domingo, 30 de noviembre de 2014

Felicidad y estadística: los países a examen.

Dinamarca y Butan, entre el cielo y la tierra...

La felicidad media del planeta está ahora mismo en un 5.1 puntos sobre 10. Aprobado peladillo para el mundo. Aunque es buen síntoma que se debata sin pudor a nivel oficial sobre la felicidad de los terrícolas, el mundo progresa adecuada pero lentamente y necesita con urgencia mejorar.

A finales del año 2013, la ONU publicaba su segundo Informe sobre la Felicidad Mundial, uno de los más importantes y, al parecer, fiables de los que se publican en este asunto que cada vez más ocupa y preocupa a todos. Un 5.1 sobre 10 no es para tirar cohetes pero, al menos, no estamos suspensos... ¿todavía?

Cuando nuestros hijos traen esas “notas” a casa no podemos darles una bofetada por “no hacer nada” pero sí podemos despacharnos con un buen discurso disuasorio y amenazar con tomar medidas. No debemos, pero lo hacemos cuando estamos muy decepcionados, compararlos con sus primos o compañeros que han tenido notables altos y alguna que otra matrícula. “No es bueno para su autoestima”, dicen los psicólogos.

Pues en cuestión de países me importan una M la autoestima y los psicólogos, y nos comparo con otros países que teniendo menos son más felices. A ver si aprendemos.

Islas Feroe, Dinamarca.

El informe feliz de la ONU tiene en cuenta a 156 naciones de todo el planeta Tierra y quiere servir de guía a las políticas gubernamentales de esos y otros países.  Al elaborar este informe que luego hace público para advertencia de muchos, la Organización de Naciones Unidas tiene en cuenta seis parámetros: el PIB per cápita del país, las posibilidades reales de sus ciudadanos de llevar una vida saludable, el respaldo social con el que cuentan, la libertad personal de los ciudadanos de esas naciones para tomar decisiones vitales, la ausencia de corrupción de sus gobiernos nacionales y locales y la generosidad de sus gentes.

Dinamarca es la estrella de este informe último: ostenta el puesto número 1. España carga con el puesto número 38 en esa escala de 156. Entre ambos, muchas sorpresas.

A pesar de nuestra siesta, nuestros chistes, nuestra alegría de vivir, el flamenco y la cantidad de bares per cápita de nuestro amado y soleado país, en cuestión de felicidad nos ganan por goleada (en este orden): Noruega y Suiza (que completan el trío campeón),  seguidos por Holanda, Suecia, Canadá, Finlandia, Austria, Islandia y Australia, casi todos ellos países heladores… Los 10 países más felices del mundo son, en su gran mayoría, países con el clima y la geografía en contra.

A partir del puesto número 11, que es Israel, sigue la lista: Costa Rica, Nueva Zelanda, Emiratos Árabes, Panamá, México, Estados Unidos (que ascendió del puesto 23 al 17 en un solo año), Irlanda, Luxemburgo y Venezuela en el puesto número 20 del ranking feliz.

Estamos en el tercio favorecido del ránking, pero no somos tan felices como cabría esperar y lo somos un poco menos que en el anterior informe. Al igual que en Portugal, Italia y Grecia, en nuestro país ha disminuido sensiblemente nuestro índice de felicidad. Los cuatro países hemos sido objeto de un rescate bancario al menos, sufrimos el tipo de corrupción y derroche por parte de mandos altos (y de medio pelo) que antes achacábamos solo a “países sudacas y caribeños” y llevamos mucho tiempo ya sometidos a gobiernos bipolares y/o esquizofrénicos que niegan la realidad una y otra vez.

¿Tendrá esto algo que ver?

