y gastando mucha energía en no hacerlo, así que la energía la tienes y el esfuerzo está a tu disposición y sabes cómo emplearlo; piensa en ello.

¿Estoy dispuesto a emplear mi imaginación para cambiar lo necesario y conseguir lo que de verdad deseo?. YA estás empleando la mucha imaginación que tienes en destrozar tu sueño, así que la imaginación la tienes. Empléala al revés.  XD

¿Lo haré?

Una vez hayamos decidido que sí, que cambiaremos nuestro tren pensante porque sí nos compensa, sólo tenemos que enfocarnos en el resultado de lo que queremos obtener. Visualíza ese resultado, no te permitas durante el rato que dediques a ello pensamientos contradictorios, haz como si te lo creyeras durante cinco o diez minutos (no más), créetelo durante ese ratito... y luego vuelve a tus quehaceres.

Si quieres convencerte a ti mismo a más velocidad de tu nuevo yo, da algún paso físico que apoye la nueva creencia o el nuevo hábito que quieres crear para que se quede en tu vida. Por ejemplo, si crees que eres tímido, te sientes solo o poco valioso, sonríe cada día a alguien y dile algo amable, sea conocido o no. Si crees que eres debilucho físicamente, haz veinte flexiones en algún momento del día. Si crees que jamás saldrás de la pobreza triste que invade tu vida y tu casa, compra algo un poquito más caro de lo que te permitirías normalmente pagar por eso mismo en versión bazar chino. Si te sientes solo y poco querido, pasa un ratito con alguien que sepas sin ninguna duda que te quiere (todos tenemos a alguien, no pongas excusas, estáte en guardia acerca de tus vergüenzas mal entendidas).

Y hazlo con la intención consciente de que estás creando tu nuevo y verdadero yo. Pronto verás que es más fácil de lo que te parecía (siempre lo es; todo) y también muy pronto verás que lo haces de corazón y que buscas oportunidades para hacerlo más a menudo.

Nunca se pierde nada siendo optimista, deseando y esperando triunfar en lo que soñamos; siendo pesimista perdemos con absoluta seguridad la oportunidad de conseguirlo. El optimismo da la energía necesaria para acometer cualquier cosa; el pesimismo nos roba el 99% de la energía y nos deja la justa para no hacer nada.

¿Nos vamos a dejar acojonar por dos o tres pensamientos que ya sabemos que no son verdades absolutas? ¿De verdad? ¡Venga ya!




domingo, 13 de julio de 2014

Placeres sencillos que no cuestan dinero

La felicidad es el espacio que hay entre dónde estás y dónde quieres estar.
Solo tienes que tomar una decisión: recorrer ese tramo haciéndolo cada vez más corto.

La vida está llena de placeres sencillos que nos ocurren de cuando en cuando. Son regalos inesperados que cada uno celebramos a nuestra propia y única manera. Pero podemos buscarlos a propósito y los encontraremos prestando atención.

La felicidad se elige; no es un accidente, una racha de buena suerte o algo que te regalan el día de tu cumpleaños. Si verdaderamente deseas ser feliz, lo eliges y haces lo necesario para alcanzarlo cada día. Cada minuto.

Y este deseo y necesidad de encontrar la alegría nos convierte en detectives y meticulosos observadores que se dedican a buscar cosas, personas, situaciones y actividades que nos la brinden. 

Cuando voy a fiestas o reuniones me pongo pesada y hablo y pregunto sobre la felicidad, a todo el que se deja. Con más frecuencia de la que espero consigo que la gente opine sobre el tema y casi todos, antes o después, me confiesan que los verdaderos placeres de su vida son gratis. Luego, me cantan voluntariamente una lista de ellos, con los ojos brillantes y una vaga sonrisa en la boca. Algunas personas se saben de memoria hasta treinta de sus placeres favoritos y los recitan sin respirar.

He coleccionado estos placeres como tesoros, y hacen una larguísima lista en mi cuaderno de notas.

Aquí os paso algunos, por si queréis echarles una ojeada y ver si podrían formar parte de vuestros favoritos... o ya lo hacen. Pensad en ellos con fruición y, aunque no sean vuestros, los disfrutaréis. 

