domingo, 28 de diciembre de 2014

Año Nuevo, propósitos buenos...

No te rindas, por favor no cedas aunque el frío queme, aunque el miedo muerda,
aunque el sol se esconda y se calle el viento, aún hay fuego en tu alma, 
aún hay vida en tus sueños. Porque la vida es tuya y tuyo también el deseo.
Porque cada día es un comienzo nuevo, porque esta es la hora y el mejor momento.
Mario Benedetti


Cada año viejo estamos dispuestos a hacer del nuevo año algo mucho mejor. Decidimos, al final de cada Diciembre, que el año que está a la vuelta de la esquina será distinto.

Revisamos nuestros buenos propósitos y redactamos mentalmente nuestra nueva lista de deseos; yo incluso la escribo. Parecen dos cosas desiguales, pero… ¿lo son?

Si las repasamos bien veremos que ambas están entrelazadas; juntas casi forman un nudo. Y además ¿casualmente? se parecen mucho –ohhhhh...– a las del año anterior.

Y así cada año de dios.

En realidad nuestros buenos propósitos se basan siempre en nuestra lista de deseos a corto y medio plazo. Por ejemplo, ese propósito anual de medio planeta de dejar de fumar –y del 1 de enero no pasa– esconde el deseo de llevar una vida más sana: evitar un enfisema o una embolia pulmonar, o dejar de ser un paria social, ése único miembro del grupo que todavía fuma y se va a la cocina en medio de la más interesante de las conversaciones. O ese otro tan popular de empezar a hacer ejercicio (más vida sana): correr, nadar o ir al gym, como llaman ahora al polideportivo del barrio.

Si nos fijamos bien, los buenos propósitos y los deseos de nuestra lista son intercambiables y reversibles, y con frecuencia son los mismos año tras año. Porque los humanos pedimos, una y otra vez, año tras año, dejar de fumar, poner orden en nuestra casa (y a ser posible en nuestra vida), escuchar más atentamente a nuestra pareja (si se decide a hablar; con suerte, ese será su propósito de este fin de año), ir en junio sin excusas a la función del niño, meditar y/o establecer media hora al día para nosotros mismos, perder esos ocho kilitos de más, salir un poco antes del despacho, cenar en familia a diario, una cita mensual a solas con nuestro cónyuge, hacernos un corte de pelo decente, divorciarnos o casarnos (de este año no pasa), aceptar lo que no podemos cambiar (y procesar de la mejor manera posible el hecho de que no podemos cambiarlo), llamar con más frecuencia a nuestros padres y hermanos, etc.

Algo no funciona y, año tras año, los buenos propósitos se quedan en propósitos y los deseos se quedan sin cumplir. ¿Qué será, será?

La razón es muy sencilla, creo: nos planteamos una idea romántica de nuestra nueva vida maravillosa... en la que pensamos sólo de vez en cuando y de forma muy vaga, sin concretar nada.

Y esa visión bucólica de nuestra vida por venir no la haremos realidad solo con pensamientos y ensoñaciones espasmódicos con los que disfrutamos un rato cada fin de semana pensando: "¿No sería maravilloso si....?", pero sin hacer nada real al respecto. No tomamos la acción necesaria porque no sabemos por dónde empezar a caminar desde donde estamos hasta esa escena maravillosa en la que sería estupendo estar, por ejemplo, pasado mañana. He descubierto que no es que no sepamos cómo llegar a donde queremos sino que no sabemos cómo hacerlo en dos días (que es lo que nos gustaría).

Creo, también, que no sabemos por dónde empezar porque no tenemos una visión clara y rotunda, casi obsesiva, de esa nueva vida feliz. Pensamos que sería maravilloso pero en realidad no nos lo creemos y, en consecuencia, no hacemos nada al respecto (o hacemos todo lo contrario a lo que aconseja el sentido común como comer o beber más o comprar mucho bonito y barato), volviendo a la "realidad" y desechando nuestra visión por imposible.

Pues hay buenas noticias: esas visiones personales no son ninguna tontería imposible sino que son reales, posibles y, cuando perseveramos, se cumplen. George Washington soñó con una Norteamérica unida, Marting Luther King con la igualdad entre blancos y negros, Mandela con una Sudáfrica libre del apartheid y Bill Gates con instalar un ordenador en cada casa del planeta... Unos han tardado más que otros en cumplirse, pero todos esos deseos y grandiosas visiones personales se cumplieron, respaldados por la confianza, la fe en sus soñadores y el trabajo de los mismos en pos de su visión.