Por otro lado, el estudio de la ONU nos informa de que seis de los 17 países miembros de la Unión Europea han aumentado de forma sensibilísima (y sensata) su índice de felicidad y todos ellos son del norte y del centro de Europa, con un frío que pela y casi sin ver el sol. ¡Qué envidia! Muchos de ellos veranean en Marbella, Capri o el Algarve, echándose aquí la siesta dos semanas al año, sí, pero… Viven y trabajan en y para su propio país sin echarse siestas a diario.

¿Lo estamos haciendo nosotros al revés?

Los últimos puestos en el ranking feliz son, en este orden, para Togo (a la cola total), Benin y República Centroafricana, Burundi, Ruanda, Tanzania, Guinea, Comoras, Siria y Senegal. Estos países también tienen mucho sol, incluso más que nosotros.

¿Y a quién se le ocurrió esta feliz idea de los informes?

Pues fue iniciativa del primer ministro de Bután, Lyonpo Jigme Thinley, que animó a los países miembros de la organización a medir la felicidad de sus habitantes. Esta iniciativa butanesa fue aprobada durante una Asamblea General en julio de 2011 (¿se habrán arrepentido ya los otros países miembros de haber aprobado el que se saquen sus vergüenzas a la luz?).

¿Y por qué se le ocurriría a este hombre una idea así?

Timbhu, capital de Butan

En los años 60 llegó el teléfono a Bután junto con su propia moneda, en 1999 llegaron la televisión e internet (con censura, eso sí) y la democracia se estrenó ya entradito este siglo en el que estamos y no existen semáforos ni siquiera en la capital de ese feliz país, Timbhu. La sociedad butanesa es en su mayor parte matriarcal, permitiéndose a las mujeres la poligamia. ¿Tendrá eso algo que ver también con el índice de felicidad de uno y otro sexo?

Para encontrar el equilibrio entre su tradicional hermetismo al exterior y la ya inevitable apertura, se creó el concepto de Felicidad Interior Bruta --que suena muchísimo mejor que nuestro PIB-- en base a la filosofía budista. Este concepto de sociedad con el derecho básico y primario a la felicidad persigue intensificar el bienestar humano, garantizando al butanés ciertos derechos y parámetros sociales sin promover a lo bestia la persecución de bienes materiales. Al margen de las listas de la ONU, se considera a Bután el país más feliz del mundo. Desde mucho antes de que la felicidad se pusiera de moda.


El turismo a este abruptísimo país (el tramo más recto de carretera tiene menos de medio kilómetro) está restringido y solo se puede viajar a él en grupos organizados; nada de ir por tu cuenta a recorrerlo. Puedes fumar allí, pero si te pillan dándole o vendiéndole un cigarrillo a un oriundo te la cargas por contrabandista. Nada menos.

¿Nos ayudará la benemérita globalización a copiar y emular estos modelos hasta hacerlos nuestros?

jueves, 27 de noviembre de 2014

Verdades Absolutas: la receta de la felicidad

Dar el paso puede que no traiga la felicidad; no hacer nada al respecto no la traerá.
William James