  • Dormir al lado de la persona que amas.
  • Reír con tantas ganas que ni siquiera haces ruido.
  • El momento en que entiendes algo que no conseguías entender.
  • Un abrazo de tu hijo recién bañado.
  • Canciones que te hacen volver a un gran momento de tu vida.
  • Cuando oyes a alguien accidentalmente hablar bien de ti.
  • Despertar y caer en la cuenta de que ya es fin de semana... y volver a acurrucarte.
  • El momento agridulce e inevitable en que acabas un libro que no querías terminar.
  • Cuando un grupo de amigos se ríen con ganas de tu chiste estrella... por centésima vez.
  • Ese día en que te sientes atractivo o tienes el pelo justo como querías.
  • Un olor especial que te trae un recuerdo especial.
  • El primer chapuzon del año en el mar, a solas y muy temprano.
  • Volver a dormir en tu propia cama después de haber estado fuera dos o tres semanas.
  • Cuando alguien te dice "sí" (y esperabas que te dijera "no").
  • Acariciar a tu gato.
  • Un paseo a solas por la mañana temprano.
  • El silencio repentino que se hace en tu coche cuando atraviesas un puente un día de lluvia torrencial.
  • Cuando tu padre, finalmente, te confiesa en tu 40 cumpleaños que los Reyes Magos son los padres.
  • Cuando te das cuenta de que has estado sonriendo todo el rato mientras hablabas por teléfono.
  • Hacer la foto perfecta.
  • Un cumplido inesperado de alguien inesperado.
  • Escuchar el latido del corazón de otro.
  • Ser el siguiente de la lista o de la cola.
  • Un paseo en bicicleta a dos. 
  • Cuando triunfas en algo en lo que alguien te había dicho que no conseguirías.
  • Escuchar una canción nueva que te encanta y luego descargarla y escucharla una y otra vez.
  • Tachar cosas de tu lista de "Pendientes".
  • Darle a alguien una noticia realmente buena para él (o ella).
  • Quedarte dormido leyendo a la hora de la siesta en fin de semana.
  • Leer un día entero tirado en el sofá, bajo una manta, mientras fuera llueve o nieva.
  • El contacto visual imprevisto con un desconocido.
  • Una comida de amigas (de las de verdad).
  • Meterte en una bañera llena de agua caliente cuando llegas de la calle con frío.
  • Esa gente que te hace sonreír solo con pensar en ella.
  • Un buen abrazo espontáneo.
  • Estar en la playa de noche.
  • Tener una segunda oportunidad.
  • Las mariposas en el estómago cuando comienzas una nueva relación romántica.
  • Una relación honesta. Sin secretos. Sin mentiras.
  • Cuando tu compañero de piso se va fuera el fin de semana y lo tienes entero para ti.
  • Sacar un 10 en lo que sea.
  • Acertar el 100% de las respuestas en un programa que sigues en la tele.
  • Enamorarte de alguien.
  • Ver arcoiris a través del agua de la manguera cuando riegas el jardín o el patio.
  • Cuando el semáforo se pone en verde justo cuando estás llegando a él.

Y ahora te toca: ¿cuáles son tus placeres sencillos favoritos? Haz tu lista y tira de ella en caso de emergencia. En momentos bajos, es un arma estupenda para recuperar el aliento.

Te deseo un inesperado y felicísimo domingo.

domingo, 6 de julio de 2014

Pinto, pinto, gorgorito...

Las decisiones importantes siempre me provocan sueño,
quizás porque sé que tendré que tomarlas por instinto,
aunque los otros siempre me dicen que he de tomarlas reflexionando.
Lillian Hellman


Nunca he visto clara la relación reflexionar-inteligencia, o reflexión-madurez, o reflexionar-tener-éxito-seguro. Es más, en muchas ocasiones en que he reflexionado más de una tarde sobre la toma de una decisión he acabado con una lista de ventajas de dos líneas y una lista de desventajas de cincuenta renglones... Y no he hecho nada al respecto, o he tomado la que me parecía más segura y que resultó ser la equivocada. Como consecuencia, lo único que cambiaba en mi vida era mi desesperación y malestar, que crecían proporcionalmente al rato que pasaba contemplando en mi imaginación todas las aterradoras posibilidades de cualquiera de las alternativas.

Un día llegué a la conclusión de que morir de terror cada vez que pensaba en la posibilidad de un cambio importante en mi vida era muchísimo peor que aterrarme únicamente en el momento del cambio real. Sigo viva  y contenta. (Y eso no significa que no haya metido la pata, pero no he vuelto a sufrir esas repetidas agonías interminables. Me he recompuesto y he seguido adelante echando mano de la resiliencia humana que todos llevamos incorporada en mayor o menor grado).

Siempre sabemos lo que tenemos que hacer. Aunque nos resistamos a hacerlo.

Cinco segundos antes de que se nos plantee cualquier dilema sabemos cuál es la elección correcta, pero hemos aprendido a no fiarnos de nuestra intuición, de la inteligencia natural (y animal) que traemos de fábrica y que hemos dejado de lado, despectivamente, como "cosas de mujeres".