¿No podríamos perseverar en la nuestra que, con seguridad, será más humilde que las de arriba pero no por ello menos valiosa? (al menos para nosotros, sino para el mundo entero, eh?). ¿No traerá a nuestra vida más felicidad una idea clara y firme de nuestra relación de pareja satisfactoria, los ojos brillantes de nuestros hijos al vernos entre los espectadores de su función, un cuerpo más ágil y sano, una jornada laboral menos estresante o la alegría de nuestros padres al oír nuestra voz al teléfono cuando lo que espera es publicidad de móviles? ¡Al menos tenemos garantizados los buenos ratos que pasaremos visionando esos resultados!

A los que nos cuesta perseverar, sea por descreímiento o pereza, nos hacen falta algunas ayudas extras, y es importante que las busquemos. Una de las más satisfactorias y divertidas que yo he encontrado es hacer un tablero que represente nuestra visión personal, lo que queremos que entre en nuestras vidas (sea lo que sea, es posible). Los americanos lo llaman vision board.

Es importante, al empezar, que basemos nuestras elecciones en lo que nos haga sentir más felices y más "sueltos" (¡libres?) y no en cómo pensamos que debería ser o parecer una vida ideal general. Hay que concretar y jugar a recortables nos ayuda a ver con más claridad e ir decidiendo lo que de verdad deseamos.

El método es muy sencillo:

Cárgate de revistas y folletos que tengas por casa, o mira imágenes por internet; necesitarás también unas tijeras, un pliego grande de papel (de embalar, por ejemplo) y una barra de pegamento. Pega o pincha el enorme pliego de papel en la pared, en un lugar en el que lo veas bien y a menudo (¿enfrente de tu escritorio?) porque ese es el tablero donde pegarás todos tus deseos y sueños, a todo color. En el centro de tu tablero, pega una foto tuya en la que se te vea con claridad (si estás sonriente, mejor). Cada tanto, cuando te apetezca, dedica un rato a tu tablero.

Según vayas hojeando las revista o folletos, ve recortando de ellos "estampas" de lo que represente una parte o el todo de esa visión (de momento, futura) que tienes, y ve pegándolas alrededor de tu excelsa figura en el papel de embalar, colocándolas a tu gusto, más cerca o más lejos dependiendo de la prisa que tengas por hacer realidad esa área concreta de tu visión (¿el masseratti antes que la moto, el nuevo trabajo que te apasiona antes que la casa de tus sueños, tu larga melena brillante antes que tus estilizadas caderas, o al revés?).

Si esta receta dispara tu incredulidad y tu cinismo, sepas que te entiendo perfectamente. A mí me pasó exactamente eso la primera vez que lo leí. Pero le di una oportunidad. Y resultó que funcionaba. Y aunque estoy aún algo lejos de haber cumplido todas mis visiones también es cierto que muchas de ellas se cumplieron ya.

Además, lo paso rebién eligiendo cuidadosamente las estampas (con la costumbre, te vas haciendo más selectivo) que recorto (son tantas que ya no las pego, las meto en una caja grande y las miro una y otra vez). He acabado por aceptar que algunos de esos deseos tardarán más de un mes en cumplirse y otros me sorprenden cumpliéndose en cuestión de horas. Pero antes o después, si persevero, todos llegan :-D 

Esta estrategia funciona no porque tu tablero visionario impacte por sí mismo tu realidad y tu futuro, sino porque impactan tu cerebro al seleccionar las imágenes las cuales, a su vez, quedan grabadas en tu subconsciente y lo llevarán a guiarte hacia las acciones que más ayuden a hacer realidad esa visión tuya. En resumen: este tablero visionario te ayuda a enfocarte en tu deseo, lo hace cada vez más fuerte y más posible a tus ojos (te familiarizas con él y finalmente no lo consideras algo tan lejano o imposible), casi te obsesionas con él y acabas dando por hecho que lo conseguirás. Y así será.