Hace unos meses escribí sobre mi fórmula de la felicidad, que descubrí a lo largo de años y con esfuerzo. Son verdades para mí absolutas que me ayudan a no perder pie y que me empujan a actuar en mi beneficio cuando mi alegría está por debajo de ese nivel mínimo que requiero y necesito.
Las repito aquí por si algunas de ellas te sirven para algo:
  • La vida no trata de sentarse a esperar que pase la tormenta; de lo que trata la vida es de aprender a salir ahí fuera a pesar de la lluvia, esperando que el agua me ofrezca mejores peras y más flores. La felicidad no es la ausencia de problemas sino mi actitud: la habilidad para manejar los problemas que se me presenten. Ahora sé que hubiera podido disfrutar de muchos más maravillosos momentos si no hubiera permitido que mi mente se dedicara con tantísima energía a luchar contra mi intuición y mis inclinaciones naturales al bienestar.
  • No volveré a permitir que un mal día me haga pensar o sentir que tengo una mala vida. Un día es un día y una vida es algo mucho más serio... y más largo.
  • El resentimiento es una pérdida de tiempo feliz. Si lo permito, mi pasado puede robarme el presente. Si me dejo llevar puedo pasarme días, semanas, meses y años sentada a solas en un cuarto oscuro analizando una y otra vez algo que ya ocurrió tratando de hacer encajar las piezas e intentando justificar qué podría o debería haber pasado en lugar de lo que pasó. O puedo levantarme dejando todas las piezas desparramadas por el suelo y salir a tomar el sol. Esto último es lo más sensato.
  • Hay alguien por ahí, posiblemente muy cerca, que es feliz con muchísimo menos de lo que yo tengo. Me conviene recordarlo e imitar esa actitud hasta hacerla mía.
  • No debo olvidar ni desestimar el discreto poder del alivio: Me resulta imposible dar un salto cuántico desde el pozo negro del dolor a la alegría desenfrenada pero, en todo momento, tengo libertad absoluta para hacer algo que me haga sentir un poco mejor. Puedo ver Love Actually con mis hijas, cocinar, leer Sin noticias de Gurb, escribir, jugar al Candy Crush, escuchar a mi Elvis, o pintar meninas. O... puedo seguir sintiéndome un trapo. 
  • Si no te gusta algo, cámbialo; si no puedes cambiarlo, tíralo; si no puedes tirarlo, cambia la forma en que piensas acerca de ello. Esta es la que más me cuesta; debe ser porque no es mía :)) pero es muy sensata, así que la adopté. No tienes que amarlo como a ti mismo pero no necesitas en absoluto perder tiempo y energía pensando en cuánto lo odias. Ignóralo. De corazón. Y sigue a tus cosas.
  • A veces es mejor hacerlo solo lo mejor que pueda y dejar la perfección para otro momento. No siempre puedo ser tan dura conmigo misma; hacer lo mejor que puedo con lo que tengo en este instante es suficiente castigo ya. La satisfacción de ese pequeño esfuerzo es suficiente premio.
  • Por el hecho de que no haya durado toda la vida no significa que no haya valido la pena. Lo que está muy entrelazado con mi siguiente verdad absoluta:
  • Algunas personas y algunas cosas no estarán en mi vida para siempre. Hay cosas que no quiero perder a las que puede que tenga que renunciar; hay personas sin las que creía no poder vivir y, por mi bien o por el suyo, tuve que dejar marchar. Y aquí estoy, viva y coleando. Es posible que haya circunstancias y personas que llegaron a mi vida sólo para hacerme más fuerte y aprender a pasar página sin necesidad de perder por ello mi felicidad básica, y mucho menos la vida. También sé sin ninguna duda, el beneficio fue mutuo y en esa relación yo aporté, al menos, la misma cantidad de aprecio o desprecio que aportó el otro. Tablas.
  • Hablar de mis bienes más que de mis males aleja a estos últimos a la velocidad del rayo. "No muere el hombre por lo que entra en su boca sino por lo que de ella sale. Porque lo que de su boca sale de su corazón procede". Ahí queda eso (tampoco es mía).
  • Cuando mejor aspecto tengo es cuando sonrío. No hay belleza más esplendorosa que la que sale de dentro.
  • Cuanto más confío en mis propias decisiones menos necesito que otros lo hagan.
  • Una actitud negativa es como una rueda pinchada: no llegaré muy lejos hasta que cambie esa rueda.
  • La mejor forma de librarte de una fuerte tentación es, a veces, caer en ella: ¡cómete esa tarta!

Y mi favorita absoluta:

Aférrate a lo que amas y te ama, agradece debidamente cualquier regalo o cumplido que te haga la Vida y confía en tus pasiones y tu intuición. El resto no es importante :-D

Hace tiempo una amiga que se considera muy infeliz --y de la que yo pienso que tiene una vida estupenda-- me lanzó un reto: Pero ¿la felicidad no debería tener una fórmula matemática como todo? Como que sumar dos y dos dan cuatro o algo así...