Dejando de lado nuestra inteligencia intuitiva hemos perdido no solo las mujeres -en el intento de que no traten despectivamente nuestro supuesto intelecto cultivado-; los hombres han perdido, y mucho, porque ellos también traen esa inteligencia de fábrica y la niegan setenta veces siete, no vaya a ser que los tomen (y tachen) de nenazas... A pesar de que esa inteligencia es la que les permitió salir por patas de las fauces de un león, de probar a ver qué pasaba si se frotaban dos piedras, o un chico con una chica, sacarle punta a un palo largo y lanzarlo al corazón del enemigo, etc.

El humano tiende a buscar su lugar en el mundo y a establecerse. Excepto para las personas aventureras y necesitadas de cambios continuos y excitantes, para el resto de los humanos la tendencia es hallar nuestro propio "cuartel general de operaciones" desde el que movernos todo lo que queramos y al que luego poder volver (si queremos).

Pero, pero, pero... Cuando mantenernos en un mismo lugar afecta continuamente nuestra salud y nuestra felicidad, debemos mirar de cerca el por qué real de mantenernos donde estamos a cualquier precio.

La vida es un perpetuo acto de equilibrio entre guardar y tirar, agarrar y dejar ir, quedarnos donde estamos y mudarnos a otro lugar (sea éste físico, mental, emocional o todos a la vez). Y para ello nos esforzamos sinceramente en hacer las elecciones correctas para nosotros. Pero... ¿cómo sabemos cuándo es realmente el momento de dar un paso hacia adelante en nuestro camino? ¿O hacia la izquierda o derecha?

Una gran parte de nuestras relaciones, trabajos e incluso las ciudades donde vivimos tienen fechas de caducidad. Algunas veces nos quedamos donde estamos -aún sabiendo que ya es hora de moverse- por temor a no ser capaces de adaptarnos a los cambios necesarios que implicarían tomar otro camino hacia unlugar mejor. Por desgracia, es muy popular y siempre damos por cierto el dicho de más vale pájaro en mano que ciento volando y, en consecuencia, el resultado sigue siendo el mismo: más dolor, más frustración y... arrepentimiento.

Aunque la regla general es que si algo te da mucho la lata es hora de cambio y que el primer pensamiento es el que vale, si tienes una cierta tendencia al perfeccionismo y deseas un mínimo de seguridad de que el resultado será el adecuado, hay maneras de corroborar lo que nos dice nuestra intuición.

Tenemos una mente consciente que nos ayuda a resolver de forma eficaz, desde nuestra propia lógica (que es la importante para nosotros), lo que nos dice nuestra sabia intuición. Sólo tenemos que hacernos un par de reflexiones y tomaremos las decisiones correcta para nosotros: 

¿Son nuestras dudas las que nos están forzando a quedarnos donde estamos (y como estamos)? El hecho de que tengamos miedo al cambio no significa que estemos en peligro; solo significa que tememos el cambio, salir de nuestra zona de confort (tan de moda ahora) y no saber el resultado final en este mismo instante. El hecho de que temas fracasar o fallar no significa que lo vayas a hacer; solo significa que temes meter la pata. Mira más allá de tus dudas y miedos; a pesar de lo que te cueste salir adelante, nunca tires la toalla contigo mismo, nunca. Eres más valiente de lo que crees, más fuerte de lo que pareces, más hábil de lo que piensas y dos veces más capaz de lo que nunca hayas imaginado. Y eso es una verdad incontestable (pero el temor te hace sentir vulnerable, débil y torpe; por eso el miedo paraliza siempre).

¿Están el resentimiento o la envidia jugando sucio con nosotros? El resentimiento aparece cuando sentimos que el mundo, la vida, o los otros nos deben algo y no nos lo dan. Por otro lado, el perdón (a nosotros mismo o a otros) aparece cuando tenemos la suficiente confianza como para utilizar nuestras piernas y dar un paso adelante. Para dar ese paso debemos saber por qué sentimos de la forma que sentimos en este momento, aceptarlo y dejarlo ir; ya no necesitamos ese rencor o envidia. Tenemos nuestra propia vida que vivir; no la entorpezcamos pensando en la vida de otros. Dejemos atrás el pasado después de haberlo aceptado, que ya pasó. Dejémoslo ir y empujemos a nuestro espíritu hacia adelante reclamando nuestros sueños y estableciendo nuestras buenas intenciones de forma clara y decidida sabiendo que son buenas.