Mientra jugamos al visionario es importante que tengamos en cuenta: 
  • Todos tus deseos son honorables y dignos de tu atención aunque por lógica algunos querrás cumplirlos antes que otros.
  • Hay que dejar marchar lo que no funciona: no te aferres a hábitos, personas o cosas que debilitan tu visión.
  • No temas al fracaso ni te preocupes por los errores que puedas cometer (los cometerás). De esa forma te paralizarás y no harás nada en tu beneficio, todo seguirá igual y tu lista del año que viene se parecerá horrorosamente a la de éste. El éxito está construido de esos pequeños o grandes errores y si te relajas al respecto pronto aprenderás a "hacer las cosas bien". Pero bien o mal, ¡hazlo!
  • Presta atención y prioridad absolutas a lo que de verdad sea importante para ti. No tengas en cuenta las prioridades de otros a la hora de tomar decisiones sobre lo que quieres en tu vida. Relájate porque al principio puede que te cueste hacerlo así; pronto descubrirás que si perseveras en vivir tu propia vida los otros no tendrán más remedio que hacer lo propio con las suyas, y todos tan contentos.

Y con todo esto te deseo una larga lista de deseos, cumplidos y por cumplir, para 2015.

¡Felices y prósperos propósitos nuevos!

domingo, 21 de diciembre de 2014

Piedras que ponemos en nuestro camino

Las grandes decisiones de la vida tienen mucho más que ver con los instintos y otros misteriosos factores inconscientes que con la voluntad consciente y el sentido de razonabilidad. (Carl Jung)

A veces por pudor, otras por un falso sentido del deber; a veces por sentimientos de culpa y otras por inseguridad ponemos en nuestro propio camino piedras que, en apariencia, no son grandes pero nos impiden caminar hacia el lugar donde queremos ir desviándonos, a cada paso, de nuestra finalidad verdadera.

Ninguna de ellas merece nuestra preocupación; ni siquiera merecen nuestra atención. Pero hemos de ser conscientes y saber cuáles son las que más pupa nos hacen en los pies con objeto de evitarlas o darles una buena patada y apartarlas, de una vez por todas, de ese camino que queremos recorrer. Solo deshaciéndonos de ellas de forma consciente y premeditada, con la decisión y la intención de no permitir que nos entorpezca el paseo, podemos eliminarlas de forma eficaz y para siempre (o casi, que ya es mucho).

Las de apariencia insignificante y carácter tímido y modesto, son tremendamente peligrosas; para mí, las peores. Y no son muchas, pero son definitivas. Por ejemplo:

MANTENERTE apegado exclusivamente a lo que ya sabes. Cuando dejas de aprender dejas de vivir una vida con significado. Está bien jugar con ideas nuevas sin aceptarlas al cien por cien; hacerlo nos ayuda a crecer. La riqueza de la vida no viene manteniéndose en todo momento en territorio conocido, hay que poner el pie también cuando es necesario en territorio comanche. Es cuando sacas tu pie de la zona de confort y lo pones en tierra ignota cuando nos hacemos más fuertes y capaces. Tenemos que mantenernos aferrados con firmeza a nuestros valores básicos mientras que, al mismo tiempo, abrimos nuestro corazón y nuestra mente a nuevas ideas, sentimientos y experiencias. Tu perspectiva personal se hará más fuerte cuando mires desde distintas perspectivas. Encuentra formas de desafiar de forma saludable tu actual punto de vista sobre la vida, y descubrirás y experimentarás en mucha mayor medida la magia que ya contiene.

PRESTAR tu atención a la historia de los otros en vez de a la tuya propia. No te contentes con escuchar la historia de los éxitos de otros hasta el punto de que olvides tu propia historia de éxitos. Desarrolla tu propio guión y dale vida. Eres y tienes todo lo necesario para convertirte en lo que eres capaz de llegar a ser. Cuando decides tomar el control de tu historia (no la de otros, no puedes hacer eso) ocurren cosas increíbles y se dan grandes cambios para tu beneficio. Consumirás menos y crearás más. Tomar el control significa dejar de permitir que otros se ocupen de decididr lo que piensas, hablas, haces y deberías ser  Significa aprender a respetar y aplicar tus propias ideas y utilizar tu instinto para escribir tu propia historia. Si deseas que la historia de tu vida alcance nuevas cotas de satisfacción en 2015 tendrás que limpiar un camino, el tuyo propio, reducir las cargas que te aplastan y te chupan la energía y quedarte únicamente con las cosas que te proporcionan alas. Mantén tus sueños más grandes y tus mejores deseos cerca de tu corazón y dedícales tiempo cada día.