Después de darle muchas vueltas a ese guante lanzado a mi amor propio, creo que la saqué:

Actitud + Intención + Confianza = Felicidad


Desde Altea, con amor :))

jueves, 20 de noviembre de 2014

Vulnerabilidad: Vivir a todo corazón


--Y tú, Rosa, que no dices nada, ¿tienes el mismo problema con la hora de acostarlas?

Tacháaaaaaan.

Todo empieza en el patio del colegio, charlando con otras madres de niños que, como los tuyos, a los tres años tienen sus propias opiniones respecto a todo lo que les concierne, especialmente horas de comer, tipo de comida, horas de acostarse y cómo acostarse, cuándo bañarse y con cuántos patitos bañarse. Ains, qué mal rato al principio, diosssssss. Han pasado veinte años y aún lo recuerdo. Pero descubrí el secreto de reciclar ese rato en un momento de paz.

Barajé posibilidades, tengo que confesarlo. Podría a) decir que sí, y hermanarme con las desgraciadas mintiendo; o b) decir la verdad, la vergonzosa verdad verdadera que hace que mis hijas se vayan a la cama sin mayor problema: permito que mis hijas se metan en la cama disfrazadas y con los zapatos puestos.

Temía que la gente pensara que soy una madre horrible, descuidada y antihigiénica, por no hablar de locura, si me atrevo a confesar. Pero, aún así, decido: "mira, lo digo y me lo quito de encima; cuanto antes se enteren de quién soy en realidad, mejor".

Así que miro a los ojos a las otras madres, tomo una respiración profunda y elijo la segunda variante.

--Se acuestan disfrazadas de gitanas, de princesas, de pollito o de hadas. A ellas les gusta y a mí no me importa. Estoy agotada siempre a esa hora y he decidido luchar solo las guerras importantes --me precipito a justificar mi debilidad, hablando muy deprisa.

Para mi pasmo, una de ellas me sonríe, me abraza y me dice que me ama locamente. También se ha educado como madre con el libro de Libby Purves, "Cómo no ser una madre perfecta", pero sólo de pensamiento. Somos prácticamente iguales, solo nos diferencia un detallito: ella no se atreve a poner casi nada de la Purves en práctica y yo sigo a rajatabla sus sugerencias e, incluso, voy más allá. Estoy demasiado cansada todo el día como para andarme con pijadas y perfeccionismos.

Sin ninguna duda, unos años antes habría mentido como bellaca y habría dado consejos inútiles por lo irreales y poco prácticos; habría mantenido el tipo mostrando una película de niñas repeinadas, recién bañadas, bien cenadas y encantadoras que, a la orden de irse a la cama, mutaban en monstruosos gremlins de malas ideas propias, cuando la realidad era que mutaban en hadas, pordioseras agitanadas, bailarinas o chulapas sonrientes. Por suerte, el agotamiento de la crianza, mi sentimiento de culpa por no jugar con ellas a tiendas y mi pereza genética me hizo mucho más práctica y dejé de ser vulnerable al qué dirán, precisamente porque no me importaba mostrarme vulnerable en los más vergonzosos temas.

Tras el positivísimo feedback  de la otra madre imperfecta, me vino a la mente que quizás debería dejar que mis imperfecciones salieran a la superficie más a menudo también en asuntos no maternales...