¿Hacemos lo que hacemos basándonos con frecuencia en las expectativas de otros? Merecemos ser felices por el mero hecho de ser y estar vivos; no necesitamos más laudes que esos. Merecemos vivir una vida que nos provoque sentimientos de curiosidad, excitación, pasión, alegría, vértigo y satisfacción. No podemos permitir que las opiniones de otros nos hagan olvidar eso. Si padres o maestros, o amigos o conocidos nos dijeron que no valíamos, que no llegaríamos, que la vida es un difícil valle de lágrimas que atravesar, tenemos que reconocer que eso no es cierto y dejar de ponernos obstáculos. Ellos no van a vivir nuestra vida así que tendremos que hacer lo necesario para vivirla nosotros de la manera más feliz según los deseos de nuestro corazón y no según los deseos de las mentes temerosas de otros. No estamos en este mundo para cumplir las expectativas de los demás y no debemos sentir que otros están en nuestra vida para cumplir las nuestras; es una carga demasiado pesada. No debemos nada a nadie y nadie nos debe nada. De hecho, cuanto más apruebes las decisiones que tomas acerca de tu propia vida, menos aprobación necesitas de cualquier otro.

¿Al sopesar nuestra toma de decisión somos más conscientes de los contras que de los pros? ¡Cuidado! Eso es peligroso. Todo tiene sus pros y sus contras y, si me dieran a elegir, me empeñaría en ver más los pros porque los contras tienen unos efectos secundarios devastadores: me llenan de miedo y me paralizan, me impiden ver las enormes posibilidades de la alternativa que estoy contemplando (son siempre muchas y buenas), hacen que no vea salida airosa posible de la situación y son los causantes de que, una vez tomada la decisión desde ese punto de vista, me arrepienta casi inmediatamente de lo que he elegido, llenándome de rencor hacia mí misma y causándome mucho más dolor del que conlleva per se una elección difícil...

Esas dudas, temores, resentimiento y envidias posiblemente vengan de un pasado al que aún estamos atados. No dejemos que nuestro pasado (que ya está pasado) dicte quiénes somos hoy; y el hoy es parte de quiénes seremos mañana, cuando ese hoy ya sea pasado también. No tenemos otra manera de saber lo que vendrá mañana más que soñándolo y trabajando por ello. Sin arrepentimientos, sin mirar atrás; sencillamente viviendo y yendo hacia adelante. Y eso es precisamente lo que hace que la vida sea, si así lo decidimos, un viaje excitante y valioso.

No te apegues a personas que no quieran estar contigo, a circunstancias que no sean las tuyas. Lo único que verdaderamente es valioso en nuestra vida son las personas que sabes (porque siempre lo sabes) que están contigo en los tiempos difíciles y que se ríen contigo cuando esos tiempos difíciles han pasado y las circunstancias que te dan verdadera alegría (y no solo ausencia de temor, como puedan ser los retos que te planteas y que deseas pero temes). El miedo solo se supera enfrentándolo. Y el nirvana para siempre jamás no existe, porque tus deseos y anhelos siempre serán más y más y siempre te producirán cierto vértigo al principio. Es ley de vida.

Así que para evitar el quedarte en situaciones tóxicas que ya no deseas pregúntate si algo de lo que has leído más arriba es aplicable a la toma de tus decisiones. Consulta con la almohada, como decían nuestras abuelas, y tendrás la respuesta.

Y, sea la que sea la decisión que tomes, una vez tomada deja de pensar si habrás hecho bien o no, qué habría sido de ti si hubieras tomado la otra, etc... Responsabilízate de ella y actúa de la mejor manera que puedas (la que te de más alegría y satisfacción dadas las circunstancias) recordando que siempre, siempre, puedes tomar otra decisión diferente en el momento en que lo desees y volver a cambiar tus circunstancias. Nada tiene que ser para siempre (y casi nunca lo es).

Aunque esto sea consuelo de tontos es consuelo al fin: ten por seguro que todos estamos en lo mismo, que todos pasamos por donde tú estás pasando ahora, que todos hemos sentido el mismo vértigo y nos hemos visto en la misma disyuntiva. Y seguimos vivos. :-D

Nadie ha muerto, que se sepa, por tomar una decisión (aparte de la de pegarse un tiro o no hacerlo); nadie ha sido condenado a perpetuidad a no volver a ser feliz por tomar una decisión; nadie ha perdido nada irreparable para siempre jamás por tomar una decisión. Todo es reparable, sustituíble y remediable. Todo.

Recuerda siempre: si no se hubieran tomado decisiones "arriesgadas", el hombre no andaría erguido; no existiría el fuego ni las pirámides de Egipto; no tendríamos agua corriente ni luz eléctrica; no se hubiera descubierto ningún nuevo mundo y no existirían las competiciones de salto con pértiga ni los puentes de Segovia y Brooklyn.

Y eso sería una lástima.