TOLERAR los mismos descontentos diarios una y otra vez. No vivas con la desilusión, vive más allá de ella. No puedes evitar lo que ya ha ocurrido pero puedes decidir que lo que ha ocurrido te haga más fuerte y tu determinación sea más firme. El viaje a la madurez emocional y espiritual requiere que revises los acontecimientos  de tu vida para encontrar la sabiduría y el propósito que contienen. Llega un momento en tu vida en que, finalmente, "lo pillas": un dïa te hartas de miedos y viejas herias y gritas basta, hasa aquí he llegado. Ese momento de "hartura" es el punto de partida hacia tu felicidad y éxito en tus propósitos. Ahora que nos acercamos al Año Nuevo, ciérrale la puerta a tu pasado y abre la de tu furuto, respira hondo, da un paso adelante y empieza a escribir un nuevo capítulo en el libro de tu vida. Escena a escena, párrafo a párrafo; cuidando la sintaxis pero sin obsesionarte con la ortografía.

MANTENERTE aferrado a esas personas que continuamente te hacen daño. En ocasiones tienes que dejar atrás a ciertas personas no porque no te importen sino porque a ellas no les importas tú. Cuando alguien te hiere una y otra vez acepta el hecho de que les importas un pimiento (aunque sea un pimiento disfrazado de buena intención).  Es un trago muy amargo de beber pero necesario. No te esfuerces por impresionarles; deja de luchar por ello ahora mismo. No malgaste ni un segundo más de tu tiempo tratando de demostrarles nada. No hay nada que tenga que ser demostrado. No actúes pensando en ellos; no les dediques ni un solo minuto en tu futuro inmediato. Crea espacio para ti mismo y dedica tu tiempo y energía en redescubrir TU salud y tu felicidad. Y mantente firme en tus objetivos y tus sueños sin dejar que otro (sea quien sea) juzque o decida si son válidos o no.

Y recuerda --si te encuentras en aprietos con cualquiera de estos asuntos-- que no estás solo. Muchos de nosotros estamos, hemos estado y estaremos alguna otra vez donde tú estás ahora: trabajando duro para sentirnos mejor, pensar con más claridad y vivir una vida libre de dolores de cabeza y de corazón...

Feliz Nochebuena y Feliz Día de Navidad. Disfruta; por el momento, eso es suficiente. Ya pensaremos más allá dentro de unos días.

lunes, 8 de diciembre de 2014

Felicidad y estadística II: Los jóvenes a examen

Si los jóvenes supieran y los viejos pudieran...


Los llaman la generación del milenio. También los llaman la Generación Y; en España tenemos ocho millones de ellos  y tienen ahora entre 16 y 30 años. Son hijos de papás de la generación Baby Boom pero no tienen sus prioridades. No ambicionan las hipotecas, no persiguen un trabajo bien pagado si no les gusta,  y no se esfuerzan en lo que no les interesa de verdad. ¿Qué quieren entonces nuestros jóvenes?

Quieren vivir la vida. Y, tanto si lo desean como no, cambiarán el mundo, y lo saben. Ya están en ello. Pero lo hacen y lo harán a su manera, no a la nuestra. Están inventando nuevas formas de trabajar, producir y consumir.

Muchos viven aún con sus padres, otros han tenido que salir de su país a buscarse la vida, otros enfocan sus miras en sus verdaderos intereses mientras se mantienen con trabajos esporádicos que no les importa cambiar cuantas veces haga falta mientras perfeccionan las habilidades que les permitirá vivir de sus auténticas pasiones e intereses. Todos ellos habitan en el universo digital y tienen una verdadera familia en él: los que les comprenden. El 70% de los jóvenes comprueba su móvil al menos una vez cada hora.

Se les acusa de haberlo tenido todo hecho, de haber nacido en tiempos de bonanza, de no haber tenido que esforzarse para nada y de rebelarse contra todo. Como si ellos tuvieran la culpa y como si nos hubieran puesto a los padres una pistola en el pecho para que nos matáramos a trabajar por y para ellos; como si no hubiera sido nuestra voluntad y nuestro sueño que ellos vivieran bien. Como si fueran ellos responsables de nuestro sentimiento de culpa por el poco tiempo pasado con ellos (de calidad, eso sí) mientras nosotros, sus padres, salíamos fuera a por ese nuestro sueño de una vida para nuestros hijos (y para nosotros, no lo olvidemos) en la que no faltase de nada material.