Para la mayoría de los humanos, sin embargo, mostrar nuestros fallos y flaquezas o confesar algo de lo que nos avergonzamos (como dejar que mis hijas se acostaran vestidas de Cleopatra con pendientes de gitana y zapatillas de cuadros), es arriesgado. O así lo percibimos al menos. Según Brené Brown, cada vez que bajas la guardia estás creando una oportunidad para tí mismo (de amistad, de conocimiento, de aventura o de lo que sea), aunque por supuesto con excepciones sensatas. Me coloqué en esa posición de forma consciente hace ya muchos años, aunque sin por ello perder de vista que hay situaciones en las que mostrarte vulnerable es poco sensato (cuando tu jefe está buscando un/a cabeza de turco, durante las primeras citas de lo que sea --romántica, de trabajo o primer encuentro con los que serán tus suegros un día-- o en situaciones físicamente peligrosas (si te sientes en peligro ante alguien, sal de ahí rápido).

Brené Brown es una investigadora social que ha dedicado más de doce años de estudio a la vulnerabilidad, la vergüenza y el desmerecimiento con resultados cuando menos curiosos (para mí impactantes) que nos cuenta en su libro Daring Greatly (algo así como un juego de palabras entre Atrévete a lo grande y Es de importancia vital que te atrevas).

Mi más sobresaliente descubrimiento en este asunto es que la vulnerabilidad (nuestra idea de ella) está ligada a lo que pensamos que son nuestras sombras más oscuras: vergüenza, imperfecciones, debilidades de carácter... En fin, toda esa clase de cosas que nos aterra que otros descubran que son parte de nuestro verdadera yo y que pensamos que los otros no tienen. Igual que nunca nos mostraríamos en público con la bata de guatiné, nos resistimos a mostrar lo que pensamos que son nuestras flaquezas, cuando en realidad el otro también está deseando quitarse la faja. ¡Qué alivio!

¿Qué piensas de esto?

¿Crees que mostrarte vulnerable hará tu vida más fácil, menos encorsetada? ¿Debemos evitar a toda costa que otros descubran nuestros miedos y flaquezas? ¿Tus vergüenzas son reales? ¿O tus temores? ¿Tus imperfecciones son únicas en el mundo en el peor sentido? ¿Vale la pena vivir con el corazón escondido o es mejor vivir a pecho descubierto? Ains, qué dilema...

Ayer mismo Almu Sanchís me dió un consejo inteligentísimo: "Tú a lo tuyo que es escribir cada vez mejor y déjate de pensar en qué dirán los otros". Joeeeeee, consejazo.

Seamos lo que seamos o lo que pensemos que somos, está bien así. Posiblemente, cada día lo haremos mejor, pero si un día damos un paso atrás, también está bien. De este modo evitaremos espantar a nuestra felicidad a cada paso que demos y cogerá más confianza, acercándose cada día un poquito más a nosotros.

We are enough yet, como dicen los americanos.

Y llevan más razón que un santo.




lunes, 10 de noviembre de 2014

¿Es esto todo lo que hay? (II): Y Platón...


Platón dedicó su vida a un solo objetivo: ayudar a la gente a alcanzar su estado de realización personal. A día de hoy sus ideas continúan siendo relevantes, provocativas y fascinantes. Para Platón la filosofía era una herramienta que nos ayuda a cambiar el mundo.
Busto de Platón (Museo
Pio-Clementino del Vaticano)

Pero ¿cómo?
  1. Piensa más. Sólo en raras ocasiones nos tomamos el tiempo de pensar cuidadosa y lógicamente acerca de nuestras vidas y cómo enfocarlas. En ocasiones nos limitamos a seguir a lo que los griegos llamaban Doxa, o sentido común. En los 36 libros que escribió, Platón nos mostró cómo este sentido común está plagado de errores, prejuicios y superstición... El problema es que las opiniones populares nos llevan al filo de los valores equivocados. La respuesta de Platón a esto es conócete a ti mismo. Esto significa hacer una clase especial de terapia: la Filosofía. Esto significa poner tus ideas a examen más que actuar por impulso. Este tipo de examen se llama discusión socrática.
  2. Deja que tu amado te cambie. Esto suena fatal si piensas que amar significa encontrar a alguien que te quiera tal cual eres. También suena machista. O feminista, según. Pero no tiene por qué serlo... En su obra El Banquete, Platón dice que el amor verdadero es admiración. En otras palabras, la persona con la que necesitas estar debería tener grandes cualidades que tú no tengas... Estando cerca de esa persona puedes convertirte un poco como esa persona. La persona correcta para nosotros nos ayuda a crecer hacia y hasta nuestro total potencial. Para Platón, “un amante no debería de amar al otro tal y como es el otro en este momento”, sino que más bien la pareja debería de comprometerse a cultivarse mutuamente y a atravesar juntos los pasajes tormentosos que esto, inevitablemente, implica. Cada uno de ellos debería querer seducir al otro para que se convierta en una mejor versión de sí mismo.
  3. Descifrar el mensaje de la Belleza. A todos nos encantan las cosas bellas pero Platón fué el primero en preguntar: ¿Por qué nos gustan las cosas bellas? Encontró una razón fascinante: los objetos bellos nos susurran verdades importantes acerca de la buena vida. Encontramos bellas las cosas cuando sentimos en ellas cualidades que necesitamos pero que se pierden constantemente en nuestras vidas: amabilidad, armonía, equilibrio, paz y fuerza. Los objetos maravillosos, por lo tanto, tienen una función realmente importante: nos ayudan a educar nuestra alma.
  4. Reformar la sociedad. Platón pasó mucho tiempo pensando acerca de cómo el gobierno y la sociedad debería ser (idealmente). En realidad, el fué el primer pensador utopista. En este asunto, Platón se inspiró en el gran rival de Atenas, Esparta. Esta era una máquina gigantesca de fabricar grandes soldados. Todo lo que hacían los espartanos –cómo criaban a sus hijos, cómo estaba organizada su economía, a quién admiraban, cómo practicaban el sexo, lo que comían– estaba hecho a medida para conseguir ese objetivo. Y Esparta era enormemente exitosa desde un punto de vista militar.
    Pero esto no era la mayor preocupación de Platón. Él quería saber: ¿cómo podría una sociedad convertirse en una mejor productora no de poder militar sino de eudaimonia (felicidad)? ¿Cómo podría esto ayudar de forma fiable a la gente a sentirse realizada personalmente?
Así pues, quizás no sea mala idea el pasar algún rato a la semana a solas, pensando en lo que realmente deseamos en nuestra vida y en qué herramientas deberíamos utilizar para alcanzarlo. Y no cejar hasta obtener nuestras respuestas, aclarar nuestras posiciones y saber con toda la exactitud posible dónde estamos exactamente en este momento de la encrucijada...

¡Feliza semana post­-Almudena!

(Adaptación y traducción libre del artículo "4 Reasons why Plato still matters", de la página Farnam Street).

domingo, 2 de noviembre de 2014

¿Es esto todo lo que hay? (I)

Qué vida tan maravillosa tuve, ¡ojalá me hubiera dado cuenta antes!
Colette (escritora francesa r.i.p.)


¿Es esto todo lo que hay?

Si eres como el 87,9 por ciento de los humanos que en este momento habitamos en el planeta con madurez suficiente como para hacerlo, seguramente te lo has preguntado ya, al menos, 2 veces.

En momentos tanto de abrumamiento como de aburrimiento nos hemos preguntado también ¿Qué es lo que quiero de la vida?, al menos una vez. Y casi todos, la grandísima mayoría, nos hemos contestado: ser feliz. 

Nos hacemos entonces propósito de enmienda y establecemos objetivos imposibles, a cortísimo plazo, para compensar el tiempo perdido, escribiendo listas de cosas pendientes de hacer para conseguirlo. Esas listas ocupan hojas y hojas de papel con líneas y líneas de tareas que sabemos que diez personas trabajando en equipo tardarían años en llevar a cabo. Cuando nos ponemos, en un primer intento de "arreglar las cosas de una vez por todas", a trabajar en esas metas mastodónticas, todavía nos queda más clara aún que antes de hacerlo la imposibilidad de la tarea. Y no tenemos más remedio que rendirnos antes de haber dado siquiera el primer paso. Con lo que nos sentimos aún más abrumados o asustados que antes, por no hablar de la sensación de impotencia y fracaso y cobardía --nombrando solo tres-- por haber abandonado antes de empezar siquiera. Si la tarea es demasiado grande, nos abruma; si es demasiado pequeña, nos aburre...