Generación mimada, parecen apolíticos pero no lo son, no son materialistas a ultranza, están muy informados en cualquier tema que haga saltar su curiosidad o inspiración, muchos parecen perezosos y capaces únicamente de mantener la atención en aquello que de verdad les interesa, sea aquéllo lo que sea, pero luego te sorprenden. Su trabajo es, principalmente, mental: piensan más que la mayoría de nosotros, y muchos de ellos también piensan mejor. Viajan más porque no necesitan hoteles de cuatro estrellas ni billetes de primera para sentir que han estado en París: avioncitos low-cost y se quedan en casa de amigos o compañeros de estudios que, por el motivo que sea, viven de momento allí. En vacaciones, esos amigos, y otros muchos de variadas procedencias, vendrán a sus casas. Con una mochila y un móvil de última generación con el que se mantienen conectados al resto de su mundo (y, a veces, con sus padres) comen perritos calientes por la calle, se beben una cerveza o una coca-cola light en buena compañía, visitan los alrededores o el castillo de la ciudad a la que viajan y suben fotos a sus cuentas de las redes sociales. Y, a la vuelta, saben que han estado en París; que lo han vivido y lo han sentido.

Muchos estudian y otros aprenden un oficio; otros muchos se especializan, sin intención previa, en trabajos como relaciones públicas de discotecas o marcas de moda, community managers (¡sea eso lo que sea!), camareros o diseñadores de lo que sea mientras encuentran la manera de dedicarse a lo que de verdad les inspire. Utilizan mil habilidades que nosotros dejamos morir por vivir con orejeras y se empeñan sin pudor en ser reconocidos y en que se les escuche.

Un estudio sobre la felicidad en la juventud española refleja el predominio de creencias positivas de nuestros chicos y chicas millenials respecto a tres cosas básicas para el bienestar: la vida en general, el mundo cercano y el yo. En relación con las creencias sobre el sentido, la coherencia y la justicia del mundo, y aunque la mayoría de los jóvenes no tenían una visión del mundo como básicamente justo, el 88% de los jóvenes encuestados opinaba que su vida estaba llena de sentido, lo cual denota altas puntuaciones en propósito vital. En cifras concretas: la media de control personal en el caso de nuestros jóvenes es de 7,5  sobre 10 en el estudio de Páez y Javaloy. Y sin olvidar que la media de satisfacción consigo mismo está muy por encima de la media teórica estos resultados engloban, al parecer, el mantenimiento de unas creencias positivas acerca de sí mismos. Lo cual es muy bueno. Todos andamos buscando la autoestima, y ellos ya la tienen. ¿Qué hay de malo en ello, por qué los llamamos chulos y prepotentes cuando envidiamos su convencimiento y su seguridad?

La visión del mundo social global (Javalaoy, Páez, Cornejo, Basabe, Rodríguez y Espelt, 2007) y de que el mundo sea justo puede no ser para los jóvenes muy positiva, pero su visión del entorno cercano y del yo es muy positiva. Esta visión positiva de las relaciones con las personas cercanas se asocian, ineludiblemente, a su felicidad.

Si sumamos a eso que los humanos, en general, tienen mayor experiencia de epiosdios emocionales positivos que negativos, los jóvenes no son una excepción y, por números, matemática pura, tienen más recuerdos positivos acumulados que negativos (aunque también es cierto que se recuerdan más los episodios más extremos o poco usuales, ya sean hechos negativos o positivos, contrarios a las expectativas). Dado que se recuerdan más los hechos extremos y hay más positivos que negativos, tendemos más --y los jóvenes también-- a recordar hechos positivos del pasado.

En fin, que parezca lo que parezca, nuestros jóvenes son felices, son listos y saben lo que quieren. Como padres deberíamos estar contentos con estas noticias, pero ¿lo estamos? ¿O nos importa más sostener que nuestros valores, ideales e ideas valen más que los suyos? ¿Nuestra experiencia les sirve de algo?

Podemos reflexionar sobre ello recordando cuándo y cómo desechamos los valores y prioridades de nuestros propios padres (porque lo hicimos también) con los que no queríamos vivir. Y pensar que nuestro miedo a que fracasen, o se estrellen, o lleven al mundo a su fin, o acaben metidos en el peor sitio donde se te ocurra fantasear no les ayudará. Presionados, no solo dejarán de escucharnos; también dejarán de hablar con nosotros, que es peor. Cuando la realidad es que estamos viviendo en una época de lo más interesante que establecerá nuevos modelos en casi todo porque nuestros jóvenes quieren que la cosa sea así.

No reniego de mi generación, ni mucho menos; mi mundo era otro, y por eso eran otras mis ideas. Pero estos chicos tienen muchísimo que enseñarnos, por lo menos a mí. De hecho, mis veinteañeras hijas ya me han enseñado una cuantas cosas de las importantes.

Y eso no significa que una buena bofetada a tiempo o una semana sin móvil haya dejado de ser útil para según qué casos. Faltaría más.