Hay gente que sueña con salvar el mundo y piensa en escribir grandes tratados filosóficos que resolverá todos los problemas vitales y morales de la humanidad y acabará de una vez por todas con guerras, corrupción y estafas. Pero... ni siquiera ponen el lápiz sobre el papel o anotan sus ideas.

Otros sueñan con descubrir, definitivamente, el secreto único y universal de la felicidad. Pero... ni siquiera saben lo que los hace felices a ellos mismos. Ni siquiera saben que la felicidad no es su meta sino su camino, y a los cuarenta o los cincuenta descubren que nunca llegarán a ese sitio concreto de donde ya no sales. Y deciden que no vale la pena seguir buscando; que eso no existe.

Otros buscan y buscan ese secreto para sí mismos pero rechazan probar cualquier cosa, sistema, teoría o libro sosteniendo que eso no sirve; si sirviera, todo el mundo sería feliz. Y rechaza por el camino cualquier sugerencia que no esté aclamada unánimemente por la mass media o declarada oficialmente por la Conferencia de Naciones como la única vía válida  para alcanzar la felicidad para siempre jamás.

No recuerdan que cada ser es único, y lo es para todo: para vivir, desear, trabajar, disfrutar y ser feliz a su manera, propia y única, que solo le sirve a él. Que las teorías, libros, sistemas y demás te dan ideas para que encuentres tu propio camino pero no te dan nada masticado para tu particular caso.

Que eso no existe.

Porque cada uno somos lo que somos, un yo único y pecualiar que piensa con su cabeza y siente con su corazón, que no se parecen casi nada a los de casi ningún otro.

Y, aunque nos gusta ser únicos y originales, a la hora de los grandes riesgos emocionales queremos comprobar antes de arriesgarnos que una teoría haya dado resultado --oficialmente y declarado por los medios públicos del mundo entero-- a cien mil millones de personas; y si no, no voy a perder el tiempo con esa idiotez. Y como eso tampoco existe --y, olvídate, nunca existirá-- vuelven a la rueda de no lo conseguiré, esto es una estupidez, la vida es así o asá, y unos tienen mala suerte y otros nacen con una flor en el culo, son las cartas que me han tocado, y bla bla bla...

Y dejan de buscarla pensando, todavía, que es un lugar al que otros llegan pero ellos no llegarán...

Se quedan sin fuerzas y viven exhaustos, y así ¿de dónde sacas el tiempo y las ganas para disfrutar de la familia, el ocio con amigos, fomentar relaciones sociales y profesionales satisfactorias, darle tiempo a tus pasiones?

La felicidad de uno es un asunto personal serio, casi diría que el más serio de todos; el único en el mundo con el que de verdad vale la pena comprometerse a muerte, a diario y al ciento por ciento. Es inevitable que en nuestro proyecto de felicidad, tomándolo en serio, nos encontremos con la felicidad a diario al menos un rato. Y un día quizás sí nos encontremos con que ¡oh, sorpresa!, resulta que somos felices. Los tragos amargos, la pérdida de seres queridos, complicaciones profesionales... serán menos amargos y menos complicados si estamos comprometidos con nuestra felicidad. Porque tendremos formas de pasar por ellos que no impliquen quedarnos destrozados más que el tiempo justo y no media vida, nos quede de ésta lo que nos quede.

Para comprometerte de  forma seria con tu felicidad tienes que ver con otros ojos tu vida cotidiana. Porque la felicidad, la de verdad, la que vale la pena, es la de cada día y no los grandes momentos de bodas y bautizos sin lluvia y premios extraordinarios de la loto o rutilantes ascensos profesionales. Todo eso es anecdótico. Lo que de verdad importa es que cada uno de tus ratos te produzca el mayor bienestar posible dadas las circunstancias en las que te encuentres en cada momento. Y ese es trabajo tuyo, no del mundo o de tu prójimo. Que bastante tiene el mundo y tu prójimo con ocuparse de sus propios asuntos. Aunque no te lo creas.

Vale la pena que pienses en ello, le des más de una vuelta al asunto y te pongas manos a la obra. Dedícale cada día un rato a reflexionar, tranquilamente y sin agobios, al asunto de ¿Qué quiero de mi vida? ¿Cómo quiero que sea?, y hazlo teniendo en cuenta todos los aspectos, que los hay que más que pasiones tienen obsesiones y solo le dan vueltas a una cosa; y una buena vida tiene más de una cosa que vale la pena hacer buena. Y encamínate a ella. Cada día, empieza tu día con esa intención en mente.

¿Cómo puedes aprender a sentirte agradecido por todo lo que ya tienes? ¿Cómo puedes ser mejor amiga, escritor, madre o esposo? ¿Cómo puedes manejar las pequeñeces que te irritan a diario y adquirir una perspectiva más amplia y trascendente? ¿Cómo puedes ver con otros ojos tu vida cotidiana? ¿Cómo puedes mirar el lado bienhumorado que, aunque ahora mismo no lo veas, tiene cada día? ¿Cómo puedes dejar de asustarte ante las noticias de la tele o los periódicos? ¿Cómo puedes dejar de creer a pies juntillas el error absoluto que es el mundo en su conjunto, la injusticia que lo gobierna y el poco hueco que queda para ti y tus expectativas? ¿Cómo puedes apoyarte a ti mismo y a tu bienestar? ¿Crees en Dios o en un Algo más grande que tú que te apoya? Si no crees en ello, ¿con qué podrías sustituirlo para que te haga ese papel?

Cuando te sientas insatisfecho, cuando sientas que te falta algo a pesar de tener todo lo necesario para sobrevivir, recuerda lo afortunado que eres y recuerda también tu compromiso con tu felicidad, encuentra la manera de vivir el momento. Lo ajetreada que es tu vida, la cantidad de problemas que tienes en este momento, no tener un hueco ni para ir a la peluquería o al barbero no son excusas válidas para seguir siendo infeliz.

Y si las admites como tal seguirás mil años más sabiendo que tienes que ocuparte de ello en algún momento y no encontrándolo, generándote más frustración y desconsuelo. Y creyendo ilusoriamente que la felicidad llegará un día de golpe, cuando hayas acumulado el suficiente CV de trabajo duro, sacrificio, stress y desolación como para merecerlo. Como si la felicidad fuera una banda de honor a los sufridos méritos personales. Pero todo eso no tiene pinta de ser la felicidad... Creo.

Piénsalo y ponte manos a la obra. Define claramente qué es la felicidad para ti y empieza ya a dar los pasos necesarios para, cada día, conseguirla en alguna medida. Busca y aférrate al optimista que todos llevamos dentro (aunque a veces muy escondido, ¿eh?) y empieza a hacer cosas que te acerquen a ese ideal de vida feliz que descubras. Te sorprenderán los resultados.

Espera, se me olvida algo importante. Antes de tomar una decisión, has de hacerte una pregunta:

¿De verdad, sinceramente, quieres llevar una vida feliz?

Porque a lo mejor, en el fondo, no quieres...

Ya es hora de que esperes más de ti. Ya es hora de que te mires a ti mismo de otra forma, desde otra perspectiva. Y no hablo a nivel profesional, que de eso seguro que ya lo das todo. :-D